jueves, 12 de julio de 2007

Las profecías de Isaac


Anoche, a eso de las 12:30 a.m., me debatía como de constumbre entre la consciencia y la etapa previa al sueño. Por casualidades del destino fui a parar con el dedo y los ojos a Televisión Española Internacional. Estaban haciendo un reportaje especial sobre la nueva versión de la Honda de su simpático robot Asimo. Ahí, en pantalla, estaba el cabrón de Asimo caminando, trotando y sirviendo el café. La Honda decía que ya vislumbran el día en que Asimo pueda pensar por sí mismo. No hay que decir que soy un apocalíptico de primer orden y que esas palabras me provocaron una pequeña revolución interior. Las palabras de la Honda me traían visiones de monstruos asesinos con inteligencia artificial. Nada de niñitos maricones como en la aburridísima visión de Spielberg. Veía muerte, apocalipsis, destrucción total, el fin de la humanidad. Quise hablar con Fukuyama, quise matar mi televisor y desconectar mi Internet. Me di cuenta de que las visiones de Ray Bradbury y, sobre todo, las de Isaac Asimov eran más ciertas que nunca. Y entonces tomé una decisión: cuando llegué la destrucción y la revolución de las máquinas yo me engancharé los libros de Asimov (Asimo se llama el robot, ¿coincidencia?) debajo del brazo y lideraré la revolución de los apocalípticos. A fin de cuentas, llevo tiempo adviertiéndoselo...

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