jueves, 30 de octubre de 2008

Opción silenciosa

Nuevamente me las arreglé para decir algo que quería decir sin que sea inpublicable. Lástima que la prensa tenga tantas trabas lingüísticas y repudie con odio el vocabulario soez, aunque en ciertos espacios sirva para enfatizar maravillosamente. Llevaba mucho sin sacar nada en El Nuevo Día y decidí que la distancia no era razón para no publicar. Aquí se los dejo.

Gabino Iglesias
Periodista y escritor
La opción del silencio

Las últimas semanas se han caracterizado por la aparición de un sinnúmero de artículos y columnas que expresan una grave preocupación por la falta de interés que presentan los jóvenes hacia el proceso político que se vive. A mí me parece que esa indiferencia es una maravilla.

Las páginas se llenan de sosas invitaciones al cambio, trillada esperanza, búsquedas infructuosas de métodos fallidos de motivación, mitos, mentiras y leyendas urbanas como los beneficios de un sistema democrático o la posibilidad de que alguno de los déficit neuronales ambulantes que se presentan en los medios pueda traer un cambio, una nueva visión o, por lo menos, cumplir de forma cabal con la promesa implícita de su partido (latente llaga histórica tricolor).

Lea usted, querido lector, las definiciones operacionales de la democracia, el comunismo, el socialismo o la anarquía. Se dará cuenta de que, al menos en papel, ninguno de los sistemas presenta los fallos que podemos observar históricamente cada vez que se han puesto en práctica. Todos son utopías, y la indiferencia de los jóvenes no es una apatía infundada o una guerra que ganó la playa o Facebook: se trata de un sólido callo causado por la estupidez, la incompetencia, la corrupción, las promesas muertas, la falta de resultados y la realidad que ven en sus casas, trabajos, cuentas de banco, viajes a la gasolinera y en las ridículas peleas de los vecinos por cuestiones políticas.

Pueden intentar solventarlo con errores gramaticales “cool” e hipermodernos que impliquen que las opciones son un binomio mutuamente excluyente y absoluto: votar o quedarse “calla’o” -combinación taurino escatológica, por favor-. Los jóvenes pueden no votar y no quedarse callados.

Sigan intentando empujarles el podrido cadáver de la democracia por ojos, nariz y boca. Explíquenles a los jóvenes que su grito silente es peor que “rajar” la pava o la palma… como piensa hacer usted.

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