miércoles, 28 de mayo de 2008

Ante la posibilidad de que quede algo...

Hace unos días entré en un Sam's de nosedonde y, para no variar, busqué la oportunidad de escaparme hasta el área de los libros. Sólo me sirvió para deprimirme. Códices, secretos, María Magdalena, códigos, misterios, invenciones apócrifas, sociedades secretas: todo es la misma mierda. Historia, ficción y basura en un gran vómito comercial. La salida fácil sería culpar a Dan Brown, escritor mediocre en sus mejores momentos, pero la realidad es que la culpa es de los lectores light que patrocinan ese tipo de literatura.
Entonces, hoy, me topo con una declaración del genial Manuel Clavell Carrasquillo: "El libro ha fracasado como objeto cultural y asistimos al holocausto caníbal de su ruina". Si le doy la razón voy a tener que llorar y saltar desde el enfermo edificio en que trabajo. Si reniego de lo que expone, me costará un huevo encontrar suficientes palabras gordas para coser un discurso coherente sin costura pasional que logre desbancar lo que dice. Me niego a hacer ambas.
El punto es que la literatura agoniza desde hace mucho tiempo, pero me niego a declarla muerta. El día que levanten el cadáver, quiero que me entierren con ella.
Vivo entre libros. Lejos de ser una declaración moralista o nostálgica es una simple declaración de lo que soy y lo que hago. Al que no le guste, perfecto. No soy mejor que nadie y peor que muchos.
Uno de los puntos/lanza de Carrasquillo es que la lectura no te hace una mejor persona. Estoy totalmente de acuerdo. No obstante, soy de la opinión de que la letura pesada, clásica, recomendable, aburrida, académica o como le quieran llamar hoy en estos tumultuosos tiempos posmodernos, promueve el desarrollo de una musculatura cerebral recomendable, amplía el vocabulario y nos ayuda a escapar sistemáticamente de la dolorosa estupidez que nos rodea a diario. Llevo esa consigina colgada en la frente, justo al lado de mis pecados. Prefiero que me coja de imbécil un hijo de puta mucho más inteligente que yo que perder mi tiempo con zombies mentales fanáticos de Objetivo Fama. Prefiero aguantar la pesada baba ilustrada de los comemierdas académicos releídos que escuchar la incesante muestra de atrofia neuronal que sale de la boca de los descerebrados de este país en la calle, la televisión, la prensa, etc.
Mis mejores amigos siempre fueron los libros. No sé si lo aprendí de mi viejo, si es resultado de mi aversión rampante por el animal humano o simplemente designio del destino. No me agrada mucho Shakespeare, "Cumbres Borrascosas" me aburrió y "Madame Bovary" se me hizo interminable. Lovecraft está ubicado muy cerca de mi Olimpo de Escritores y Bukowski me hace falta de vez en cuando: estoy muy lejos de ser perfecto. No se trata de leer sólo ladrillos clásicos, se trata de asesinar a los Dan Bowns del mundo, de meterle una bala entre ceja y ceja a todo aquel que tenga un puto panfleto de Paulo Cohelo como referente inmediato y... ni siquiera voy a empezar con las histércias feministas sufridas que pululan en América.
Nada me consuela. Clavell Carasquillo tiene toda la razón, pero yo sé que le duele.
Ante la posibilidad de que quede algo, yo sigo leyendo.

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