jueves, 6 de diciembre de 2007

Aceptando que soy un bestia

Al que me conoce no le cabe duda de que soy un retrograda asesino, un cavernícola que sabe escribir, un bruto con trabajo de oficina. No niego nada de eso. Lo único que dejo claro con esta columna es que mis pecados y asesinatos, mis deseos sangrientos y los golpes que daría ocn placer, gusto y gana son sólo los que nadie más dice que quiere dar. El mundo es una mierda, eso ya lo sabemos, pero forrando a ostias a un par de imbéciles, todo podría ir un poco mejor.

30-Noviembre-2007
GABINO IGLESIAS
PERIODISTA Y ESCRITOR

El bestia soy yo

Llámenlo retrato de un país, breve historia del día a día, perpetuación de lo infinito, postmodernidad criminal, salvaje ataque (como lo bautiza este rotativo) o simplemente el próximo caso que se diluirá en el consciente colectivo y no llegará a nada. También podríamos definirlo como el nuevo caso que nunca desembocará en la pena de muerte por los derechos del presunto asesino, bla, bla, bla.
Yo opto por no llamarlo nada por el asco que me da. No obstante, para aquellos que se empeñen en nombrarlo, discutirlo o comentarlo como parte de su participación en la opinión pública, el diccionario provee diversas herramientas descriptivas: salvaje, atroz, abominable, repugnante, aborrecible, imperdonable, horroroso, execrable, deleznable, estúpido, lamentable, etc.
Unos dirán que es culpa de la madre, otros señalarán al Departamento de la Familia, muchos, con mirada encarnizada, culparán al agresor y siempre habrá alguno obstinado en que es culpa de Dios y/o el Gobierno.
Lamentablemente, y espero que sólo sea por el momento, el único que sabe qué pasó a ciencia cierta es Emmanuel Marcano. Claro está, tomando en consideración su confesión, me atrevo a proponer varias ideas. Nuevamente, invito a visitar su diccionario más cercano: lapidar, ahorcar, linchar, apuñalar, balear, etc.
Mi propuesta es mucho más sencilla: cada padre y madre de familia que sea trabajador, cariñoso y protector de sus hijos contra todo tendrá derecho a empuñar su arma blanca de preferencia y descargar su furia contra este sujeto (recuerden justificarlo como él lo hizo: “desesperación”).
En cuanto a aquellos que lean y me llamen cruel, desalmado, asesino, bestia, etc., poco me importa. Cada cabeza que asienta sobre esta columna durante el día de hoy me sirve de redención. Otro sodomizó y golpeó una niña de tres años hasta la muerte, pero, por lo que escribo, el bestia soy yo.

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