sábado, 30 de abril de 2011

Hay un solo túnel, oscuro y solitario: el mío

Hay estaba yo, sumamente joven e impresionable. La literatura ya llevaba unos años haciéndome guiños y yo por fin estaba volcando toda mi energía y atención en lo que leía. De pronto, como un rayo que sale de la nada y devasta un árbol centenario, llego a mis manos "El Túnel" del gran Ernesto Sábato. A esa gran obra le siguieron otras como "Sobre héroes y tumbas" y "Heterodoxia." Sin embargo, mi primer encuentro con Sábato me marcó para siempre.
Más de una década y media después de haber leído "El Túnel" por primera vez leo en el periódico que Sábato a muerto. Lo primero que pensé es que no tengo amigo cercano que no me haya escuchado recitar las primeras líneas de "El Túnel":

"Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona."

Lo segundo que pensé fue en la cantidad industrial de veces en las que he usado las palabras de Juan Pablo para articular mi desagrado por las muchedumbres y grupos:

"Diré antes que nada, que detesto los grupos, las sectas, las cofradías, los gremios y en general esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante. Esos conglomerados tienen una cantidad de atributos grotescos, la repetición del tipo, la jerga, la vanidad de creerse superiores al resto."

En una semana mi amigo Jacob y el maestro Ernesto Sábato se han encargado con su partida de hacer de este mundo uno un poco más mugroso, más mierdero. Con Fleet Foxes en la radio y un libro de Tony O'Neill como heroína literaria espero la llegada del lunes, festejo el incipiente final de una semana poco dadivosa y me despido de Sábato con las mismas palabras que utilicé para despedirme de Saramago: gracias por letras y hasta siempre, maestro.

jueves, 28 de abril de 2011

Hasta siempre, Jacob

En enero del 2009 escribí en este blog sobre mi amigo Jacob. Pueden leer esa entrada aquí. Desde entonces, Jacob y yo sostuvimos conversaciones, hicimos planes para ir a beber juntos, nos reímos de la vida y Jacob se graduó.
Ayer me enteré que Jacob murió. Hacía años que no se me salía una lágrima. Con el corazón roto le escribí una despedida que se publicó en el Austin Post. La pueden leer aquí.
Con la sarta de hijos de puta que hay en el mundo, siempre se nos van los buenos. Hasta siempre, colega. Cuando los días grises acechen, te recordaré y se quedarán las quejas tontas en el tintero. Si la entrada es corta me disculpan: me molesta escribir con lágrimas en los ojos.

sábado, 23 de abril de 2011

No soy rudo; es que no tengo tiempo

La semana pasada tuve un par de conversaciones en las que solapadamente me culparon de ser demasiado rudo, duro y directo. Lejos de hacer apología alguna, me sentí un poco tentado a explicarle a quienes me interpelaban la naturaleza de mi carácter para que nunca más se me tildara de tosco. No obstante, ante la probabilidad de que mi soliloquio sólo resultara en un gasto infructífero de saliva y tiempo, opté por el silencio.
Ahora, tranquilo y en casa, me parece el momento perfecto para explicarle a los pocos que me leen de dónde nace eso que muchos malinterpretan como brusquedad u odio a la humanidad.
Mi participación en el diario vivir se ve plagada de preguntas tan pesadas como las pirámides y tan insistentes como la marea. La falta de respuestas me hace sentir ignorante y tengo un deseo irreductible de aprender, de saber, de entender, de leer, de observar, de crear. Todo eso toma tiempo. En casa tengo muchos libros que quiero leer y, por desgracia, mi habilidad para conseguir más tomos supera por mucho la velocidad con las que los puedo leer. Tengo que escribir a diario para exorcizar mis demonios. Encima de eso, hay una serie de lugares que quiero visitar, tengo dos trabajos que me mantienen ocupado y hay una lista de películas que tengo ganas de ver. En las horas de ocio que me quedan, intento terminar un doctorado, escucho toda la música que puedo, toco la guitarra y, en pos de no estrangular a la sarta de imbéciles que me encuentro a diario, tengo que pasar una hora y media en el gimnasio para sentirme en calma con el universo. Como pueden ver, tiempo es algo que no me sobra. ¿Qué significa todo esto? Muy fácil: no tengo tiempo para nimiedades, no me gusta que me hagan perder el tiempo en tonterías, me enputa la inopia impune, me revienta la exaltación de las pequeñeces y me provoca instintos asesinos que se metan con mi preciado tiempo simple y llanamente porque no tienen otra cosa que hacer.
Lo antes expuesto va aunado a una cierta antipatía mal llevada que siento por algunas cosas que no entiendo y que resulta en eso que algunos interpretan como aspereza o falta de amor por la vida. Por ejemplo, me molesta mucho la pasión desmedida por la política, la enardecida participación pasiva o de sofá en multimillonarios espectáculos deportivos, la literatura "light," las opiniones no fundamentadas, las discusiones banales, la intolerancia (ante la cual soy, irónicamente, sumamente intolerante), las leyes tontas, el abuso contra los más débiles, el hecho de que de un lado están los cebados y del otro los muertos de hambre y una larga lista de etcéteras. Con todo eso en mente, no me queda tiempo para celebridades, leer tu cuenta de Twitter, prestar atención al cuento de lo bien que la pasaste de compras el fin de semana, ver series en televisión, escuchar tu dictamen sobre alguna gilipollada Hollywoodense, prestar atención a la última vuelta de rosca del "fashion" o escuchar mientras pontificas sobre las fallas musicales del último disco de Lady Gaga.
En resumidas cuentas, si trato "mal" a mucha gente es porque no me interesa en lo absoluto lo que hacen o lo que me tienen que decir. Con ello no estoy implicando que yo sea mejor o más listo; sólo soy diferente. A mi no me interesan sus vidas y espero que a ellos no les interese la mía (que para eso es mía).
Espero que con esa elucidación sea suficiente. Si aún insisten en tildarme de grosero, que así sea...siempre que lo hagan sin interrumpirme.

domingo, 10 de abril de 2011

Decimotercer Buscapié

Decimotercer es im apócope favorito. Aquí les dejo el último buscapié.

10 Abril 2011
Sombra
Gabino Iglesias

“Sombra” es el más macho del barrio. En la calle se rumora que por donde camina “Sombra”, como caballo de Atila con pistola, no vuelve a crecer la hierba. Su celular suena. Es el aparato más caro del mercado. “Sombra” se lleva el teléfono a la oreja. La voz nerviosa de algún alicate con aspiraciones de altos vuelos balbucea desde algún rincón maldito de transacciones farmacológicas. Un listo con exceso de testosterona ha cometido un error fatal: obviar una deuda.

“Sombra” entierra el celular en el bolsillo de su pantalón y se coloca el cañón en la cintura como ha visto hacer a los malos de las películas desde su podrida infancia. Con tumbao de mafioso de vídeo de reguetón, agarra las llaves y, con el paso firme del que se sabe invencible, sale de su casa.

Unas pulgadas más allá de la hedionda cuneta, por aquello de no ensuciar las gomas de perfil bajo, lo espera un maquinón diseñado para burlarse de los límites de velocidad. Pegadito al suelo y calzando unos aros italianos que pagarían por la educación superior de una decena de adolescentes, el carro se ve como su dueño: rápido y letal.

“Sombra” se sienta y su cabeza se ocupa de lo que vendrá. Esta noche correrá la sangre otra vez. Nadie se mete con “Sombra”. De repente un movimiento brusco le hace girar la acicalada cabeza. Unos pantalones como los suyos es todo lo que “Sombra” alcanza a ver. La primera bala entra en su pecho con malas intenciones. La segunda pone punto final a su historia y le arruina la recién arreglada ceja izquierda. La sangre llega a la cuneta.

“Sombra” deja de ser leyenda y se convierte en estadística. El más malo murió igual que el más tonto. Lo que nadie sabe es que, justo antes de morir, una sonrisa picarona se dibujó en los labios de “Sombra”. El pobre pensó que morir vale la pena si se ha vivido como bichote.

Lástima que en lugar de leyenda, su legado sea convertirse en pegatina de carro. Te recordaremos.

n El autor es estudiante doctoral.


Pueden ver el original aquí.

sábado, 9 de abril de 2011

Blues



Por lo general una imagen dice más que mil palabras. El jueves por la noche entrevisté a una leyenda del blues, Mike Milligan. Un tipo genial. Pueden leer la nota aquí. Me parece que la foto resume al individuo y sirve para comenzar a imaginar cómo fue la noche del jueves.