Mi amor por el lenguaje sigue creciendo a diario. Igual velocida de desarrolo lleva mi odio por la estupidez humana y la sinrazón de la existencia de muchos seres. Esta columna la publicó El Nuevo Día el martes 18 de diciembre. Es una breve declaración en pos de la defensa del la lengua materna y una invitación a visitar el diccionario en caso de duda.
18-DICIEMBRE-2007
GABINO IGLESIAS
PRESIODISTA Y ESCRITOR
Los viajeros étnicos
La aversión nacional a visitar esporádicamente un diccionario sólo se compara con el afán de utilizar palabras exquisitas a la hora de aparecer en la prensa. El lunes apareció en este rotativo una noticia que exponía la ya conocida práctica boricua de viajar en navidad. De hecho, el título de la misma era claro, conciso y directo: “Miles de boricuas viajan para las fiestas”.
Sin embargo, en dicho texto apareció una cita de Michael Luciano, presidente de la Asociación de Gerentes de Aerolíneas que operan en el aeropuerto internacional Luís Muñoz Marín, que complicó el asunto. La cita era la siguiente: “Por la condición de Puerto Rico, la época tradicional de Navidad es bien movida por el viajero étnico que viaja a Orlando y Nueva York”. Las preguntas y comentarios, tanto en la calle como el la versión digital del rotativo, no se hicieron esperar: la gente quería saber qué es un “viajero étnico”.
Aclaro.
Étnico es un adjetivo utilizado para señalar a una persona u objeto perteneciente o relativo a una nación, raza o etnia (da la casualidad que el 100 por ciento de la humanidad es étnica). Por tanto, la más fácil traducción de “viajero étnico” es “viajero puertorriqueño”. Del mismo modo, la tan popular “ropa étnica” que tanto anuncian varias tiendas no es más que “ropa de algún sitio”.
Por otro lado, la cita, aunque corta, presenta varias interrogantes de mucho más difícil esclarecimiento: ¿cuál es la “condición” de Puerto Rico que empuja a la migración navideña? ¿Están al tanto los “viajeros étnicos” de la historia sociopolítica que los lleva a los “municipios” de Orlando y Nueva York? ¿No hubiese sido más fácil decir otra cosa que no fuera “viajero étnico”? ¿No sería más apropiado acompañar “étnico” con “muy movida” en lugar de “bien movida”? Feliz Navidad.
jueves, 20 de diciembre de 2007
lunes, 17 de diciembre de 2007
La Navidad se me atraganta
Era algo inevitable. Llevaba asomando la nariz desde finales de octubre y cobró mucha fuerza a mediados de noviembre. Comenzaron a incrementar la cantidad y el volumen de los malditos “shoppers”, sacaron del armario nacional y desempolvaron a los cuatristas, el país empezó a comprar billetes de avión para los municipios de Orlando y Nueva York y empecé a tener pesadillas sobre la primera aparición de Tavín Pumarejo. Ya la semana antes de comernos el pavo era algo inminente: llegaba la Navidad… y esta mañana fue de reflexión navideña total.
Esta mañana salí de casa y la mirada obscena de dos iluminados venados alienígenas me espantó. Miré a mi alrededor intentando ubicar un punto de referencia conocido para tranquilizarme y noté que en lugar de crecer hongos por el exceso de lluvia de los últimos días, lo que puebla la grama de mis vecinos son regalos multicolores forrados de metal. Me percato de que todo se ve igual. Al lado los reglaos sembrados en los frentes de casi todas las casas suele haber una ridícula cápsula esférica y transparente desde dentro de la cual algún personaje, que puede ser desde Jesús hasta Pooh, mira con cara de idiota hacia fuera mientras nieva a su alrededor.
Seguí caminando y más adelante observé un Santa que asomaba sus pies por la entrada de un iglú sembrado frente a una puerta y cerca de un caribeñísimo hombre de nieve. Sentí cómo se resquebrajaba mi cordura y abrí la puerta del carro con desesperación para huir de ese absurdo infierno. Me subí a mi vehículo para escapar de tanta locura y, justo cuando estaba cerrando la puerta, me percaté de una de las mentadas cápsulas que contenía a los tres Reyes Magos en su interior mientras soportaban el embate de la constante nieve con cara de placer (pregunta forzosa: ¿cuándo ostia nevó en Nazaret?).
Empecé a conducir hasta mi trabajo y la reflexión invadió mi cabeza en contra de mi voluntad. Pienso que vivo en un país donde la homogeneización navideña hace más daño que bien. Mezclamos coquito con Coca-cola, lechón con turrón, arroz con gandules con Santa, morcilla con nueces, güiros y panderetas con villancicos clásicos y los hombres de nieve comparten terrenos decorativos con los tres Reyes Magos en lo que resulta un singular arroz con culo homogeneizador que sólo complica el ya enorme problema de la identidad puertorriqueña.
Además, nadie se percata de que durante las fiestas, la ridiculez esa del calentamiento global se olvida por completo (¿dónde queda Bali?) y todo el mundo lanza por las nubes el consumo energético con la puesta en escena de innecesaria y cursi iluminación navideña que decora los árboles, paredes, casas y patios en todos los rincones del país. También están los que, no conformes con el innecesario gasto energético, salen a comprar un pobre cadáver de árbol no nativo que vino en un contendor de camión desde algún país frío. Pero no sólo la pagan el planeta y los árboles: la masacre de los pavos se repite con los pobres cerdos.
Pausa obligatoria. De pequeño me enseñaron que en Navidad celebrábamos el nacimiento de Jesús. Después crecí y aprendí que desde la fecha elegida hasta la celebración han sido vapuleadas a gusto de los hombres (para variar) y que no suele ser en el imaginario popular más que una fiesta de consumo desmedido e intercambio de regalos inmerecidos. Ahora me doy cuenta de otra cosa: el lechón es, más allá de Jesucristo, la figura central de la Navidad puertorriqueña y el festejo es, en lugar de una celebración religiosa, una de índole porcina. “El lechón se coge, se mata y se pela…”, “Ese pobre lechón que murió de repente…”, “A comer pasteles, a comer lechón, arroz con gandules y a beber ron…”, etcétera. La figura del cerdito en la vara es la realidad nacional y la figura representativa de las fiestas. Tan es así que hoy señala un periódico los peligros de la dieta navideña y del alcoholismo disfrazado de comilona familiar.
Luces, bebidas, lechón, regalos, centros comerciales abarrotados, música ridícula y sumamente repetitiva que llaman “folklórica” y balas al aire: esa es la sintomatología de que llegó diciembre a Puerto Rico.
Que conste, no estoy despotricando contra las fiestas, sólo señalando sus interesantes peculiaridades y sus totales absurdos. Espero que entre la cara de felicidad de los seres queridos a los que les pienso regalar algo, las películas estúpidas de la tele, el coquito de Ady, el turrón, las risas y los sándwiches de morcilla, pueda disfrutar la Navidad más allá de las ridiculeces promedio del país.
Esta mañana salí de casa y la mirada obscena de dos iluminados venados alienígenas me espantó. Miré a mi alrededor intentando ubicar un punto de referencia conocido para tranquilizarme y noté que en lugar de crecer hongos por el exceso de lluvia de los últimos días, lo que puebla la grama de mis vecinos son regalos multicolores forrados de metal. Me percato de que todo se ve igual. Al lado los reglaos sembrados en los frentes de casi todas las casas suele haber una ridícula cápsula esférica y transparente desde dentro de la cual algún personaje, que puede ser desde Jesús hasta Pooh, mira con cara de idiota hacia fuera mientras nieva a su alrededor.
Seguí caminando y más adelante observé un Santa que asomaba sus pies por la entrada de un iglú sembrado frente a una puerta y cerca de un caribeñísimo hombre de nieve. Sentí cómo se resquebrajaba mi cordura y abrí la puerta del carro con desesperación para huir de ese absurdo infierno. Me subí a mi vehículo para escapar de tanta locura y, justo cuando estaba cerrando la puerta, me percaté de una de las mentadas cápsulas que contenía a los tres Reyes Magos en su interior mientras soportaban el embate de la constante nieve con cara de placer (pregunta forzosa: ¿cuándo ostia nevó en Nazaret?).
Empecé a conducir hasta mi trabajo y la reflexión invadió mi cabeza en contra de mi voluntad. Pienso que vivo en un país donde la homogeneización navideña hace más daño que bien. Mezclamos coquito con Coca-cola, lechón con turrón, arroz con gandules con Santa, morcilla con nueces, güiros y panderetas con villancicos clásicos y los hombres de nieve comparten terrenos decorativos con los tres Reyes Magos en lo que resulta un singular arroz con culo homogeneizador que sólo complica el ya enorme problema de la identidad puertorriqueña.
Además, nadie se percata de que durante las fiestas, la ridiculez esa del calentamiento global se olvida por completo (¿dónde queda Bali?) y todo el mundo lanza por las nubes el consumo energético con la puesta en escena de innecesaria y cursi iluminación navideña que decora los árboles, paredes, casas y patios en todos los rincones del país. También están los que, no conformes con el innecesario gasto energético, salen a comprar un pobre cadáver de árbol no nativo que vino en un contendor de camión desde algún país frío. Pero no sólo la pagan el planeta y los árboles: la masacre de los pavos se repite con los pobres cerdos.
Pausa obligatoria. De pequeño me enseñaron que en Navidad celebrábamos el nacimiento de Jesús. Después crecí y aprendí que desde la fecha elegida hasta la celebración han sido vapuleadas a gusto de los hombres (para variar) y que no suele ser en el imaginario popular más que una fiesta de consumo desmedido e intercambio de regalos inmerecidos. Ahora me doy cuenta de otra cosa: el lechón es, más allá de Jesucristo, la figura central de la Navidad puertorriqueña y el festejo es, en lugar de una celebración religiosa, una de índole porcina. “El lechón se coge, se mata y se pela…”, “Ese pobre lechón que murió de repente…”, “A comer pasteles, a comer lechón, arroz con gandules y a beber ron…”, etcétera. La figura del cerdito en la vara es la realidad nacional y la figura representativa de las fiestas. Tan es así que hoy señala un periódico los peligros de la dieta navideña y del alcoholismo disfrazado de comilona familiar.
Luces, bebidas, lechón, regalos, centros comerciales abarrotados, música ridícula y sumamente repetitiva que llaman “folklórica” y balas al aire: esa es la sintomatología de que llegó diciembre a Puerto Rico.
Que conste, no estoy despotricando contra las fiestas, sólo señalando sus interesantes peculiaridades y sus totales absurdos. Espero que entre la cara de felicidad de los seres queridos a los que les pienso regalar algo, las películas estúpidas de la tele, el coquito de Ady, el turrón, las risas y los sándwiches de morcilla, pueda disfrutar la Navidad más allá de las ridiculeces promedio del país.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Aceptando que soy un bestia
Al que me conoce no le cabe duda de que soy un retrograda asesino, un cavernícola que sabe escribir, un bruto con trabajo de oficina. No niego nada de eso. Lo único que dejo claro con esta columna es que mis pecados y asesinatos, mis deseos sangrientos y los golpes que daría ocn placer, gusto y gana son sólo los que nadie más dice que quiere dar. El mundo es una mierda, eso ya lo sabemos, pero forrando a ostias a un par de imbéciles, todo podría ir un poco mejor.
30-Noviembre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
El bestia soy yo
Llámenlo retrato de un país, breve historia del día a día, perpetuación de lo infinito, postmodernidad criminal, salvaje ataque (como lo bautiza este rotativo) o simplemente el próximo caso que se diluirá en el consciente colectivo y no llegará a nada. También podríamos definirlo como el nuevo caso que nunca desembocará en la pena de muerte por los derechos del presunto asesino, bla, bla, bla.
Yo opto por no llamarlo nada por el asco que me da. No obstante, para aquellos que se empeñen en nombrarlo, discutirlo o comentarlo como parte de su participación en la opinión pública, el diccionario provee diversas herramientas descriptivas: salvaje, atroz, abominable, repugnante, aborrecible, imperdonable, horroroso, execrable, deleznable, estúpido, lamentable, etc.
Unos dirán que es culpa de la madre, otros señalarán al Departamento de la Familia, muchos, con mirada encarnizada, culparán al agresor y siempre habrá alguno obstinado en que es culpa de Dios y/o el Gobierno.
Lamentablemente, y espero que sólo sea por el momento, el único que sabe qué pasó a ciencia cierta es Emmanuel Marcano. Claro está, tomando en consideración su confesión, me atrevo a proponer varias ideas. Nuevamente, invito a visitar su diccionario más cercano: lapidar, ahorcar, linchar, apuñalar, balear, etc.
Mi propuesta es mucho más sencilla: cada padre y madre de familia que sea trabajador, cariñoso y protector de sus hijos contra todo tendrá derecho a empuñar su arma blanca de preferencia y descargar su furia contra este sujeto (recuerden justificarlo como él lo hizo: “desesperación”).
En cuanto a aquellos que lean y me llamen cruel, desalmado, asesino, bestia, etc., poco me importa. Cada cabeza que asienta sobre esta columna durante el día de hoy me sirve de redención. Otro sodomizó y golpeó una niña de tres años hasta la muerte, pero, por lo que escribo, el bestia soy yo.
30-Noviembre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
El bestia soy yo
Llámenlo retrato de un país, breve historia del día a día, perpetuación de lo infinito, postmodernidad criminal, salvaje ataque (como lo bautiza este rotativo) o simplemente el próximo caso que se diluirá en el consciente colectivo y no llegará a nada. También podríamos definirlo como el nuevo caso que nunca desembocará en la pena de muerte por los derechos del presunto asesino, bla, bla, bla.
Yo opto por no llamarlo nada por el asco que me da. No obstante, para aquellos que se empeñen en nombrarlo, discutirlo o comentarlo como parte de su participación en la opinión pública, el diccionario provee diversas herramientas descriptivas: salvaje, atroz, abominable, repugnante, aborrecible, imperdonable, horroroso, execrable, deleznable, estúpido, lamentable, etc.
Unos dirán que es culpa de la madre, otros señalarán al Departamento de la Familia, muchos, con mirada encarnizada, culparán al agresor y siempre habrá alguno obstinado en que es culpa de Dios y/o el Gobierno.
Lamentablemente, y espero que sólo sea por el momento, el único que sabe qué pasó a ciencia cierta es Emmanuel Marcano. Claro está, tomando en consideración su confesión, me atrevo a proponer varias ideas. Nuevamente, invito a visitar su diccionario más cercano: lapidar, ahorcar, linchar, apuñalar, balear, etc.
Mi propuesta es mucho más sencilla: cada padre y madre de familia que sea trabajador, cariñoso y protector de sus hijos contra todo tendrá derecho a empuñar su arma blanca de preferencia y descargar su furia contra este sujeto (recuerden justificarlo como él lo hizo: “desesperación”).
En cuanto a aquellos que lean y me llamen cruel, desalmado, asesino, bestia, etc., poco me importa. Cada cabeza que asienta sobre esta columna durante el día de hoy me sirve de redención. Otro sodomizó y golpeó una niña de tres años hasta la muerte, pero, por lo que escribo, el bestia soy yo.
viernes, 30 de noviembre de 2007
Ante El Pensador
Era un poco antes del verano del 2002. Estaba en el Museo Metropolitano de Arte en la increíble ciudad de Nueva York y fuera hacía bastante frío. Entr eobras y obras me topé con El Pensador, la escultura famosa del escultor francés Auguste Rodin (1840- 1917). Era difícil sorprenderme en ese momento: venía de ver obras de Picasso, Monet, Van Gogh, Max Ernst, etc., pero, por alguna razón, El Pensador me impactó y me quedé un tiempo ante su presencia.
Hoy es un viernes caluroso de noviembre. Estoy en Puerto Rico y estamos en las postrimerías del 2007. Un día muy diferente a aquel en que ví la pieza de Rodin. Sin embargo, la vida se encargó de llevarme a cubrir el Museo de Arte de Ponce en Plaza Las Américas. Llegué, entrevisté, saqué las fotos y, después de terminar, me dejaron ver la exposición de Rodin de manera muy particular: solo y de gratis.
De más está decir que detrás de una columna me esperaba la figura de El Pensador. Si bien es cierto que hay varias versiones hechas por Rodin de esta obra, la realidad es que importa poco. No pude evitar la tentación y lo toqué (tengo una peligrosa tendencia a hacer ese tipo de cosa). me sentí enano. Cinco años pasaron desde que lo vi por primera vez. Cinco largos años de vida, estudios, viajes, lecturas, relaciones, muertes, amistades, días y noches, otras obras de arte, etc. Sin embargo, ante la perpetuidad infinita de esta pieza, me sentí insignificante. No sentí mi vida ni la muerte de Rodin. Lo único que sentía era la fuerza imperecedera del arte, la magnitud de la genialidad, la perpetuación del pensamiento.
Creo que Rodin es El Pensador, y el Pensador soy yo, y yo soy parte del universo, y el universo es parte de un todo, y todos somos todo. Todos somos un pedazo del arte y el arte pedazos de nosotros. Hoy viaje de la usual inexplicable tentación de la existencia a la imperceptible realidad de los fragmentos del infinito... de ida y vuelta.
viernes, 23 de noviembre de 2007
San Pavo
Resulta que ayer, jueves 22 de noviembre, celebramos el famoso Día de Acción de Gracias. Obviamente, ante la celebración del genocidio, tenía que manifestarme. En resumen, lo que realmente quería decir, tanto en la columna que me publicó El Nuevo Día como en las dos páginas que publiqué en Universia, es lop siguiente: ojalá que los indios americoanos hubiesen sabido en aquel entonces lo que sabemos ahora, les tirarn piedras al barco y mandaran a los putos colonos asesinos de vuelta al carajo sin dejarlos pisar tierra firme.
22-Noviembre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
Genocidio, amnesia y pavo: el día de Thanksgiving.
Thanksgiving, literalmente “dar gracias”, mejor conocido como el Día de Acción de Gracias, es prueba irrefutable de que las costumbres, por ridículas que sean, jamás se cuestionan.
Este maravilloso día del año suele comenzar con la risible seudo ceremonia de “perdonar” un pavo en la Casa Blanca antes de entrar a llenarse la barriga con muchos otros. En Puerto Rico lo celebramos con decoraciones, originales pavos y pastel de calabaza y lo puertorriqueñizamos a base de arroz con gandules. ¿Y qué festejamos? Pues el capitalismo, el genocidio, la amnesia histórica y el hecho de que los indios que, de acuerdo a todas las representaciones kitsch del mercado, se comieron aquel infame primer pavo con los colonos, son el grupo étnico más pobre dentro del país más rico del mundo.
Jamás imaginaríamos posible la celebración de un Día de Celebración del Holocausto en Alemania, pero podemos comer hasta reventar en celebración del genocidio de los indios. Cerramos los ojos y le damos gracias a Dios por el pavo, los centros comerciales, la Beca Pell, los días feriados, la salud y las reservaciones indígenas antes de colaborar con el segundo genocidio que celebramos ese día: el del pavo. En algunos casos, antes de practicar la gula, pedimos a Dios por los casi novecientos millones de personas del mundo que pasan hambre. Después del amén llega el pavo, el relleno, el arroz con gandules, la ensalada de papas, el pastel de calabaza y todos los demás componentes de un menú que, por aquello de hay gente que pasa hambre, repetiremos durante tres o cuatro días a causa de exceso de alimento que pusimos sobre la mesa.
Sólo espero que entre bocados de pavo y la siesta “post-jartera” tengamos unos minutos para cuestionar qué celebramos. No me malinterpreten, sólo quería desearles buen provecho.
22-Noviembre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
Genocidio, amnesia y pavo: el día de Thanksgiving.
Thanksgiving, literalmente “dar gracias”, mejor conocido como el Día de Acción de Gracias, es prueba irrefutable de que las costumbres, por ridículas que sean, jamás se cuestionan.
Este maravilloso día del año suele comenzar con la risible seudo ceremonia de “perdonar” un pavo en la Casa Blanca antes de entrar a llenarse la barriga con muchos otros. En Puerto Rico lo celebramos con decoraciones, originales pavos y pastel de calabaza y lo puertorriqueñizamos a base de arroz con gandules. ¿Y qué festejamos? Pues el capitalismo, el genocidio, la amnesia histórica y el hecho de que los indios que, de acuerdo a todas las representaciones kitsch del mercado, se comieron aquel infame primer pavo con los colonos, son el grupo étnico más pobre dentro del país más rico del mundo.
Jamás imaginaríamos posible la celebración de un Día de Celebración del Holocausto en Alemania, pero podemos comer hasta reventar en celebración del genocidio de los indios. Cerramos los ojos y le damos gracias a Dios por el pavo, los centros comerciales, la Beca Pell, los días feriados, la salud y las reservaciones indígenas antes de colaborar con el segundo genocidio que celebramos ese día: el del pavo. En algunos casos, antes de practicar la gula, pedimos a Dios por los casi novecientos millones de personas del mundo que pasan hambre. Después del amén llega el pavo, el relleno, el arroz con gandules, la ensalada de papas, el pastel de calabaza y todos los demás componentes de un menú que, por aquello de hay gente que pasa hambre, repetiremos durante tres o cuatro días a causa de exceso de alimento que pusimos sobre la mesa.
Sólo espero que entre bocados de pavo y la siesta “post-jartera” tengamos unos minutos para cuestionar qué celebramos. No me malinterpreten, sólo quería desearles buen provecho.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Algunos miércoles son lunes
La ventana de la oficina está sucia, pero aún así puedo ver que llueve. El agua le pega a la brea como si ésta le debiera dinero. La música parece estar lejos. Heché de menos a mi amigo deambulante y sigo sin cobrar. El reloj tiene poca prisa y los minutos pasan parsimoniosamente, dilatados en su procesión infinita hacia la nada. El olvido espera en el carro, que a su vez espera en el estacionamiento, mientras a mí me espera el tapón y el silencio hasta casa. Presiento la coagulación de una anhedonia incipiente con instintos asesinos. Escribo para estrangular un ratito, aunque sólo sean un par de segundos. Al final, supongo que de toda esta nada, queda algo.
viernes, 16 de noviembre de 2007
El poder de los libros
Estoy sentado en la oficina y siento un picor extracorpóreo. Tengo mi bulto a mi lado y, aburrido de trabajar, mi mente divaga hacia las páginas de "Los versos satánicos"de Salman Rushdie. Pienso en la sentencia de muerte, fatwa, como le dicen ellos, que el líder religioso de Iran, ayatolá Jomeiní, leyo en 1988 contra Rushdie por publicar este libro.
Hago memoria y recuerdo, sólo en el último mes, viajar de Estados Unidos a Inglaterra y terminar metido en Rusia, protegido por la mafia chechena, intentando evitar que Romanóv llegue al poder en "El Manifiesto Negro" de Frederick Forsyth. Después respiro y se me llenan los pulmones de las memorias de infancia que persigue Yambo para recuperar su memoria en "The mysterious flame of Queen Loana" de Umberto Eco y me enamoro nuevamente de mi propia infancia.
Parpadeo y, agazapado tras mis párpados, me asalta un poema de Juan Gelmán. Me doy cuenta de que su "Cólera Buey" me corre por las venas. Pero la alegría no dura mucho, la muerte de Sam y la alegría siempre al borde del precipicio de Jennifer me dan un golpe de tristeza que agradezo a "Sams letters to Jennifer" de James Patterson.
Me doy por vencido e intento volver al trabajo, basta de divagaciones literarias. Miro la pantalla y regresan las risas y dudas que me planteó Giovanni Sartori en "Homo Videns: la sociedad teledirigida", libro con el que dicté la magistral clase de anoche. Meneo la cabeza. Sonrío pensando que mi amigo Bukowski me espera con "Post Office" sin importar a la hora que llegue.
Repaso noticias: perros muertos, guerra, un niño de diez años se suicidó en su armario, las hormigoneras se devoran la playa y la política lo pudre todo despacito. Necesito una cura contundente, un golpe de algo, que alguien diga algo con cojones. Entonce se me llena la cabeza de libros: Benedetti, Gamodena, Lovecraft, Cervantes, Baudealire, Gallego, Laymon, Patterson, Little, Garder, King, Ketchum, Bonald, Poe, Gelmán, Girondo, Ortega y Gasset, Faulkner, Darwin, Masterton, Eco, Storni, Galván, de Burgos, de Queirós, Zeno Gandía, Martínez, Conan Doyle, Derleth, Bierce, Nietszche, Kafka, Platón, Forsyth, Preston, Bukowski, Parra, Pérez Reverte, Stoker, DeMille, Rushdie, Lorca, Machado, Martini, Sartori, Hahn, Sócrates, Shelley y otros, mucho amigos y amigas que leí y muchos y mcuhas más que faltan por leer. Sólo quiero salir de aquí y abrir un buen libro que me deje sentir su poder, su capacidad de trásnfuga, su alimento intelectual. No hay nada como los libros.
Repaso noticias: perros muertos, guerra, un niño de diez años se suicidó en su armario, las hormigoneras se devoran la playa y la política lo pudre todo despacito. Necesito una cura contundente, un golpe de algo, que alguien diga algo con cojones. Entonce se me llena la cabeza de libros: Benedetti, Gamodena, Lovecraft, Cervantes, Baudealire, Gallego, Laymon, Patterson, Little, Garder, King, Ketchum, Bonald, Poe, Gelmán, Girondo, Ortega y Gasset, Faulkner, Darwin, Masterton, Eco, Storni, Galván, de Burgos, de Queirós, Zeno Gandía, Martínez, Conan Doyle, Derleth, Bierce, Nietszche, Kafka, Platón, Forsyth, Preston, Bukowski, Parra, Pérez Reverte, Stoker, DeMille, Rushdie, Lorca, Machado, Martini, Sartori, Hahn, Sócrates, Shelley y otros, mucho amigos y amigas que leí y muchos y mcuhas más que faltan por leer. Sólo quiero salir de aquí y abrir un buen libro que me deje sentir su poder, su capacidad de trásnfuga, su alimento intelectual. No hay nada como los libros.
martes, 6 de noviembre de 2007
De viaje
Entre los pocos elementos efímeros que me ayudan de vez en cuando a comprender la inexplicable tentación de la existencia están los viajes. Acabo de regresar de España y estoy tan de vuleta como si nunca me hubiese ido. Sé que suena ridículo, pero cometí el milagro de regresar al lugar donde fui deliz y regresé con vida. Si partimos de la premisa de que no somos más que el manojo de recuerdos que nos conforma, mis pedacitos están tirados por ahí: San Juan, Guánica, Manhattan, Madrid, Isla Verde, Santo Domingo, Porriño, etc. Mi memoria es un collage de sitios, gentes, acentos y olores.
No pienso embarcarme en el inútil intento de describir lo que soy y lo que siento en un espacio blogosférico; baste con decir que he vuelto y soy otro, el mismo. Vengo de casa y llego a casa. Las noches frías y los aeropuertos fueron una mezcla de Umberto Eco, aire frío, recuerdos mojados, Juan Gelmán, anuncios viejos, calles nuevas, Quique González, mi familia, lágrimas, vacios, luces, olores conocidos, Enrique Bunbury, Tui, sabores nuevos, montañas, extrañeza, Porriño, Porrugal, en fin, la vida.
¿Y el próximo? No sé. Lo único que sé es que ya tengo ganas de irme otra vez.
No pienso embarcarme en el inútil intento de describir lo que soy y lo que siento en un espacio blogosférico; baste con decir que he vuelto y soy otro, el mismo. Vengo de casa y llego a casa. Las noches frías y los aeropuertos fueron una mezcla de Umberto Eco, aire frío, recuerdos mojados, Juan Gelmán, anuncios viejos, calles nuevas, Quique González, mi familia, lágrimas, vacios, luces, olores conocidos, Enrique Bunbury, Tui, sabores nuevos, montañas, extrañeza, Porriño, Porrugal, en fin, la vida.
¿Y el próximo? No sé. Lo único que sé es que ya tengo ganas de irme otra vez.
martes, 16 de octubre de 2007
Una de perros
Todos conocen ya la noticia de los perros por el puente. Para variar, servidor tenía que sacarse esto del pecho y, gracias a todos los dioses del Olimpo, a El Nuevo Día le salieron cojones y decidieron publicar esto. Cabe recalcar que prefiero a los animales que a los humanos cualquier día de la semana. El mundo estaría mucho mejor con más de ellos y menos de nosotros.
16-Octubre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
El peor amigo del perro
En un país que sufre los estragos de una burocracia esclerótica y en donde el deporte nacional parece ser la incompetencia pura y dura, el “genio” de turno decidió que el problema que achaca a los residenciales de la isla que necesita ser atendido de inmediato es el de la posesión de mascotas.
Aplausos por favor.
Como resultado de esa observación, sin duda producto de la Reunión Anual de Neuronas en Reposo, las mascotas de muchos puertorriqueños terminaron sin vida debajo de un puente a manos de la compañía Animal Control Solutions: estupenda solución. Además, el ojo mediático del mundo se posó sobre nuestra islita, una vez más empeñada en reforzar imaginarios negativos (¿recuerdan el famoso artículo de la National Geographic?).
Lejos de pretender establecer o explicar el dolor que deben sentir los dueños de estos animales o de recalcar la manera en que este operativo violó cualquier procedimiento legal, código de ética, humanidad y hasta reglamentación del Departamento de Salud, lo que quiero es dejar claro que ninguno de los animales hubiese hecho lo mismo con una persona.
Ya quisieran los que tiraron a los animales desde el puente tener el sentido de lealtad que tenían sus víctimas.
De más estaría señalar que cualquiera de los que participó en la desalmada “limpieza” de mascotas merecería correr la misma suerte. Espero que la división legal que le entregó los resultados de una investigación al señor Carlos Laboy, de la Administración de Vivienda Pública, hayan hecho su trabajo. Mientras el alcalde de Barceloneta se preocupa por “el daño causado a la imagen pública del municipio”, yo sólo me entristezco de que la anémica ley de este país no tenga peso suficiente para preparar un batallón de fusilamiento al borde del susodicho puente.
16-Octubre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR
El peor amigo del perro
En un país que sufre los estragos de una burocracia esclerótica y en donde el deporte nacional parece ser la incompetencia pura y dura, el “genio” de turno decidió que el problema que achaca a los residenciales de la isla que necesita ser atendido de inmediato es el de la posesión de mascotas.
Aplausos por favor.
Como resultado de esa observación, sin duda producto de la Reunión Anual de Neuronas en Reposo, las mascotas de muchos puertorriqueños terminaron sin vida debajo de un puente a manos de la compañía Animal Control Solutions: estupenda solución. Además, el ojo mediático del mundo se posó sobre nuestra islita, una vez más empeñada en reforzar imaginarios negativos (¿recuerdan el famoso artículo de la National Geographic?).
Lejos de pretender establecer o explicar el dolor que deben sentir los dueños de estos animales o de recalcar la manera en que este operativo violó cualquier procedimiento legal, código de ética, humanidad y hasta reglamentación del Departamento de Salud, lo que quiero es dejar claro que ninguno de los animales hubiese hecho lo mismo con una persona.
Ya quisieran los que tiraron a los animales desde el puente tener el sentido de lealtad que tenían sus víctimas.
De más estaría señalar que cualquiera de los que participó en la desalmada “limpieza” de mascotas merecería correr la misma suerte. Espero que la división legal que le entregó los resultados de una investigación al señor Carlos Laboy, de la Administración de Vivienda Pública, hayan hecho su trabajo. Mientras el alcalde de Barceloneta se preocupa por “el daño causado a la imagen pública del municipio”, yo sólo me entristezco de que la anémica ley de este país no tenga peso suficiente para preparar un batallón de fusilamiento al borde del susodicho puente.
domingo, 7 de octubre de 2007
Historia nocturna (y un deseo)
"Hoy dice el diario que ha muerto una mujer que conocí..."- Sabina
Fue un fin de semana cargado y llega la noche del domingo como una promesa de paz y rutina. Entre las cosas que debo hacer y que sobreviven a la lista de las que tengo que pero simplemente me niego a hacer está llamar a mi amigo y consorte radial, Jorge. Cuadramos rápidamente nuestro segundo intento de exponer los problemas de seguridad de la UPR desde adentro (nos gusta joder con el sistema y jugar con fuego, demás clichés, etc., bla bla bla). Queda la hora pautada y las incertidumbres de siempre en el aire. Estamos a punto de colgar y se saca de la manga una noticia que dice más o menos algo sobre un hombre encontrado en la calle, asesinado a puñaladas, vestido de mujer y que se sospecha que era empleado público. Inmediatamente mi cerebro se mueve hasta hace cerca de medio año atrás, cuando hicimos un programa sobre prostitución en Río Piedras. Entre las entrevistas que realizamos en nuestro arduo quehacer periodístico/cultural, resalta la memoria de Carmen.
Eran cerca de las dos de la mañana y, si no me equivoco, era lunes. Estabamos en una callejuela plagada de prostitutas travestis y Carmen fue la única valiente que nos otorgó lo que, bajo aquellas circunstancias de guerrilla, se podría catalogar como una entrevista a fondo. Era un hombre de unos 26 o 27 años que se prostituía por las noches y era empleado público por el día. Entiendo que las probabilidades de que sea la misma persona son ínfimas, pero cosas más raras se ven todos los días. Imagino la imagen (ya borrosa en mi memoria sobrecargada) de Carmen bocabajo en una cuneta, cosida a cuchilladas. Otra puta muerta. Otra historia sin terminar de contar. Otra sonrisa noctámbula que se apaga. Espero que no haya sido ella, pero también he aprendido que no se puede esperar gran cosa de este puto mundo de mierda.
Fue un fin de semana cargado y llega la noche del domingo como una promesa de paz y rutina. Entre las cosas que debo hacer y que sobreviven a la lista de las que tengo que pero simplemente me niego a hacer está llamar a mi amigo y consorte radial, Jorge. Cuadramos rápidamente nuestro segundo intento de exponer los problemas de seguridad de la UPR desde adentro (nos gusta joder con el sistema y jugar con fuego, demás clichés, etc., bla bla bla). Queda la hora pautada y las incertidumbres de siempre en el aire. Estamos a punto de colgar y se saca de la manga una noticia que dice más o menos algo sobre un hombre encontrado en la calle, asesinado a puñaladas, vestido de mujer y que se sospecha que era empleado público. Inmediatamente mi cerebro se mueve hasta hace cerca de medio año atrás, cuando hicimos un programa sobre prostitución en Río Piedras. Entre las entrevistas que realizamos en nuestro arduo quehacer periodístico/cultural, resalta la memoria de Carmen.
Eran cerca de las dos de la mañana y, si no me equivoco, era lunes. Estabamos en una callejuela plagada de prostitutas travestis y Carmen fue la única valiente que nos otorgó lo que, bajo aquellas circunstancias de guerrilla, se podría catalogar como una entrevista a fondo. Era un hombre de unos 26 o 27 años que se prostituía por las noches y era empleado público por el día. Entiendo que las probabilidades de que sea la misma persona son ínfimas, pero cosas más raras se ven todos los días. Imagino la imagen (ya borrosa en mi memoria sobrecargada) de Carmen bocabajo en una cuneta, cosida a cuchilladas. Otra puta muerta. Otra historia sin terminar de contar. Otra sonrisa noctámbula que se apaga. Espero que no haya sido ella, pero también he aprendido que no se puede esperar gran cosa de este puto mundo de mierda.
martes, 25 de septiembre de 2007
Una foto
Es casi algo poético. Se abre el diafragma de la cámara y un segundo queda plasmado para toda la vida. Y de vez en cuando sucede que, por algún capricho del destino, nos topamos con el pasado en forma fotográfica.
Hace unos días me encontré con esta foto. Juanito, Willie, Trobi y yo, bebiendo a media mañana y jugando billar en una bar de Playa Santa. Eran otros tiempos. Eran días que se pintaban de sol y noches que se nublaban de alcohol. Era otra música y otros libros. Otras amistades, otra universidad, otro trabajo. Discutíamos sobre lo que íbamos a hacer con nuestras vidas. Después la vida pasó y se limpió el culo con nuestros planes. Willie se casó. Juan está más canoso y más flaco. Trobi estudia su maestría y yo soy profesor. Ahora nos limitamos a añorar aquellos días de risa y cerveza, de música y güisqui a cualquier hora del día. Guánica sigue en el mismo sitio. Aún somos hermanos y nos queremos igual, pero la vida siguió, las cosas cambiaron. Ahora hacemos citas para vernos y nos reunimos sólo en ocasiones especiales, como la gente adulta.
Veo esta foto y veo lo que fuimos, un tiempo que a pasó y dejó su huella. Trato de evitar sistemáticamente la nostalgia tonta y la melancolía barata, pero extraño el pasado. Es increíble todo lo que puede traernos una foto. Me veo, como buen escritor, obligado a terminar esta entrada con palabras prestadas:
"Y entre tantas victorias
-recordamos ahora con la sonrisa triste-
llegamos a pensar que también venceríamos
sobre el destino incluso, sin saber que el destino
no se rinde a la fuerza ni al empeño,
ni que tantos propósitos en las cenas del sábado,
todo aquello que íbamos
a hacer con las mujeres y la vida,
sería más bien esto que los jueves
no deja de asombrarnos que hayan hecho
la vida y las mujeres con nosotros"
- Vicente Gallego
De más está decir que esta entrada va dedicada a Juan, a Trobi, a William, a Guánica, a la juventud que ignora el futuro y a todo lo bueno que la vida tatúa en nuestro pasado con tal de que nos toque el corazón una puñetera foto que encontremos de cuatro amigos tomando cerveza.
lunes, 17 de septiembre de 2007
Un día en el circo
Es sábado y la vida se las arregla para que tenga que salir a la calle. Estoy en Plaza Carolina y se me aguza el ojo. Estoy en una tienda de zapatos y detrás de la caja registradora hay una mujer muy varonil toda vestida de negro. Veo que tiene una pulsera de plástico en la muñeca izquierda. La pulsera tiene escrito "Dios es Bueno". Eso sí que es una declaración del carajo. Sigo mirándola por aquello del entretenimiento y me percato de que tiene un enorme chupón o hicky en el lado derecho de su cuello. Me río. Me asomo a la puerta de la tienda parsa escapar de la maldad que hay en mi cerebro y no decir nada y veo un gigantesco muñeco de alrededor de 11 o 12 pies de alto. Es un cabezón con un uniforme de la Guardia Nacional y juega con cinco o seis niños que tiene a su alrededor. Siento náuseas y vuelvo a entrar a la tienda. Hay un cochofle negro con el pelo pintado de amarillo al lado de la caja. Lleva unos pantalones blancos tan apretados que le deben estar tocando el ombligo... por dentro. Salgo de allí esperando que la visita al supermercado me depare menos visuales desagradables.
Llego al supermercado y me bajo. Llueve. Aprieto los dientes y me cago en Murphy como siempre. Después de dos minutos de confusión encuentro un carrito. Obviamente, no anda bien y tira para la derecha. Choco dos veces al girar para entrar en los pasillos hiperpoblados del recinto. Finalmente, luego de varios empujones y tres o cuatro viejas cruzadas en el medio, llego a hacer la fila para pagar. Veo pasar un gordo como de siete pies con la barriga saliéndosele por debajo de la camisa y un culo que las nalgas casi le pegaban en la nuca cuando caminaba. Miro hacia delante para evitar problemas. En frente de mi carrito hay una ghetto queen con un tatuaje indescifrable en el antebrazo izquierdo. Lleva una camisita azul apretada que revela todas sus formas, y eso no es bueno porque dichas formas debería haberse quedado ocultas. Tiene más maquillaje que un payaso. Decido mirar mejor lo que está comprando antes de sucumbir a la rutina de ver las TeVe Guía para combatir el aburrimiento. Eventualemente escribiré algo sobre mi idea de que se puede decir mucho de una persona por lo que compra en el supermercado. La ghetto queen lleva, entre otras cosas, ocho latas de cornbeef marca Grande y 16, si, dos veces ocho, padrinos de dos litros de Fanta de uva.
Salgo del supermercado a buscar el carro bajo la lluvia y mientras corro pienso en la paz y tranquilidad, en la belleza y el solaz que me ofrecen mis callados libros y el silencio pac+ifico de mi casa. Creo que me estoy volviendo viejo.
Llego al supermercado y me bajo. Llueve. Aprieto los dientes y me cago en Murphy como siempre. Después de dos minutos de confusión encuentro un carrito. Obviamente, no anda bien y tira para la derecha. Choco dos veces al girar para entrar en los pasillos hiperpoblados del recinto. Finalmente, luego de varios empujones y tres o cuatro viejas cruzadas en el medio, llego a hacer la fila para pagar. Veo pasar un gordo como de siete pies con la barriga saliéndosele por debajo de la camisa y un culo que las nalgas casi le pegaban en la nuca cuando caminaba. Miro hacia delante para evitar problemas. En frente de mi carrito hay una ghetto queen con un tatuaje indescifrable en el antebrazo izquierdo. Lleva una camisita azul apretada que revela todas sus formas, y eso no es bueno porque dichas formas debería haberse quedado ocultas. Tiene más maquillaje que un payaso. Decido mirar mejor lo que está comprando antes de sucumbir a la rutina de ver las TeVe Guía para combatir el aburrimiento. Eventualemente escribiré algo sobre mi idea de que se puede decir mucho de una persona por lo que compra en el supermercado. La ghetto queen lleva, entre otras cosas, ocho latas de cornbeef marca Grande y 16, si, dos veces ocho, padrinos de dos litros de Fanta de uva.
Salgo del supermercado a buscar el carro bajo la lluvia y mientras corro pienso en la paz y tranquilidad, en la belleza y el solaz que me ofrecen mis callados libros y el silencio pac+ifico de mi casa. Creo que me estoy volviendo viejo.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Un paso más hacia el precipicio
Les presento al último exiliado del infierno en la tierra. Se llama Zeno y es la creación más reciente de la compañía Hanson Robotics. Por el momento es sólo un prototipo de 17 pulgadas y 6 libras de peso que le demuestra al mundo las posibilidades de la tecnología. Lo que más me jode es el hecho de que lo piensan comercializar como un robot de compañía que sólo tendrá un costo de alrededor de 300 dólares. El pequeño pedacito de apocalípsis tiene ojos que parpadean y te persiguen mientras caminas por la habitación (¿nadie ha visto la pelicula de Chucky?). Además, este "artificial boy" asemeja casi todas las expresiones de la cara de los humanos. Gracias a todos los santos, todavía no camina ni habla, aunque son cosas que definitivamente hará en el futuro. Es bueno saber que aquellos imbéciles sociales que no puedan encontrar con quien llevarse bien entre los 6,477 millones de personas que hay en la faz de la tierra, tendrán un diminuto amigo artificial que los ayude a discutir sus problemas y compartir sus alegrías.
Alguien entrará un día en la habitación de su recién nacido y encontrará a Zeno mirando con expersión de odio la cuna. Creo que la foto habla por sí sola. En ese momento se desatará la guerra. Ruptura del todo. Pandemonio. Una hermosura indescriptible. Yo sigo esperando.
lunes, 3 de septiembre de 2007
Profesor
Hay palabras que, al pronunciarse, caen por el centro de la habitación donde se esté con el peso de un martillo gigante. Estos vocablos no necesariamente son soeces o desconocidos. Para ilustrar la potencia que pueden tener algunas palabras, utilizaré el ejemplo que vivió este servidor la semana pasada.
Había culminado los tediosos trámites correspondientes a la adquisición de un nuevo empleo. También había llegado al lugar en donde ejercería una labor a cambio de cierta remuneración económica. Hasta me había vestido de persona con todas las complicaciones e incomodidades que dicha facha conlleva. De improvisto, me vi frente a un grupo de jóvenes que no distaban mucho del número de veranos que ha vivido el que suscribe. De repente, como un frío súbito, como un alarido que surge de la nada, como un impacto de bala en medio de un tango, como un avión que entra estrepitosamente por la ventana de una iglesia, como el quejido inhumano de un gato a las tres de la mañana, como una garra de oso deslizándose sobre una pizarra sale de la boca de una de las mujeres que allí estaban sentadas: "Con permiso, PROFESOR".
De más está decir que en la eternidad que duró el subsiguiente segundo, todo lo que me podía temblar me tembló y algunas paredes imaginarias en las que alguno de mis duendes mentales había escrito un pequeño pronostico sobre lo que sería mi vida se resquebrajaron. La habitación dio vueltas y quedé suspendido en el vacío de la incertidumbre. Por suerte, la capacidad de improvisación que me caracteriza me sacó adelante. Antes de que me diera cuenta salió reptando de mi boca lo único que me podía salvar: "Dígame".
Había culminado los tediosos trámites correspondientes a la adquisición de un nuevo empleo. También había llegado al lugar en donde ejercería una labor a cambio de cierta remuneración económica. Hasta me había vestido de persona con todas las complicaciones e incomodidades que dicha facha conlleva. De improvisto, me vi frente a un grupo de jóvenes que no distaban mucho del número de veranos que ha vivido el que suscribe. De repente, como un frío súbito, como un alarido que surge de la nada, como un impacto de bala en medio de un tango, como un avión que entra estrepitosamente por la ventana de una iglesia, como el quejido inhumano de un gato a las tres de la mañana, como una garra de oso deslizándose sobre una pizarra sale de la boca de una de las mujeres que allí estaban sentadas: "Con permiso, PROFESOR".
De más está decir que en la eternidad que duró el subsiguiente segundo, todo lo que me podía temblar me tembló y algunas paredes imaginarias en las que alguno de mis duendes mentales había escrito un pequeño pronostico sobre lo que sería mi vida se resquebrajaron. La habitación dio vueltas y quedé suspendido en el vacío de la incertidumbre. Por suerte, la capacidad de improvisación que me caracteriza me sacó adelante. Antes de que me diera cuenta salió reptando de mi boca lo único que me podía salvar: "Dígame".
lunes, 27 de agosto de 2007
Decisiones
Aprietas los dientes y tomas lo que te ofrecen. Es eso o el precipicio. Dejas la depresión en el baúl del carro, al sol, y te bajas en algún destino. Sabes que te engañaron y te duele, pero sigues adelante. Sueñas con rascacielos y horizontes, otros lugares, otros tiempos, otras gentes, otros planes. La verdad te abofetea la cara y sólo te queda sonreír. No puedes refugiarte en al acohol, no puedes escapar al pasado. La paz está en las canciones del camino y en la seguridad intermitente de que algo nuevo y mejor espera a la vuelta de la esquina. Te sientes un esclavo asalariado, un pateado de la vida. Te sientas a leer poemas maniacodepresivos y a ver programas vacíos en la televisión. Así es la vida.
sábado, 25 de agosto de 2007
El viejo del supermercado
Estoy en el supermercado. Empujo mi carrito distraídamente persiguiendo a Ady por los pasillos del establecimiento. Me pregunto qué hago en ese sitio. La respuesta es nada. Sólo estoy ahí en un acto inconsciente de obediencia que, en realidad, no me cuesta nada. Sólo la acompaño y le cargo la compra para simplificarle la existencia.
De repente me topo de frente con un viejo como de 60 años. Está bien vestido: pantalón crema, camisa de manga corta de rayas por dentro y zapatos de vestir. Tiene cara de buena persona. Es uno de esos pocos seres que me caen bien sin haber hablado con ellos nunca. El viejo me simpatiza. Veo desde lejos que la angustia se dibuja en su ceño. Cuando me acerco un poco me percato de que tiene una lata en cada mano y el celular enganchado en la oreja. "Es que hay leche de coco y extracto de coco" dice con voz preocupada. "No hay ninguno que sea Coco López" dice aún más angustiado. Me quedo observándolo a manera de estudio social y veo que trata de hablar pero la voz que le contesta desde el otro extremo de la línea no lo deja. Imagino que recibe las instrucciones nuevamente, y de mala gana. Trato de ignorarlo para no meterme en su situación y le digo algo a Ady. Unos segundos más tarde vuelvo a mirar al viejo. Tiene cara de que está a punto de llorar. Lo escuché decir que no había lo que la vieja quería. En ese momento lo veo mirando el celular con una tristeza del carajo. La pantalla está encendida: sé que le gritaron la última orden y le engancharon sin despedirse, sin un te quiero y sin darle más oportunidad de explicación. Entonces me hago la película mental. La puñetera vieja ociosa de turno se antojó de hacer alguna receta ridícula que vio en alguna revista pendeja para mujeres sin nada que hacer. Se antojó del postre y le faltaba el coco molido, el extracto de coco, la leche de coco o lo que fuera. Entonce sucedió lo de siempre: el pobre viejo tuvo que vestirse para salir al supermercado a las diez de la noche. Obviamente, la vieja de mierda no se iba a vestir para salir a esa hora a buscar el maldito coco.
Mientras Ady termina de pagar veo al viejo en la fila expreso pagando dos latas con productos de coco diferentes y dos latas diferentes de leche condensada (imagino su otra odisea láctea). Me lo imagino llegando a su casa a recibir gritos porque es un bruto y no compró el puto coco que tenía que comprar. Me lo imagino comiéndose la porquería de postre y mientiéndole a su consorte que no cesa de preguntarle si está bueno. Hubiése quedado mejor si el hubiése llevado el coco que le pidieron. De repente estalla un rayo de luz en mi imaginación y lo imagino con una sonrisa sarcástica en la cara diciéndole a la vieja caprichosa: "Vete a la mierda, ese es el coco que había. No puedes cocinar huevos fritos y estás intentándo hacer postres gourmet. Vete al carajo y métete el jodío coco por el culo, vieja repugnante. El próximo capricho te lo cumples tu solita cariño". Me río de alegría. Ady me pregunta qué me pasa. Nada mi amor, nada. A veces hay un lazo invisible e indestructible entre los hombres. Espero que el pobre viejo esté tan bien como se merezca.
De repente me topo de frente con un viejo como de 60 años. Está bien vestido: pantalón crema, camisa de manga corta de rayas por dentro y zapatos de vestir. Tiene cara de buena persona. Es uno de esos pocos seres que me caen bien sin haber hablado con ellos nunca. El viejo me simpatiza. Veo desde lejos que la angustia se dibuja en su ceño. Cuando me acerco un poco me percato de que tiene una lata en cada mano y el celular enganchado en la oreja. "Es que hay leche de coco y extracto de coco" dice con voz preocupada. "No hay ninguno que sea Coco López" dice aún más angustiado. Me quedo observándolo a manera de estudio social y veo que trata de hablar pero la voz que le contesta desde el otro extremo de la línea no lo deja. Imagino que recibe las instrucciones nuevamente, y de mala gana. Trato de ignorarlo para no meterme en su situación y le digo algo a Ady. Unos segundos más tarde vuelvo a mirar al viejo. Tiene cara de que está a punto de llorar. Lo escuché decir que no había lo que la vieja quería. En ese momento lo veo mirando el celular con una tristeza del carajo. La pantalla está encendida: sé que le gritaron la última orden y le engancharon sin despedirse, sin un te quiero y sin darle más oportunidad de explicación. Entonces me hago la película mental. La puñetera vieja ociosa de turno se antojó de hacer alguna receta ridícula que vio en alguna revista pendeja para mujeres sin nada que hacer. Se antojó del postre y le faltaba el coco molido, el extracto de coco, la leche de coco o lo que fuera. Entonce sucedió lo de siempre: el pobre viejo tuvo que vestirse para salir al supermercado a las diez de la noche. Obviamente, la vieja de mierda no se iba a vestir para salir a esa hora a buscar el maldito coco.
Mientras Ady termina de pagar veo al viejo en la fila expreso pagando dos latas con productos de coco diferentes y dos latas diferentes de leche condensada (imagino su otra odisea láctea). Me lo imagino llegando a su casa a recibir gritos porque es un bruto y no compró el puto coco que tenía que comprar. Me lo imagino comiéndose la porquería de postre y mientiéndole a su consorte que no cesa de preguntarle si está bueno. Hubiése quedado mejor si el hubiése llevado el coco que le pidieron. De repente estalla un rayo de luz en mi imaginación y lo imagino con una sonrisa sarcástica en la cara diciéndole a la vieja caprichosa: "Vete a la mierda, ese es el coco que había. No puedes cocinar huevos fritos y estás intentándo hacer postres gourmet. Vete al carajo y métete el jodío coco por el culo, vieja repugnante. El próximo capricho te lo cumples tu solita cariño". Me río de alegría. Ady me pregunta qué me pasa. Nada mi amor, nada. A veces hay un lazo invisible e indestructible entre los hombres. Espero que el pobre viejo esté tan bien como se merezca.
jueves, 9 de agosto de 2007
Salud, educación, San Nosequién y la madre de los tomates
Regreso a la patria después de mi estadia en Fort Lauderdale y no me dan tiempo de antes de obligarme al cinismo nuevamente. En esta ocasión pasé todo un día en la sala de espera del Hospital San Pablo de Bayamón esperando que operaran a mi tio. Se pueden imaginar que la idiotez y la incompetencia absoluta fueron la orden del día. De todas formas, lo que de verdad quería decir es que aquí está la columna que me publicó El Nuevo Día ayer, miércoles 8 de agosto, al respecto.
Cirugía (de)ambulante
Gabino Iglesias
Periodista y escritor
Son las seis y veinte de la mañana y me deslizo entre piernas extrañas en compañía de mi padrino. Estamos en la sala de cirugía ambulatoria y ambulante de un hospital, cuyo nombre dejaré en el tintero, y buscamos asiento. Veo pasar la mañana como si nada.
Me canso de ver programas repetitivos sobre cuasinoticias y me leo este diario de rabo a cabo.
Llega el mediodía “sans” almuerzo y me recreo con 600 páginas de literatura hasta que se me cansa la vista.
Me concentro en los eventos del país para obviar la agonía de mi cóccix. ¿Por qué los empleados de la UPR, los obreros del país y las personas que trabajan en diversas tiendas de bienes y servicios pueden usar un “ponchador” sin problema alguno y, sin embargo, para los maestros del sistema escolar público esto es una violación a su privacidad? ¿No son nueve millones de dólares perdidos por falta de servicios prestados una violación al bolsillo del pueblo? ¿Debo sentirme menos persona por todas las veces que he corrido para “ponchar”? ¿No hay clases de honestidad?
Llega la tarde y sigo esperando. Ahora rezo por que el galeno de turno, o sea, el que le toque manejar el láser sobre el ojo de mi padrino, no sea otro médico de mentira.
A veces creo que es mejor no estar informado.
Llega la noche y la sala se va vaciando. Me voy quedando cada vez más solo hasta que, finalmente, se abre una puerta y sale mi padrino en silla de ruedas.
Son las nueve y media de la noche. Le doy las gracias a San Nosequién y entonces me pregunto: si puedo salir de aquí y seguir amando este pedacito de tierra ¿qué les cuesta “ponchar” a los maestros y hacer las cosas bien a los médicos?
Cirugía (de)ambulante
Gabino Iglesias
Periodista y escritor
Son las seis y veinte de la mañana y me deslizo entre piernas extrañas en compañía de mi padrino. Estamos en la sala de cirugía ambulatoria y ambulante de un hospital, cuyo nombre dejaré en el tintero, y buscamos asiento. Veo pasar la mañana como si nada.
Me canso de ver programas repetitivos sobre cuasinoticias y me leo este diario de rabo a cabo.
Llega el mediodía “sans” almuerzo y me recreo con 600 páginas de literatura hasta que se me cansa la vista.
Me concentro en los eventos del país para obviar la agonía de mi cóccix. ¿Por qué los empleados de la UPR, los obreros del país y las personas que trabajan en diversas tiendas de bienes y servicios pueden usar un “ponchador” sin problema alguno y, sin embargo, para los maestros del sistema escolar público esto es una violación a su privacidad? ¿No son nueve millones de dólares perdidos por falta de servicios prestados una violación al bolsillo del pueblo? ¿Debo sentirme menos persona por todas las veces que he corrido para “ponchar”? ¿No hay clases de honestidad?
Llega la tarde y sigo esperando. Ahora rezo por que el galeno de turno, o sea, el que le toque manejar el láser sobre el ojo de mi padrino, no sea otro médico de mentira.
A veces creo que es mejor no estar informado.
Llega la noche y la sala se va vaciando. Me voy quedando cada vez más solo hasta que, finalmente, se abre una puerta y sale mi padrino en silla de ruedas.
Son las nueve y media de la noche. Le doy las gracias a San Nosequién y entonces me pregunto: si puedo salir de aquí y seguir amando este pedacito de tierra ¿qué les cuesta “ponchar” a los maestros y hacer las cosas bien a los médicos?
lunes, 23 de julio de 2007
Sometimes life is good
Afuera un rayo parte la noche y sorbo mi cerveza parsimoniosamente, como quien no quiere la cosa. La lluvia cae al pavimento como una venganza y yo escribo en calzoncillos. Es por comodidad más que por un statement. Hay una novela a medio leer en la mesita de noche que me está llamando. El televisor se aburre de estar apagado. Escucho la ducha en el cuarto de baño de este hotel lleno de fantasmas y apuesto mis últimos dólares a que es un ángel duchándose. Tengo un monday blues que te cagas y estoy harto de conducir. Escribo un poema pésimo sobre aceptar que no soy Bukowski y lo guardo para borrarlo después, u olvidarme de hacerlo y reirme cuando lo vuelva a encontrar. Pienso que también llueve en esa playa que hay frente al hotel y me río. Fort Lauderdale no es Nueva York, pero vale la pena visitarla. Estoy en una ciudad llena de ex-hippies, negocios de comida rápida y latinos exiliados: las vacaciones perfectas para escribir. La puerta del baño se abre y sale el ángel: gané la apuesta. De repente me siento como un ganador y la tormenta de afuera no me molesta tanto. La cerveza empieza a calentarse y acepto que necesito darme un baño. Probablemente la vida siga después de la lluvia y la calle esté en el mismo sitio. Así es la vida, por lo menos cuando es buena.
sábado, 21 de julio de 2007
Imhotep v. Hipócrates
Resulta que de vez en cuando me pongo justiciero. A fin de cuentas hay que darle al César lo del César, ¿no? Imhotep fue un sabio médico, astrólogo y arquitecto que vivió, aproximadamente, entre el 2,690 y el 2,610 A.D. Es el responsable del primer tratado de medicina que conocemos (conocido como el papiro Edwin Smith). En dicho escrito, Imhotep recomienda la utilización de opiaceos como anestésicos, explica cómo suturar heridas abiertas, describe observaciones anatómicas y discute el diagnóstico y el tratamiento para muchas heridas y enfermedades comunes. Además, es el responsable de la construcción de la pirámide escalonada de Saqqara, donde enterraron al faraón Zoser. A saber, en todo el escrito de Imhotep sólo se encuentra una alusión a un tratamiento mágico.
Por otro lado, casi 2, 200 años más tarde, Hipócrates se inventa los cuatro humores: flema, bilis amarilla, bilis negra y sangre. Además, se sacó de la manga el juramento hipocrático y dijo que lo mejor para tratar un paciente es observarlo primero. Coño, que brillante. Imhotep descubrió cosas como que la miel es antibacterial y ayuda a que curen las heridas. Hipócrates descubrió que si hay sangre o la bilis está negra, la cosa está jodida. Increíble.
El punto es que los doctores, usualmente, no son seres cargados de ese emperamento serio, calmado y honesto que se supone que les impone el susodicho juramento hipocráticoy que me parece que llamar a Hipócrates el padre de la medicina moderna es un insulto para el verdadero padre de la medicina: Imhotep.
jueves, 12 de julio de 2007
Las profecías de Isaac
Anoche, a eso de las 12:30 a.m., me debatía como de constumbre entre la consciencia y la etapa previa al sueño. Por casualidades del destino fui a parar con el dedo y los ojos a Televisión Española Internacional. Estaban haciendo un reportaje especial sobre la nueva versión de la Honda de su simpático robot Asimo. Ahí, en pantalla, estaba el cabrón de Asimo caminando, trotando y sirviendo el café. La Honda decía que ya vislumbran el día en que Asimo pueda pensar por sí mismo. No hay que decir que soy un apocalíptico de primer orden y que esas palabras me provocaron una pequeña revolución interior. Las palabras de la Honda me traían visiones de monstruos asesinos con inteligencia artificial. Nada de niñitos maricones como en la aburridísima visión de Spielberg. Veía muerte, apocalipsis, destrucción total, el fin de la humanidad. Quise hablar con Fukuyama, quise matar mi televisor y desconectar mi Internet. Me di cuenta de que las visiones de Ray Bradbury y, sobre todo, las de Isaac Asimov eran más ciertas que nunca. Y entonces tomé una decisión: cuando llegué la destrucción y la revolución de las máquinas yo me engancharé los libros de Asimov (Asimo se llama el robot, ¿coincidencia?) debajo del brazo y lideraré la revolución de los apocalípticos. A fin de cuentas, llevo tiempo adviertiéndoselo...
martes, 26 de junio de 2007
Autoayuda my ass
Veo las listas de los libros más vendidos y siempre están presentes los de autoayuda. Me parece ridículo. El positivismo comercializado me da asco. En la vida hay veces en que se jode la pandereta y lo único que nos queda es aguantar y seguir tirando. Autoayuda es ayudarse a uno mismo. ¿Y quién coño se supone que nos ayude? El punto es que el ser humano se niega a aceptar que de vez en cuando la cosa se pone mal, se fastidia el asunto, se jode el quiosco. Finito. Kaput. Fin de la historia. Game over. Please insert coin. Fuck you very much. Todos pasamos por momentos malos y por momentos buenos. Aún no he visto un libro que se titule: "Cómo pasarlo bien en la playa con tus amigos, tu novia y una neverita llena de cerveza". Ese libro no existe porque la gente de este bendito mundo no quiere leer cuando lo está pasando bien, no necesita consejos para los momentos en los que la sonrisa viene sola. Ah, pero cuando se pone fea la cosa todos corren a la librería más cercana a buscar algún librito pendejo donde un guru light les dice cómo deben centrarse, perdonar, buscar el ángulo bueno de todas las situaciones y otro montón de estupideces inservibles. Poco importa. Lo que yo diga caerá en oídos sordos y la próxima lista de los libros más vendidos vendrá plagada de libritos en los que un infeliz le dice a otro lo mismo que le pueden decir sus amigos (o el sentido común) por un módico precio. Yo seguiré trabajando con mis lamentos solo y leyendo literatura de verdad. Hasta ahora, siempre ha funcionado.
lunes, 18 de junio de 2007
Noche de pub
Es viernes y llego a la entrada del pub después de pagarle tres pesos a un tecato por estacionarme en un sitio privado y un tipo me mira mal. Todo lo que comienza mal, termina peor. Me pregunto qué carajo hago allí y no me contesto: son cosas del amor. Llego a la entrada del local y doy un paso al frente y el orangután encargado de la puerta me pide un ID. Después de asegurarse de que yo soy yo (a veces yo mismo dudo) procede a sobarme las piernas y tocarme los huevos. Finalmente está seguro de que no soy un asesino cargando un hacha y me deja pasar a la próxima fase. La imbécil de turno me pide cinco dólares por entrar con una cara de lechuga del carajo y tengo que salir a la ATH para sacar el dinero. A la vuelta el mandril de la entrada vuelve a repetir el porcedimiento de sobo genital y me deja pasar a ver a la neurocirujana de la mesita otra vez. Le doy un billete de veinte y juro que pareció hacer cálculos para darme la vuelta. Casi le ofrezco la calculadora del celular pero me abstuve, Ady me esperaba dentro. La tipa me devolvió los quince dólares y me marcó como al ganado antes de dejarme entrar. Una vez dentro del local me empujo con un par de morones en movimiento y llego a mi destino. Entre gritos me presentan a la gente y me escapo inmediatamente al refugio de siempre: la barra. Pido un Long Island Iced Tea para Ady y una cerveza nacional para mi y saco un billete de cinco. El bartender me mira todo serio y me escupe a la cara: "Ocho seteintaycinco". Puñeta. Saco el billete de diez y espero mi cambio. Regreso al lugar de partida haciendo malabares y repartiendo chinos entre la gente para no virar el trago y me tranquilizo aferrado a mi cerveza.
A mi alrededor se mueven cuerpos embutidos en camisas de marca y faldas apretadas mientras corean canciones vacías que no dicen nada con una pasión del carajo. Miro con calma y veo todos los estereotipos. Los tímidos en las esquinas, los tiburones al acecho, las flejes (en todas sus vertientes: petardos, cochofles, pistolas, putiflejes, etc), los lindines (también en todas sus múltiples manifestaciones: putisexies, gorditos con torta, papichulos, patos de closet, etc.), las parejas conformistas, los alcohólicos, las bailarinas feas en busca de principes azules, los viejos que intentan recuperar su juventud perdida y un sinnúmero de etcéteras que comienzan a marearme.
Por mi parte, me siento viejo. Viejo y cansado. No entiendo el ambiente, se me acabó la cerveza y nadie dice nada. Empiezo a buscar problemas con los ojos. Estoy ácido. De repente me doy cuenta de que necesito salir de allí. Ya en la calle me siento más viejo y más cansado. Hay algo que me duele por ponerme viejo. Nunca fui como los demás, pero ahora empieza a ser ridícula la diferencia. Hay algo que nos impide hacer cosas que antes hacíamos como si nada. Me duele mi odio por los conglomerados, los clubes, las asociaciones, las discotecas y los pubs de moda. Cada vez soy más barrita oscura, más galán de lechonera, más boleros viejos y menos tecno. Cada vez soy más yo y eso me impide juntarme con los demás en esos engalanados antros de moda donde el fichuleo y la comemierdería me impiden respirar. Probablemente soy una bestia antisocial. ¿Y?
A mi alrededor se mueven cuerpos embutidos en camisas de marca y faldas apretadas mientras corean canciones vacías que no dicen nada con una pasión del carajo. Miro con calma y veo todos los estereotipos. Los tímidos en las esquinas, los tiburones al acecho, las flejes (en todas sus vertientes: petardos, cochofles, pistolas, putiflejes, etc), los lindines (también en todas sus múltiples manifestaciones: putisexies, gorditos con torta, papichulos, patos de closet, etc.), las parejas conformistas, los alcohólicos, las bailarinas feas en busca de principes azules, los viejos que intentan recuperar su juventud perdida y un sinnúmero de etcéteras que comienzan a marearme.
Por mi parte, me siento viejo. Viejo y cansado. No entiendo el ambiente, se me acabó la cerveza y nadie dice nada. Empiezo a buscar problemas con los ojos. Estoy ácido. De repente me doy cuenta de que necesito salir de allí. Ya en la calle me siento más viejo y más cansado. Hay algo que me duele por ponerme viejo. Nunca fui como los demás, pero ahora empieza a ser ridícula la diferencia. Hay algo que nos impide hacer cosas que antes hacíamos como si nada. Me duele mi odio por los conglomerados, los clubes, las asociaciones, las discotecas y los pubs de moda. Cada vez soy más barrita oscura, más galán de lechonera, más boleros viejos y menos tecno. Cada vez soy más yo y eso me impide juntarme con los demás en esos engalanados antros de moda donde el fichuleo y la comemierdería me impiden respirar. Probablemente soy una bestia antisocial. ¿Y?
martes, 22 de mayo de 2007
Recuerdo II
A veces recuerdo salir del Hotel Pennsylvania a las tres o las cuatro de la mañana, con frío, y caminar con las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Algunas veces iba solo, otras veces iba con Trobi. LLegaba, o llegábamos, a un callejón donde un indú habría su tiendecita de comestibles las 24 horas y compraba una chocolatina. Si Trobi estaba, compraba Snapple. Y así recuerdo apoyarme en las paredes sucias del Hotel Pennsylvania con la chocolatina en mano. Oliendo el humo del cigarrillo de Trobi mientras su cara se desdibujaba tras volutas de humo cansado y su boca paría genialidades o pendejadas con la misma facilidad. Recuerdo que éramos felices. Recuerdo que íbamos a cambiar el mundo. A veces creo que es mejor no recordar.
martes, 15 de mayo de 2007
Cuatro cervezas, tres amigos, dos ciudades y una noche
Todas las ciudades tienen dos caras. Todas esconden un lado oscuro que sale a la hora de las ratas y el silencio y que la mayoría de la población no conoce. Río Piedras es una ciudad de grietas y cigarrillos, de tecatos y prostitutas, de música y teatro, de alcohol y aceras, de proxenetas y jeringuillas, es una ciudad peligrosa, plural, heteroglósica y extraña... y de noche se pone peor.
Anoche Río Piedras estaba en pleno hormigueo, sin importar que fuera lunes, y ahí estabo yo, en el lado oscuro que no visita ni la policía, tomándome una cerveza en cada barra repleta de olores insultantes y escabrosos habitantes nocturnos. ¿La culpa? de Jorge. De vez en cuando uno se topa con personas a las que no les puedes contestar con una negativa, incluso obviando la alta probabilidad de que el asunto termine en un daño a tu salud.
El punto es que en algún punto se apareció Gambi y nos perdimos por las calles en busca de los peores antros de la ciudad para que Jorge pudiera escribir su crónica y me parece que encontramos uno que merece mención. Unas telas rojas decoraban un techo lleno de pequeñas bolas de discoteca. La iluminación provenía de unas bombillas rojas y azules que delataban la calidad de putero del lugar. Un sonriente Buda al lado de una flores amarillas daba la nota discordante de turno. La bartender que nos atendió padecía un estrabismo simpático y entre la falda y la camisa se le salía una goma de repuesto color carne que temblaba cada vez que bailaba bachata. El local era tan angosto que no cabría un vehículo dentro. Para sorpresa de los tres, la cerveza estaba fría y la gorda tuvo la decencia de limpiar la boquilla antes de darnos las cervezas en la misma servilleta. No pude evitar sonreir a la vez que la vellonera escupía aquella bachata de "las cinco de la mañana" que tanto me recuerda a mis noches dominicanas. Salimos a las goteras de la acera y nos fuimos. No me queda la menor duda de que si la compañía es buena y la cerveza está fría, puedo pasarla bien en cualquier sitio.
Anoche Río Piedras estaba en pleno hormigueo, sin importar que fuera lunes, y ahí estabo yo, en el lado oscuro que no visita ni la policía, tomándome una cerveza en cada barra repleta de olores insultantes y escabrosos habitantes nocturnos. ¿La culpa? de Jorge. De vez en cuando uno se topa con personas a las que no les puedes contestar con una negativa, incluso obviando la alta probabilidad de que el asunto termine en un daño a tu salud.
El punto es que en algún punto se apareció Gambi y nos perdimos por las calles en busca de los peores antros de la ciudad para que Jorge pudiera escribir su crónica y me parece que encontramos uno que merece mención. Unas telas rojas decoraban un techo lleno de pequeñas bolas de discoteca. La iluminación provenía de unas bombillas rojas y azules que delataban la calidad de putero del lugar. Un sonriente Buda al lado de una flores amarillas daba la nota discordante de turno. La bartender que nos atendió padecía un estrabismo simpático y entre la falda y la camisa se le salía una goma de repuesto color carne que temblaba cada vez que bailaba bachata. El local era tan angosto que no cabría un vehículo dentro. Para sorpresa de los tres, la cerveza estaba fría y la gorda tuvo la decencia de limpiar la boquilla antes de darnos las cervezas en la misma servilleta. No pude evitar sonreir a la vez que la vellonera escupía aquella bachata de "las cinco de la mañana" que tanto me recuerda a mis noches dominicanas. Salimos a las goteras de la acera y nos fuimos. No me queda la menor duda de que si la compañía es buena y la cerveza está fría, puedo pasarla bien en cualquier sitio.
jueves, 19 de abril de 2007
Asesinos caníbales vs. pendejos con pistola
Ed Gein, mejor conocido como "El Diablo de Plainfield", fue un asesino en serie cuyo total de víctimas nunca se conocerá. Entre hacer ropa con la piel de los muertos y mantener el cadáver de su madre después de muerta, Ed se convirtió en la inspiración de algunos clásicos del cine de terror: "The Texas Chainsaw Massacre", "Psycho" (que primero fué novela de Robert Bloch) y "Silence of the lambs" (novela de Robert Harris). De todas se hicieron secuelas, buenas y malas.
Jeffrey Dahmer también inspiró una película y varios libros. Dejó en ridículo a la policía y se comió a sus víctimas el tiempo que le dió la gana. Mató a 17 hombres, fue sentenciado a 15 cadenas perpétuas y lo mataron en prisión.
Henry Lee Lucas y Ottis Toole fueron amantes, compañeros y asesinos. Henry cometió su primer asesinato a los 15 años. Viola, la madre de Henry, era prostituta y lo hacia mirar mientras trabajaba: la mató a puñaladas. En una de sus escapatorias conoció a Toole, que además de asesino y caníbal era travesti. Se calcula que entre ambos asesinaron a más de 500 personas.
Issei Sagawa mató en Japón a una compañera de clase y se alimentó de su cadáver durante tres días. Fue a prisión y hoy en día tiene un programa de radio y un libro escrito.
La familia Gambino y el resto de los mafiosos, desde Al Capone hasta John Gotti, han hecho cientos de cosas peores y no salen en los medios.
¿En qué se parecen todos ellos? Primero en que fueron originales, segundo en que tenían pasión por lo que hacían y, por último, son algunos de los que no menciono en la columna que me publicó El Nuevo Día hoy, miércoles 18 abril de 2007. La masacre de Virginia Tech está en todos lados, como ya predije, y me empieza a apestar. La columna la escribí hace tres días y ya se puede apreciar que lo que digo se ha cumplido. Que quede claro, Cho Seung-Hui era un pendejo más con pistola. Además, la nación americana es fanática de la violencia y fomenta la creación de individuos tan enfermos y débiles como Cho. Es obvio que 300 palabras no me fueron suficientes para decir todo lo que tengo que decir acerca de la "peor masacre" de lo Estados Unidos. En lo que respecta a asesinos en serie y matones, no jodan conmigo.
Apocalipsis mediático
Gabino Iglesias
Estudiante de Maestría en Periodismo
Cho Seung-Hui mató a 32 personas y después se quitó la vida, pero tuvo la delicadeza de guardar el recibo de compra del arma con la que perpetró la masacre. ¿Qué otra prueba hace falta de que vamos encaminados inexorablemente hacia un Apocalipsis fragmentado y mediático-comercial? Las noticias me informaron a medias y hubo telerreporteras que preguntaron 100 veces si había algún boricua entre los ultimados. Dado que la cercanía geográfica no se prestaba para alarmar lo suficiente a los puertorriqueños se recurrió a la proximidad emocional. Nunca había visto un elemento de la noticia trabajarse tan arduamente y de manera tan asquerosa.
Por otro lado los medios se aseguraron de aclarar rápida y reiteradamente que el sujeto no era americano, sino surcoreano. Claro, todos sabemos que los americanos no son amigos de los conflictos bélicos (son el primer país exportador de armas a nivel mundial) y que no tienen tendencia a producir asesinos (sirvan de ejemplo Ted Bundy, John Wayne Gacy, Charles Manson y Timothy McVeigh).
Además, ¿cuántos civiles iraquíes han muerto en la guerra? ¿Cuántos soldados? ¿Qué cantidad ridícula e inaceptable de muertos llevamos en lo que va de año en Puerto Rico?
El punto es que ahora seremos víctimas de incontables páginas sobre el suceso. Nos contarán que era un enfermo mental solitario y que esto se podía haber evitado con ayuda psicológica. Esta misma sección del periódico se atiborrará de comentarios que irán desde meter a Dios en el asunto hasta culpar al sistema político, a la academia o a Marilyn Manson.
Supongo que sólo falta esperar el genial documental que hará Michael Moore acerca de la masacre, alegrarnos de que no murieron más personas, aguantar que me llamen insensible y entender que finalmente hay algo más importante que la muerte de Anna Nicole Smith.
Jeffrey Dahmer también inspiró una película y varios libros. Dejó en ridículo a la policía y se comió a sus víctimas el tiempo que le dió la gana. Mató a 17 hombres, fue sentenciado a 15 cadenas perpétuas y lo mataron en prisión.
Henry Lee Lucas y Ottis Toole fueron amantes, compañeros y asesinos. Henry cometió su primer asesinato a los 15 años. Viola, la madre de Henry, era prostituta y lo hacia mirar mientras trabajaba: la mató a puñaladas. En una de sus escapatorias conoció a Toole, que además de asesino y caníbal era travesti. Se calcula que entre ambos asesinaron a más de 500 personas.
Issei Sagawa mató en Japón a una compañera de clase y se alimentó de su cadáver durante tres días. Fue a prisión y hoy en día tiene un programa de radio y un libro escrito.
La familia Gambino y el resto de los mafiosos, desde Al Capone hasta John Gotti, han hecho cientos de cosas peores y no salen en los medios.
¿En qué se parecen todos ellos? Primero en que fueron originales, segundo en que tenían pasión por lo que hacían y, por último, son algunos de los que no menciono en la columna que me publicó El Nuevo Día hoy, miércoles 18 abril de 2007. La masacre de Virginia Tech está en todos lados, como ya predije, y me empieza a apestar. La columna la escribí hace tres días y ya se puede apreciar que lo que digo se ha cumplido. Que quede claro, Cho Seung-Hui era un pendejo más con pistola. Además, la nación americana es fanática de la violencia y fomenta la creación de individuos tan enfermos y débiles como Cho. Es obvio que 300 palabras no me fueron suficientes para decir todo lo que tengo que decir acerca de la "peor masacre" de lo Estados Unidos. En lo que respecta a asesinos en serie y matones, no jodan conmigo.
Apocalipsis mediático
Gabino Iglesias
Estudiante de Maestría en Periodismo
Cho Seung-Hui mató a 32 personas y después se quitó la vida, pero tuvo la delicadeza de guardar el recibo de compra del arma con la que perpetró la masacre. ¿Qué otra prueba hace falta de que vamos encaminados inexorablemente hacia un Apocalipsis fragmentado y mediático-comercial? Las noticias me informaron a medias y hubo telerreporteras que preguntaron 100 veces si había algún boricua entre los ultimados. Dado que la cercanía geográfica no se prestaba para alarmar lo suficiente a los puertorriqueños se recurrió a la proximidad emocional. Nunca había visto un elemento de la noticia trabajarse tan arduamente y de manera tan asquerosa.
Por otro lado los medios se aseguraron de aclarar rápida y reiteradamente que el sujeto no era americano, sino surcoreano. Claro, todos sabemos que los americanos no son amigos de los conflictos bélicos (son el primer país exportador de armas a nivel mundial) y que no tienen tendencia a producir asesinos (sirvan de ejemplo Ted Bundy, John Wayne Gacy, Charles Manson y Timothy McVeigh).
Además, ¿cuántos civiles iraquíes han muerto en la guerra? ¿Cuántos soldados? ¿Qué cantidad ridícula e inaceptable de muertos llevamos en lo que va de año en Puerto Rico?
El punto es que ahora seremos víctimas de incontables páginas sobre el suceso. Nos contarán que era un enfermo mental solitario y que esto se podía haber evitado con ayuda psicológica. Esta misma sección del periódico se atiborrará de comentarios que irán desde meter a Dios en el asunto hasta culpar al sistema político, a la academia o a Marilyn Manson.
Supongo que sólo falta esperar el genial documental que hará Michael Moore acerca de la masacre, alegrarnos de que no murieron más personas, aguantar que me llamen insensible y entender que finalmente hay algo más importante que la muerte de Anna Nicole Smith.
martes, 17 de abril de 2007
Paranoia
Miedo. Paranoia. Terror. Un sentimiento visceral que te hace aguantar la respiración. Hablo de ese maravilloso espacio imaginario donde viven las sombras que se mueven solas, las manos que nos tocan en la noche, las pesadillas que nos dejan petrificados en la cama, los demonios de nuestro subconsciente, las creaciones del maestro Lovecraft, las ramas que pegan en la ventana, los gritos nocturnos, los susurros que oimos cuando estamos solos, los ojos que nos miran desde el otro lado del espejo, las novelas de Richard Laymon, Bentley Little, Stephen King, Douglas Clegg, Graham Masterton, August Derleth, Peter Straub, Edgar Allan Poe y Robert Bloch. Hablo de esos saltos repentinos que detienen el corazón, de esas veces en que olemos la muerte. Me refiero a lo persiguen las películas de George A. Romero, William Friedkin, Stanley Kubrick o Richard Donner, de los momentos en que nos sentimos solos, perseguidos y escuchamos pasos detrás de nosotros, hablo de callejones oscuros y malolientes, de carne podrida escondida en algún rincón del mundo, de cadáveres con los ojos abiertos.
Paranoia es el nombre que le puse al cortometraje que acabamos de terminar. Lo peor de todo es que me parece más fácil habitar la oscuridad de esos lugares reales e imaginarios que la rutina de la realidad. Espero que en la edición no perdamos el miedo...
Paranoia es el nombre que le puse al cortometraje que acabamos de terminar. Lo peor de todo es que me parece más fácil habitar la oscuridad de esos lugares reales e imaginarios que la rutina de la realidad. Espero que en la edición no perdamos el miedo...
martes, 10 de abril de 2007
A comer mierda un rato
Ahí estaba yo. El profesor despotricaba contra la pésima labor de la clase. Los exámenes lo tenían molesto. Parecía que nadie le había entendido nada de la clase. Algunas personas ni siquiera tenían nota y tenían que reunirse con el profesor. Yo tenía flashbacks de un fin de semana de mierda, lleno de estrés, tratando de comprender a cabalidad a Nietzsche, Kant, Lacan, Foucault, Hegel, Descartes, el pensamiento moderno, su crisis, procesos epistémicos, estupideces filosóficas indecibles y otras pendejadas más que no se han hecho para cerebros cortos e hiperactivos como el mío. Esperaba con los dientes apretados a que repartiera las comidas de culo. ¿Qué oportunidad tenía yo de haber salido bien si la clase de genios en la que estoy había salido mal? ¿Cómo iba a salir yo que siempre estoy callado, hundido en mi pupitre, si las que siempre hablan y comentan en clase habían salido mal? ¿Cómo iba a salir yo si había salido mal toda una clase de genios, artistas, poetas autodenominados, directores de cine, graduados de literatura comparada y traductores posmodernos? Me sudaban las manos. Mi suerte en la maestría llegaba a su final. El profesor empezó a repartir los tiznazos. Escuché mi nombre. Me levanté nervioso y cogí el papel que tendía hacia mi. "Muy buen exámen" me dijo. No entendí nada. Me senté y miré la portada: 95 A. Coño. La única A de la clase. Ahora me toca comer mierda. ¿De qué ostias sirve llenarse la boca de bazofia en clase si después no puedes escribirla? ¿Para qué comentan tanto en clase si resulta que en realidad no saben nada y no están entendiendo? ¿Por qué no se callan y prestan atención para intentar aprender y aprehender lo que se dice? Yo tranquilo con mi sandwich de mojones y mi ventiúnica A. Mi silencio habla por si solo. La razón no grita.
jueves, 29 de marzo de 2007
Breve ensayo sobre la canallez
"Detesto esa universal comedia de los sentimientos honorables."
Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas
"El silencio y sus círculos, el ácido que depositas sobre mi salud,
la suciedad hirviendo dentro de mi alma;
éste es el precio de la paz. Acuérdate."
Antonio Gamoneda, Sílabas negras
"Whenever people agree with me I always feel I must be wrong."
Osacar Wilde
Si te cruzas conmigo, y te detienes, tienes la misma probabilidad de recibir besos que ostias. Y es que la paciencia, la hipocresía y el juego social no se me dan muy bien. No me gusta que la gente se meta en mis asuntos. Todo ello se debe a que soy un canalla. Nunca lo he negado. Soy un canalla honesto. Donde voy siembro la discordia y cuando me voy un susurro como de tábanos enfermos me persigue. Las apologías no me son posibles. Los filtros se me perdieron en la noche sin nombre y quedé solo con lo que soy. Esencia. ¿Buena? ¿Mala? ¿A quién coño le importa? El punto es que soy lo que soy. Que los dioses repartan suerte y el que se cruze conmigo que tenga cuidado con lo que dice. Vivo en el contrapunto. Estoy más cómodo si nadie está de acuerdo con lo que digo. Carpe diem, memento mori. Me lo recito todas las mañanas y el día es un regalo sin abrir...
P.D. La conferencia en la UPR fue un éxito. Todos opinaron. Cada vez ma aferro más a las palabras de Ortega y Gasset. Es increíble que los que no estudian un tema siempre son los más expertos...
P.P.D. Mi corazón está con Trobi y su familia. Osvaldo Pérez Sr. descansa en paz.
Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas
"El silencio y sus círculos, el ácido que depositas sobre mi salud,
la suciedad hirviendo dentro de mi alma;
éste es el precio de la paz. Acuérdate."
Antonio Gamoneda, Sílabas negras
"Whenever people agree with me I always feel I must be wrong."
Osacar Wilde
Si te cruzas conmigo, y te detienes, tienes la misma probabilidad de recibir besos que ostias. Y es que la paciencia, la hipocresía y el juego social no se me dan muy bien. No me gusta que la gente se meta en mis asuntos. Todo ello se debe a que soy un canalla. Nunca lo he negado. Soy un canalla honesto. Donde voy siembro la discordia y cuando me voy un susurro como de tábanos enfermos me persigue. Las apologías no me son posibles. Los filtros se me perdieron en la noche sin nombre y quedé solo con lo que soy. Esencia. ¿Buena? ¿Mala? ¿A quién coño le importa? El punto es que soy lo que soy. Que los dioses repartan suerte y el que se cruze conmigo que tenga cuidado con lo que dice. Vivo en el contrapunto. Estoy más cómodo si nadie está de acuerdo con lo que digo. Carpe diem, memento mori. Me lo recito todas las mañanas y el día es un regalo sin abrir...
P.D. La conferencia en la UPR fue un éxito. Todos opinaron. Cada vez ma aferro más a las palabras de Ortega y Gasset. Es increíble que los que no estudian un tema siempre son los más expertos...
P.P.D. Mi corazón está con Trobi y su familia. Osvaldo Pérez Sr. descansa en paz.
lunes, 19 de marzo de 2007
Una tarde en el "biuti"
Es sábado y mi mejor mitad pasa sus dedos por mis greñas rebeldes. Como no renuncia en su fútil intento de amariconamiento decide que vamos a entrar a un "biuti" para que la doñita de turno haga el trabajo sucio de Dalila y me corte las puntas. Arrinconado, casi castigado, en una esquina decrépita de un lugar donde viví hace algún tiempo hay un local de estos donde te cobran por trasquilarte. Nos estacionamos y entramos. El tiempo desaparece. Hay tres paredes rosas, dos verdes y tres más empapeladas con flores. Unos marcos dorados encierran figuras andróginas de pelo corto sacadas de una indigestión ochentosa. Hay como ocho sillas verdes de secar pelo (de las viejas) y unas sillas de plástico color carne para sentarse. Un cuadro enorme muestra una niña de espalda cogiéndo flores. Me siento y oigo el murmullo incesante de unas cacatúas. Entra una señora y se sienta en una de las monstruosidades verdes y saca de una bolsa un refresco "OK". Se llevan a mi mejor mitad y la hacen desaparcer como por arte de magia por un rincón que no veo bien porque el sitio es en forma de L. Nadie me mira. No hay revistas. Suena un disco de boleros instrumentales. La doña del refresco saca una bolsita de papel con transparentes cicatrices de exceso de aceite y empieza a llenarse la boca con pastelillos de carne. Mastica con la boca abierta. Una viejita de 90 años (me entero que está de cumpleaños) tararea la letra de los boleros y canta "90 años no es nada..." y se rie. Me retuerzo en la silla y dos alienígenas con permanentes rubios me sonríen desde un cuadro. La hija de la viejita (también doña en todos sus méritos) habla de su nieta. "Le gusta estar con las nenas mayores" dice. Me entero que estudia en CPN y que es "coquetona". La orgullosa abuela lo dice con un placer del carajo. Aplausos, pienso yo: la niña va a ser puta. La gordita de los pastelillos de carne sigue comiendo mientras se desliza por la silla con las piernas abiertas y me pregunto cómo pueden caber tantos pastelillos en una bolsita tan pequeña. La viejita de 90 años pregunta qué pasó con sus dientes. Comenta su hija que la besaron por primera vez el día antes de su boda. "Que pérdida de tiempo" dice. Todas ríen al unísono taladrándome el tímpano cruelmente y las ganas de salir corriendo se me tornan casi incontrolables. Un gran letrero en la pared dice que hay que depositar 60 centavos para usar el teléfono. Lo busco y lo busco: no hay teléfono. La de los pastelilos saca otro más y pienso que estoy alucinando y que el olor a "biuti" me hizo daño. Me llaman y ayudo a la cumpleañera a llegar a su auto. En el camino me llama galán, me planta dos besos y me invita a su fiesta de cumpleaños. Entro y me llaman otra vez. Un esperpento con gafas me sienta en una silla necesitada de aceite y procede a cercenar mi cabellera. Todo termina y salimos del lugar dejando atrás las sillas verdes, los pastelillos de carne y la risa de las cacatúas. La realidad me recibe con un bofetón y me doy cuenta de que es posible visitar otros mundos. Ahora tengo menos pelo y un pavor a los "biutis" que arrastraré el resto de mis días...
sábado, 10 de marzo de 2007
A veces recuerdo Nueva York
Sube el tufo a rutina desde el suelo y repta por mis fosas nasales hasta clavar sus tentáculos en mi cerebro. Alarga un apéndice frío que llega a mi centro como la nariz de un proboscidio mutante y asesino. Comienzo a sufrir de un estado crítico estomacomental. Cuando empiezan a presentarse los primeros síntomas de las convulsiones saco una jeringuilla llena de aceras grises y me la clavo en el brazo sin pensarlo. Un recuerdo de Nueva York me llena de calorcito y van retrocediendo las garras de la costumbre ante el poder del aliento blanco de la ciudad que escapa por las bocas del metro. Me invaden la cabeza unas escaleras kubrickianas con surreales espejos en el techo. Escucho una conversación entre ratas. Un barquito imaginario navega un charco negro entre los rieles del metro y sueña con el mar. Recuerdo soledades de aluminio a las que se aferran los zombies del vagón sin tocarse. Una calle me llama. Un comediante enano que habla en el sótano de una calle sin nombre me arranca la última sonrisa que me quedaba en el sistema. Entro en la nota azul y unos rizos vestidos de mujer me cantan cómo veían llover la otra tarde y unas gafas negras con trompeta me disparan signos de interrogación. Vuelvo al hotel atando los sueños rotos que me agobian a los postes antes de caminar por los pasillos que mataron el tiempo. Siento la sangre eléctrica de la ciudad fluyendo en su eterno vaivén mágico bajo mis pies y abro los ojos. La realidad regresa como una zambullida en el Ártico y bostezo. Reviso la cajita y veo que me quedan unos cuantos recuerdos de Nueva York en el fondo y sonrío. Mañana es otro día.
sábado, 3 de marzo de 2007
Ligeramente fuera de contexto
El pasado miércoles, 28 de febrero de 2007, asistí a una mesa redonda con el periodista y musicólogo Jaime Torres Torres de El Nuevo Día. Discutimos sobre el foro de reggaetón que se ofrecerá el jueves 7 de marzo en la UPR de Carolina y en el que, soreprendentemente, me pidieron que participara. Ni que decir hay que todo lo que dije fue sacado ligeramente de contexto, además de que es muy difícil sacar un solo elemento de mi tesis para trabajarlo como un elemento independiente, máxime cuando mi tesis se fundamente en "elementos de cohesión" del discurso. En fin, aquí les paso la nota y la foto. Marco la parte más importante (este es MI puto blog).
En los recitales de poesía que se celebran en el Recinto de Carolina de la Universidad de Puerto Rico, los estudiantes escriben y declaman sus versos con las rimas y el ritmo del reguetón. Ese es el lenguaje del presente.
Y reconociendo en la expresión urbana un valioso método de enseñanza e instrumento de trabajo en el salón de clases, varios profesores del Departamento de Español presentarán el foro reguetonero “Metáforas y avatares de la lírica contemporánea”, el próximo jueves, de 10:00 a.m. a 2:00 p.m., en el auditorio de la institución académica.
Y reconociendo en la expresión urbana un valioso método de enseñanza e instrumento de trabajo en el salón de clases, varios profesores del Departamento de Español presentarán el foro reguetonero “Metáforas y avatares de la lírica contemporánea”, el próximo jueves, de 10:00 a.m. a 2:00 p.m., en el auditorio de la institución académica.
“Queremos tener un acercamiento con la comunidad estudiantil, porque este tema ha sido tratado desde la marginalidad, cuando es el discurso representativo de esta generación”, señaló la profesora Mayra Encarnación, coordinadora del ciclo de conferencias.
Alrededor de cuatro mil alumnos componen la matrícula del recinto carolinense de la UPR y la mayor parte ha adoptado, como parte de sus estilos de vida, la jerga y el “flow” del reguetón.
Las actividades culturales amenizadas por raperos siempre son un éxito. Y como el reguetón ha germinado en la cultura universitaria, la intención del foro es presentar su lado positivo e instar al pueblo a conocer la expresión para comprenderla y entonces formular una valoración justa.
Explorarán, cómo, tras la censura y la represión de sus inicios, hoy los medios de publicidad lo utiliza para persuadir y manipular hábitos de consumo.
Aunque no todos los académicos validan la creatividad del reguetón, la facultad del Departamento de Español del Recinto de Carolina sí se convence de que enriquece la construcción y la forma en que se utiliza el lenguaje en Puerto Rico.
El reguetón ha establecido nuevos vínculos semánticos.
El jueves el sicólogo Oscar Carrasquillo y la profesora Gloryfé Santiago sustentarán su tesis al dictar la conferencia “Margen, palabra y transgresión: Residente Calle 13”.
En su análisis de la obra de Calle 13 utilizarán como muestras las canciones ‘Se vale to’ y ‘Tu mai es la gorda’.
“Con las palabras que usa, lo que hace es transgredir las convenciones sociales y apartarse del discurso convencional para crear uno totalmente diferenciado en el que él se identifica y a la misma vez identifica al grupo al que se cree que pertenece”, explica Santiago al señalar que el Residente Calle 13 es voz de la marginalidad mientras Carrasquillo explica que en ‘Se vale to’, el artista manifiesta que “tiene permiso para hacer lo que le dé la gana”.
¿Por qué Calle 13 y no Don Omar?, le preguntamos. Porque apela a un grupo social marginado, cuando realmente se origina de otro más aventajado, explican los profesores al sustentar que dicho contraste lo hace más atractivo que otros artistas.
En la disertación “Rómpeme el bumper: metáfora del auto en la lírica del reguetón”, la profesora Judy Ann Seda planteará que en la expresión, de una manera muy hábil, se utilizan las figuras retóricas de la jerga automotriz (gasolina, tanque, etc.) y felina (gata, etc.) como medio de expresión.
El auto es una metáfora del uso y el desgaste que comparan con la figura de la mujer. Muchas chicas no han descifrado semejante código y, según los académicos, cuando lo descubren se acercan a la expresión con mayor pensamiento crítico.
“Es traer un poco por los pelos a César Vallejo y Fray Luis de León, es la forma que usamos para que entiendan esos conceptos. Es bien interesante porque las mismas niñas nos dicen que lo bailan y lo disfrutan, pero sin darse cuenta de su contenido. Es una innovación en términos de lenguaje y de creatividad, independientemente de si estoy de acuerdo o no con lo que plantean”, explica la profesora Seda, al reconocer -a preguntas de El Nuevo Día- que denigran a la mujer, pero que las respeta por tratarse de una expresión generacional.
En la mesa redonda coincidieron que en un pasado, géneros como la salsa y el merengue denigraron sexualmente la imagen de la mujer y promovieron el machismo y la violencia hacia el género femenino.
Ismael Rivera dijo: “si te cojo coquetéandole a otro un piñazo en un ojo te voy a dar”. Y Lalo Rodríguez cantó: “he mojado mis sábanas blancas, recordándote”. El molde, coincidieron, es repetitivo.
De otro lado, el estudiante graduado Gabino Iglesias, un investigador del marco geográfico del reguetón, probará más allá de toda duda razonable que la expresión se originó en Panamá, en voces como las de El General y Nando Boom, como recientemente afirmó Rubén Blades.
“Crece y se desarrolla en Puerto Rico, pero no tiene patria ni tiene religión. Las primeras pistas que usaron los raperos de aquí eran robadas de El General y de Nando”, sostuvo Iglesias.
En su conferencia, Iglesias demostrará que la salsa es la geografía del reguetón. A semejante conclusión llegó tras concluir la investigación de su tesis de maestría, “La salsa tiene la clave y el reguetón tiene el bajo”.
“¿La invención de vocabulario de Tego Calderón no será algo que vio en el espejo de Marvin Santiago? Marvin ya lo hacía cuando decía: “bayamóntate, barranquítate y vegabájate”. Estamos “resemantizando” y recreando el lenguaje desde otro punto de vista”.
En la serie de conferencias se analizarán las estrategias lingüísticas empleadas por los raperos y las raíces e influencias musicales del reguetón, una expresión generacional de la cultura popular.
Probarán que su autenticidad, la de los días del “underground”, ha sido trastocada desde que las grandes multinacionales intervienen en su publicidad y mercadeo.
Nació en la calle y su producción se origina en la discoteca, por la discoteca y para la discoteca.
Los académicos no emitirán un juicio en torno a si canciones como el ‘Tango del pecado’ son dañinas o no; aunque reconocen que es “una provocación” y “un sacudir el avispero”, según el sicólogo Carrasquillo.
“El saber necesariamente no está en la academia”, dijo.
La crudeza de la expresión, señaló la moderadora Beatriz Ramírez, podría ser intencional.
El reguetón, coinciden los profesores de español, es la huella de lo que somos.
Los raperos cuentan la parte de la historia que la historiografía oficial no quiere contar.
“La intención es que vean que hay otras maneras de ver y acercarse al género”, concluyó Ramírez.
Alrededor de cuatro mil alumnos componen la matrícula del recinto carolinense de la UPR y la mayor parte ha adoptado, como parte de sus estilos de vida, la jerga y el “flow” del reguetón.
Las actividades culturales amenizadas por raperos siempre son un éxito. Y como el reguetón ha germinado en la cultura universitaria, la intención del foro es presentar su lado positivo e instar al pueblo a conocer la expresión para comprenderla y entonces formular una valoración justa.
Explorarán, cómo, tras la censura y la represión de sus inicios, hoy los medios de publicidad lo utiliza para persuadir y manipular hábitos de consumo.
Aunque no todos los académicos validan la creatividad del reguetón, la facultad del Departamento de Español del Recinto de Carolina sí se convence de que enriquece la construcción y la forma en que se utiliza el lenguaje en Puerto Rico.
El reguetón ha establecido nuevos vínculos semánticos.
El jueves el sicólogo Oscar Carrasquillo y la profesora Gloryfé Santiago sustentarán su tesis al dictar la conferencia “Margen, palabra y transgresión: Residente Calle 13”.
En su análisis de la obra de Calle 13 utilizarán como muestras las canciones ‘Se vale to’ y ‘Tu mai es la gorda’.
“Con las palabras que usa, lo que hace es transgredir las convenciones sociales y apartarse del discurso convencional para crear uno totalmente diferenciado en el que él se identifica y a la misma vez identifica al grupo al que se cree que pertenece”, explica Santiago al señalar que el Residente Calle 13 es voz de la marginalidad mientras Carrasquillo explica que en ‘Se vale to’, el artista manifiesta que “tiene permiso para hacer lo que le dé la gana”.
¿Por qué Calle 13 y no Don Omar?, le preguntamos. Porque apela a un grupo social marginado, cuando realmente se origina de otro más aventajado, explican los profesores al sustentar que dicho contraste lo hace más atractivo que otros artistas.
En la disertación “Rómpeme el bumper: metáfora del auto en la lírica del reguetón”, la profesora Judy Ann Seda planteará que en la expresión, de una manera muy hábil, se utilizan las figuras retóricas de la jerga automotriz (gasolina, tanque, etc.) y felina (gata, etc.) como medio de expresión.
El auto es una metáfora del uso y el desgaste que comparan con la figura de la mujer. Muchas chicas no han descifrado semejante código y, según los académicos, cuando lo descubren se acercan a la expresión con mayor pensamiento crítico.
“Es traer un poco por los pelos a César Vallejo y Fray Luis de León, es la forma que usamos para que entiendan esos conceptos. Es bien interesante porque las mismas niñas nos dicen que lo bailan y lo disfrutan, pero sin darse cuenta de su contenido. Es una innovación en términos de lenguaje y de creatividad, independientemente de si estoy de acuerdo o no con lo que plantean”, explica la profesora Seda, al reconocer -a preguntas de El Nuevo Día- que denigran a la mujer, pero que las respeta por tratarse de una expresión generacional.
En la mesa redonda coincidieron que en un pasado, géneros como la salsa y el merengue denigraron sexualmente la imagen de la mujer y promovieron el machismo y la violencia hacia el género femenino.
Ismael Rivera dijo: “si te cojo coquetéandole a otro un piñazo en un ojo te voy a dar”. Y Lalo Rodríguez cantó: “he mojado mis sábanas blancas, recordándote”. El molde, coincidieron, es repetitivo.
De otro lado, el estudiante graduado Gabino Iglesias, un investigador del marco geográfico del reguetón, probará más allá de toda duda razonable que la expresión se originó en Panamá, en voces como las de El General y Nando Boom, como recientemente afirmó Rubén Blades.
“Crece y se desarrolla en Puerto Rico, pero no tiene patria ni tiene religión. Las primeras pistas que usaron los raperos de aquí eran robadas de El General y de Nando”, sostuvo Iglesias.
En su conferencia, Iglesias demostrará que la salsa es la geografía del reguetón. A semejante conclusión llegó tras concluir la investigación de su tesis de maestría, “La salsa tiene la clave y el reguetón tiene el bajo”.
“¿La invención de vocabulario de Tego Calderón no será algo que vio en el espejo de Marvin Santiago? Marvin ya lo hacía cuando decía: “bayamóntate, barranquítate y vegabájate”. Estamos “resemantizando” y recreando el lenguaje desde otro punto de vista”.
En la serie de conferencias se analizarán las estrategias lingüísticas empleadas por los raperos y las raíces e influencias musicales del reguetón, una expresión generacional de la cultura popular.
Probarán que su autenticidad, la de los días del “underground”, ha sido trastocada desde que las grandes multinacionales intervienen en su publicidad y mercadeo.
Nació en la calle y su producción se origina en la discoteca, por la discoteca y para la discoteca.
Los académicos no emitirán un juicio en torno a si canciones como el ‘Tango del pecado’ son dañinas o no; aunque reconocen que es “una provocación” y “un sacudir el avispero”, según el sicólogo Carrasquillo.
“El saber necesariamente no está en la academia”, dijo.
La crudeza de la expresión, señaló la moderadora Beatriz Ramírez, podría ser intencional.
El reguetón, coinciden los profesores de español, es la huella de lo que somos.
Los raperos cuentan la parte de la historia que la historiografía oficial no quiere contar.
“La intención es que vean que hay otras maneras de ver y acercarse al género”, concluyó Ramírez.
jueves, 22 de febrero de 2007
A veces hay que decir algo
A veces hay que quejarse, o decir algo. Se trata de opinar y eso es algo que, por suerte o por desgracia, siempre hago. He aquí el artículo/opinión que me publicó el Nuevo Día el día de hoy (jueves 22 de febrero).
El trampolín (im)perfecto
Gabino Iglesias
Estudiante de maestría en periodismo - UPR
La noche del martes 20 de febrero de 2007 asistí a una actividad auspiciada por el Instituto de Cultura y el Centro de Estudio Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. La ocasión era una presentación del señor Carlos Westendorp y Cabeza, embajador de España en Washington.
El diplomático español discutía un plan de acción que convertiría a Puerto Rico en el trampolín perfecto para las relaciones comerciales entre España y Estados Unidos. Westendorp asumía que la isla sería idónea para propiciar estos intercambios basándose en la gran cantidad de productos españoles que se consumen en la isla. A falta de periodistas profesionales, aquí van mis dos centavos en cuanto al asunto.
En primer lugar, las incongruencias, separaciones y desencuentros por razones idiosincrásicas que se dan entre grupos en el exilio americano son insalvables.
Entiendo que es un error imaginar que los hispanos residentes en el exterior puedan ser abordados como un solo mercado que obedecerá a los mismo impulsos. Además, pensar la diáspora hispana en Estados Unidos como una totalidad homogeneizada es una idea que obedece más al sistema operativo de la maquinaria del “capitalismo vorágine” que a la cultura o a la realidad tajante. Si un puertorriqueño no es lo mismo ni se comporta igual que un “newyorican” o un chicano ¿cómo imaginar una comunidad hispana unida llena de “newyoricans”, guatemaltecos, mexicanos, venezolanos, cubanos y dominicanos consumiendo productos españoles y siendo interpelados por la propaganda de igual forma? La idea de un puente boricua me parece un sueño hermoso (igual que la existencia de la llamada Iberoamérica), pero la realidad es que es muy difícil vender chorizos de Cantimpalo y berberechos enlatados a una comunidad hispana automarginada, a través de una nación que no puede ni siquiera definir su propia relación con Estados Unidos.
El trampolín (im)perfecto
Gabino Iglesias
Estudiante de maestría en periodismo - UPR
La noche del martes 20 de febrero de 2007 asistí a una actividad auspiciada por el Instituto de Cultura y el Centro de Estudio Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. La ocasión era una presentación del señor Carlos Westendorp y Cabeza, embajador de España en Washington.
El diplomático español discutía un plan de acción que convertiría a Puerto Rico en el trampolín perfecto para las relaciones comerciales entre España y Estados Unidos. Westendorp asumía que la isla sería idónea para propiciar estos intercambios basándose en la gran cantidad de productos españoles que se consumen en la isla. A falta de periodistas profesionales, aquí van mis dos centavos en cuanto al asunto.
En primer lugar, las incongruencias, separaciones y desencuentros por razones idiosincrásicas que se dan entre grupos en el exilio americano son insalvables.
Entiendo que es un error imaginar que los hispanos residentes en el exterior puedan ser abordados como un solo mercado que obedecerá a los mismo impulsos. Además, pensar la diáspora hispana en Estados Unidos como una totalidad homogeneizada es una idea que obedece más al sistema operativo de la maquinaria del “capitalismo vorágine” que a la cultura o a la realidad tajante. Si un puertorriqueño no es lo mismo ni se comporta igual que un “newyorican” o un chicano ¿cómo imaginar una comunidad hispana unida llena de “newyoricans”, guatemaltecos, mexicanos, venezolanos, cubanos y dominicanos consumiendo productos españoles y siendo interpelados por la propaganda de igual forma? La idea de un puente boricua me parece un sueño hermoso (igual que la existencia de la llamada Iberoamérica), pero la realidad es que es muy difícil vender chorizos de Cantimpalo y berberechos enlatados a una comunidad hispana automarginada, a través de una nación que no puede ni siquiera definir su propia relación con Estados Unidos.
domingo, 18 de febrero de 2007
El puertorricensis promedius: Versión circa 2007
Recuerdo aquellos puertorricensis promedius de la década en que me crié: los 80. Usaban pantalones cortos, camisas sin mangas o transparentes por dentro (esta segunda vertiente llevaba la bandera de Puerto Rico impresa), un gorro de tela que se ataba bajo la barbilla y llevaban una Schaeffer, Budweiser o Medalla regular en la mano. Usualmente se llamaban Tito, Papo, Quique o Juancho y siempre estaban cerca de una neverita en la playa donde la mesa de dominó y el estereo cuadrado escupiendo canciones de Frankie Ruiz, El Gran Combo, Héctor Lavoe, etc., completaban el hábitat perfecto. Eran simpáticos y condescendientes en su mayoría. La curvatura caricaturesca de su enorme panza cervecera y lampiña los hacía verse graciosos y paternales. Lamentablemente, hoy están en peligro de extinción.
Hay una nueva fauna asquerosa que los ha ido desplazando hacia la diáspora y el olvido. Los han convertido en una especie que sólo se puede avistar en las plazas públicas de los pueblos del interior de la isla que se encuentren en plenas fiestas patronales o festival de turno. Disfruto sobremanera de toparme con ellos en mis andanzas porque me recuerdan un pasado mejor y menos imbécil. Imaginarán mi desasosiego cuando anduve horas empujádome con masas sudoríparas de todos los tamaños y colores en el último Festival del Acabe en Maricao y no vi ninguno. Busqué y busqué con mi Canon en mano, pero todo fue en vano. Por todos lados abundaban, sin embargo, los nuevos puertorricensis promedius, mejor conocidos como makakus in vespus. Esta especie, que viene cocinándose desde mediados de la década de los 90, es resultado de la ignorancia y producto de un molde híbrido que no lo entiende ni Dios. Su fisionomía es algo repelente y no inspira la misma confianza que sus predecesores. Suelen ser flacos, llevan bermudas de cuadros, siempre demasiado largas, que dejan al descubierto sus afeitadas piernas, camisetas blancas o polos de líneas, zapatillas deportivas blancas o crocs, gorras de lado que acentúan las cejas sacadas y alguna prenda de oro. Entre las leves variaciones de la especie se encuentran los de candado y los que llevan trenzas. Suelen verse en manada y cerca de un grupo de vespas que ellos se empeñan en usar como si fuesen motocicletas de verdad. Por lo regular, dichas vespas llevan más inversión en equipo de música y aditamentos innecesarios que el costo de dicho vehículo. Gustan del reggaetón, la medalla light y de aparentar ser matones.
Lejos de proponer una cacería masiva (no sería políticamente correcto y costaría demasiado) o una castración de los especimenes existentes (aplíquen las razones arriba expuestas), soy partidario de estudiarlos en pos de la consecución de una solución poco sanguínea y menos costosa. Entre tanto, espero que la evolución no siga por el camino de de-volución por el que transíta por estos tiempos y que la próxima versión del puertorricensis promedius que se cruce por mi camino sea una con capacidad de discernimiento a la hora de consumir y que levante un libro de vez en cuando, aunque sea en defensa propia...
Hay una nueva fauna asquerosa que los ha ido desplazando hacia la diáspora y el olvido. Los han convertido en una especie que sólo se puede avistar en las plazas públicas de los pueblos del interior de la isla que se encuentren en plenas fiestas patronales o festival de turno. Disfruto sobremanera de toparme con ellos en mis andanzas porque me recuerdan un pasado mejor y menos imbécil. Imaginarán mi desasosiego cuando anduve horas empujádome con masas sudoríparas de todos los tamaños y colores en el último Festival del Acabe en Maricao y no vi ninguno. Busqué y busqué con mi Canon en mano, pero todo fue en vano. Por todos lados abundaban, sin embargo, los nuevos puertorricensis promedius, mejor conocidos como makakus in vespus. Esta especie, que viene cocinándose desde mediados de la década de los 90, es resultado de la ignorancia y producto de un molde híbrido que no lo entiende ni Dios. Su fisionomía es algo repelente y no inspira la misma confianza que sus predecesores. Suelen ser flacos, llevan bermudas de cuadros, siempre demasiado largas, que dejan al descubierto sus afeitadas piernas, camisetas blancas o polos de líneas, zapatillas deportivas blancas o crocs, gorras de lado que acentúan las cejas sacadas y alguna prenda de oro. Entre las leves variaciones de la especie se encuentran los de candado y los que llevan trenzas. Suelen verse en manada y cerca de un grupo de vespas que ellos se empeñan en usar como si fuesen motocicletas de verdad. Por lo regular, dichas vespas llevan más inversión en equipo de música y aditamentos innecesarios que el costo de dicho vehículo. Gustan del reggaetón, la medalla light y de aparentar ser matones.
Lejos de proponer una cacería masiva (no sería políticamente correcto y costaría demasiado) o una castración de los especimenes existentes (aplíquen las razones arriba expuestas), soy partidario de estudiarlos en pos de la consecución de una solución poco sanguínea y menos costosa. Entre tanto, espero que la evolución no siga por el camino de de-volución por el que transíta por estos tiempos y que la próxima versión del puertorricensis promedius que se cruce por mi camino sea una con capacidad de discernimiento a la hora de consumir y que levante un libro de vez en cuando, aunque sea en defensa propia...
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