lunes, 6 de octubre de 2008

De política

Estoy parado en la parada (bonita frase) esperando el autobús de las 9:34 p.m. cuando se me acerca esta señora mayor con todo el pelo blanco, corto, una blusa rosa, una libreta y una pancarta de cartón que avisa que tengo hasta la medianoche de hoy para registrarme para votar.
Usualmente voy al supermercado los lunes por la noche para evitar las multitudes de los sábados y domingos. Estoy en la parada con mis bolsas y mi música y me siento tranquilo. Ella se acerca con una sonrisa simplástica de vendedora de enciclopedia y me pregunta si ya me registré para votar. Ahora bien, ante la probabilidad de que esta señora y su discurso político se convirtieran en un binomio que me iba a joder la noche, opté por utilizar una de mis armas favoritas: la sinceridad. Me paré derecho (estaba apoyado en un basurero), le miré a los ojos seriamente y le dije: "No, señora, no me he registrado para votar ni pienso hacerlo, pero gracias por la invitación". Ella movió su cabeza hacia el lado izquierdo como hacen los perros intrigados (o Forrest Gump) y me preguntó: "¿Por qué no se va a registrar?". "Verá usted, señora, yo soy anarquista". Ella abrió los ojos, apretó la libreta contra el pecho y dió un paso atrás. "No se preocupe. No soy un anarquista de esos que golpea personas, rompe vidrieras y roba televisores. Simplemente creo en el sueño de la anarquía como usted cree en la quimera tonta de la democracia", le expliqué.
Después de unos segundos de silencio, la señora regresó al lugar que ocupaba originalmente. Resulta que ella tampoco confía ya en la democracia. La oligarquía mezclada con idiotez de su presidente la tiene cansada. Leyó en algún sitio que los anarquistas proponen vivir en comunas y la idea le parece buena. Le conté que la democracia sobre papel, al igual que mi anarquía, el comunismo o el socialismo, es una utopía maravillosa. Se me acercó más y me confesó que es socialista pero que se tiene que conformar con la democracia que le ofrecen en el país en el que vive. Su hija vive en Dinamarca (perdonen a la ilusa que intentó comparar Dinamarca con Estados Unidos) y allí todo funciona mejor que aquí: si a un político se le ocurre decir que va a bajar los impuestos, lo cuelgan del palo mayor por imbécil. Ella se acaba de retirar, vive enamorada de España y quiere aprender español. Cuando llegó mi autobús me tendió la mano con respeto y le regalé una sonrisa y un "buena suerte con su Obama, si hace un cuarto de lo que usted espera, nos podemas dar por bien servidos". Lamentablemente, a estas alturas ya no confiaba en nada ni en nadie. Agarré mis bolsas y me largué con mi anarquía a otra parte.
Creo que la convencí de no votar.

1 comentario:

Mara Pastor dijo...

me gustó mucho esta entrada, acá mi contestación a los que registran hasta el momento había sido también honesta. "no, thank you, i'm a colonized". nunca me preguntaron nada de vuelta. se quedan mirándome confundidos. pero la verdad que aquí en los esteits si votaré. y me da una alegría inmensa hacerlo. no por mí, sino por el mundo. solo imagínate lo que le pasaría al planeta si gana mccain y se muere. también creo que es importante diferenciar "lo político" de la politiquería, o el anarquismo de la apatía. en la isla no vale la pena ni mentar a los candidatos. da lástima escucharlos decir que voten por ellos para sacar a la isla del joyo. 110 años después no se han enterado de que si el colonizador está en el agujero el colonizado en el culo del agujero. en fin, seguiré pasando por aquí.