viernes, 13 de junio de 2008

Buen provecho

A pesar de que no me dejarían decir vagos glotones hijos de la gran puta de manera explícita, El Nuevo Día publicó hoy, viernes 13 (buena fecha) de junio esta columna en la que defiendo a los incapacitados mentales de las más altas esferas de este país roto.

13-Junio-2008
Gabino Iglesias
Escritor y periodista

Buen provecho
El último escándalo político es de naturaleza nutritiva: muchos legisladores ganan en dieta lo que no gana un trabajador promedio en todo el año, y sin cobrar dietas.
La prensa expone a estos representantes y senadores y ellos explican que estas dietas son parte del salario, que es una remuneración justa, que trabajan 14 horas diarias y otra multiplicidad de patrañas dignas de su profesión.
No obstante, esta columna no es una crítica sino una defensa. La necesidad imperiosa de mantener estos intelectuales en posiciones de poder es ineludible al analizar los siguientes puntos:
1-La velocidad pasmosa con que atendieron el mandato de unicameralidad que les hicieron los que los alimentan.
2-La cantidad y calidad de los proyectos legislativos que se han realizado en este cuatrienio.
3-La envidiable desfachatez con que se paran delante de las cámaras de televisión a dar opiniones y a dictar sentencias sobre cualquier cosa y la manera tan entretenida en que exponen sus inútiles rencillas internas y su inimitable forma de perder el tiempo.
4- La pulcra e intachable imagen pública que han logrado mantener todos ellos a lo largo de sus ilustres carreras para agradecer el genial voto de los puertorriqueños (primeros culpables de esto).
5-La defensa acérrima que hacen desde sus puestos de los derechos de los maestros, policías y demás empleados públicos del País.
6-El orgullo palpable que demuestran siempre al mal nombrar al “pueblo de Puerto Rico” para salir del paso y racionalizarlo todo.
Dejemos que cultiven su redondez a costa de los que sí trabajan, que viajen en “lujosas guaguas” y que cambien su ajuar cada seis meses. Sólo podemos desear que algún día, por imposible que parezca, entre la reyerta politiquera de turno y perder el tiempo cobrando en exceso, llegue una mágica plaga de conciencia a sus oficinas.

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