viernes, 16 de noviembre de 2007

El poder de los libros











Estoy sentado en la oficina y siento un picor extracorpóreo. Tengo mi bulto a mi lado y, aburrido de trabajar, mi mente divaga hacia las páginas de "Los versos satánicos"de Salman Rushdie. Pienso en la sentencia de muerte, fatwa, como le dicen ellos, que el líder religioso de Iran, ayatolá Jomeiní, leyo en 1988 contra Rushdie por publicar este libro.




Hago memoria y recuerdo, sólo en el último mes, viajar de Estados Unidos a Inglaterra y terminar metido en Rusia, protegido por la mafia chechena, intentando evitar que Romanóv llegue al poder en "El Manifiesto Negro" de Frederick Forsyth. Después respiro y se me llenan los pulmones de las memorias de infancia que persigue Yambo para recuperar su memoria en "The mysterious flame of Queen Loana" de Umberto Eco y me enamoro nuevamente de mi propia infancia.
Parpadeo y, agazapado tras mis párpados, me asalta un poema de Juan Gelmán. Me doy cuenta de que su "Cólera Buey" me corre por las venas. Pero la alegría no dura mucho, la muerte de Sam y la alegría siempre al borde del precipicio de Jennifer me dan un golpe de tristeza que agradezo a "Sams letters to Jennifer" de James Patterson.
Me doy por vencido e intento volver al trabajo, basta de divagaciones literarias. Miro la pantalla y regresan las risas y dudas que me planteó Giovanni Sartori en "Homo Videns: la sociedad teledirigida", libro con el que dicté la magistral clase de anoche. Meneo la cabeza. Sonrío pensando que mi amigo Bukowski me espera con "Post Office" sin importar a la hora que llegue.
Repaso noticias: perros muertos, guerra, un niño de diez años se suicidó en su armario, las hormigoneras se devoran la playa y la política lo pudre todo despacito. Necesito una cura contundente, un golpe de algo, que alguien diga algo con cojones. Entonce se me llena la cabeza de libros: Benedetti, Gamodena, Lovecraft, Cervantes, Baudealire, Gallego, Laymon, Patterson, Little, Garder, King, Ketchum, Bonald, Poe, Gelmán, Girondo, Ortega y Gasset, Faulkner, Darwin, Masterton, Eco, Storni, Galván, de Burgos, de Queirós, Zeno Gandía, Martínez, Conan Doyle, Derleth, Bierce, Nietszche, Kafka, Platón, Forsyth, Preston, Bukowski, Parra, Pérez Reverte, Stoker, DeMille, Rushdie, Lorca, Machado, Martini, Sartori, Hahn, Sócrates, Shelley y otros, mucho amigos y amigas que leí y muchos y mcuhas más que faltan por leer. Sólo quiero salir de aquí y abrir un buen libro que me deje sentir su poder, su capacidad de trásnfuga, su alimento intelectual. No hay nada como los libros.

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