jueves, 29 de mayo de 2008

Bienvenidos a la muerte


Las fotos están tomadas desde una avioneta y tienen esa calidad que deja mucho que desear. Se trata de una tribu aislada que apareció a orillas del río Las Piedras en la Amazonía Sureste de Perú y que me dan una pena que no puedo empezar a describir.
"Es absurdo decir que existe gente aislada cuando nadie la ha visto," dijo Daniel Saba, Presidente de Perupetro, la compañía petrolera del Estado de Perú y típico mercenario de manos negras. Es decir, la tribu ya cumplió con su propósito existencial: probar que Mr. Saba no sabe un carajo y que, como era de suponer, sólo se trata de otro petrolero con ganas de talar la selva en dos días y que el que venga detrás se las arregle.
Yo miro las fotos y los veo pintaditos y defendiendo sus chozas, con su terror al eclipse y su hermosa ignorancia sana y me arde la sangre. En su santa inconsciencia le disparan flechas a la avioneta mientras desde la elevada barriga del endiosado pájaro de hierro les escupen un ruido de miedo y les tiran fotos para la prensa.
Ya veo a la panda de salvadores internacionales llevándole un biblia y una colección de enfermedades desconocidas que los matarán en un par de meses. Me los imagino ya con la camiseta de las Spice Girls que les regalaron los del Salvation Army caminando por la tierra que habitan sabrá Dios hace cuánto y a la vez perdidos entre la gente nueva y la pasajera lumbre agresiva de los flashes. Los imagina mirando con recelo de animal acorralado la cámara de la National Geographic y la de la BBC y maldiciendo a su deidad por fallarles así y mandarles los demonios blancos.
Perderán la batalla y terminarán civilizándose. Ya los oigo agradeciendo en su lengua el milagro de la democracia, las aspirinas, el chicle, las baterías, la cremita para el sol, los M&M's, los fósforos y las chancletas metedeo. Los veo cambiando el taparabos por pantaloncitos de correr y enganchándose un relojito sin cuerda a la muñeca para que marque su destiempo o el fin de su tiempo.
Veo el pietaje del Discovery Channel y las protestas porque los petroleros y los madereros ilegales de caoba ya se los fumaron para hacer el nuevo escritoria de Donald Trump y llenar de gasolina la limusina de Bush. Veo al último infeliz con el alma rota y los ojos como lagunas de dolor mirando la interminable fila de imbéciles con ipod que se acercan hasta el museo de turno para verlo sentado. Ellos no saben lo que les espera. Quiero aislarme y llorar.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Ante la posibilidad de que quede algo...

Hace unos días entré en un Sam's de nosedonde y, para no variar, busqué la oportunidad de escaparme hasta el área de los libros. Sólo me sirvió para deprimirme. Códices, secretos, María Magdalena, códigos, misterios, invenciones apócrifas, sociedades secretas: todo es la misma mierda. Historia, ficción y basura en un gran vómito comercial. La salida fácil sería culpar a Dan Brown, escritor mediocre en sus mejores momentos, pero la realidad es que la culpa es de los lectores light que patrocinan ese tipo de literatura.
Entonces, hoy, me topo con una declaración del genial Manuel Clavell Carrasquillo: "El libro ha fracasado como objeto cultural y asistimos al holocausto caníbal de su ruina". Si le doy la razón voy a tener que llorar y saltar desde el enfermo edificio en que trabajo. Si reniego de lo que expone, me costará un huevo encontrar suficientes palabras gordas para coser un discurso coherente sin costura pasional que logre desbancar lo que dice. Me niego a hacer ambas.
El punto es que la literatura agoniza desde hace mucho tiempo, pero me niego a declarla muerta. El día que levanten el cadáver, quiero que me entierren con ella.
Vivo entre libros. Lejos de ser una declaración moralista o nostálgica es una simple declaración de lo que soy y lo que hago. Al que no le guste, perfecto. No soy mejor que nadie y peor que muchos.
Uno de los puntos/lanza de Carrasquillo es que la lectura no te hace una mejor persona. Estoy totalmente de acuerdo. No obstante, soy de la opinión de que la letura pesada, clásica, recomendable, aburrida, académica o como le quieran llamar hoy en estos tumultuosos tiempos posmodernos, promueve el desarrollo de una musculatura cerebral recomendable, amplía el vocabulario y nos ayuda a escapar sistemáticamente de la dolorosa estupidez que nos rodea a diario. Llevo esa consigina colgada en la frente, justo al lado de mis pecados. Prefiero que me coja de imbécil un hijo de puta mucho más inteligente que yo que perder mi tiempo con zombies mentales fanáticos de Objetivo Fama. Prefiero aguantar la pesada baba ilustrada de los comemierdas académicos releídos que escuchar la incesante muestra de atrofia neuronal que sale de la boca de los descerebrados de este país en la calle, la televisión, la prensa, etc.
Mis mejores amigos siempre fueron los libros. No sé si lo aprendí de mi viejo, si es resultado de mi aversión rampante por el animal humano o simplemente designio del destino. No me agrada mucho Shakespeare, "Cumbres Borrascosas" me aburrió y "Madame Bovary" se me hizo interminable. Lovecraft está ubicado muy cerca de mi Olimpo de Escritores y Bukowski me hace falta de vez en cuando: estoy muy lejos de ser perfecto. No se trata de leer sólo ladrillos clásicos, se trata de asesinar a los Dan Bowns del mundo, de meterle una bala entre ceja y ceja a todo aquel que tenga un puto panfleto de Paulo Cohelo como referente inmediato y... ni siquiera voy a empezar con las histércias feministas sufridas que pululan en América.
Nada me consuela. Clavell Carasquillo tiene toda la razón, pero yo sé que le duele.
Ante la posibilidad de que quede algo, yo sigo leyendo.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Río Piedras, martes, noche

Esta ciudad es como una sarna vieja que rascamos con gusto. Un guilty pleasure asqueroso que muchos niegan por las mañanas entre la camisa por dentro y frases intelectuales de alto vuelo. Poco importa. Sigues; pies arriba y abajo sobando una acera puerca con olores insultantes y repleta de charquitos de oscuridad. Más arriba el ruido incesante de la variopinta fauna callejara anuncia la llegada de las horas indecibles. Aullidos y sudor bailan tangos en el aire. Dulzón y denso el olor a marihuana y cuneta. El chancleteo de algunos, el pelo largo de otros, las faldas cortas como sentencias, las promesas vacías de los escotes falsos, la mirada intensa de los maricones a la defensiva y mucho sobaco al aire.
La gente se para en círculo con el afán de crear una ilusión de privacidad en el espacio abierto. "Aguaniiiiiileeeee" despeñándose desde las altas bocinas clavadas a la pared como imitadores de Jesús y la voz de Héctor Lavoe pasándose la realidad espaciotemporal por el forro. Cerveza barata pero fría que anestesia el esfuerzo de gato hidráulico de las gargantas que intentan alzarse más allá del pandemonio.
Un tecato se desliza por un poste como largatija hebria y acaricia el maltrecho carrito de compra lleno de latas con la cabeza. Su caída perenne me entretiene. Pienso fugazmente en las pesadillas de Einstein. Aquí la sociología tiembla, la psicología se funde y la etnografía se alcoholiza.
Perla habla de Santo Domingo. Acodados en un pedazo de aluminio, húmedo de sabe Dios qué, miramos al tecato e intentamos mantener vivo el pasado a base de nombrarlo. Gambi y Manu llegan y los divorcios ajenos se convierten en celebraciones anticipadas. En la calle pululan los hijos de nadie, las ansias de alargar la noche hasta el infinito, de encontrar ESO. Ser y estar recobran su importancia y alguien pide un vaso de hielo. El éxito de una perfecta comunicación entre tanto ruido desplaza todas las teorías comunicativas conocidas hasta el momento. Que nadie me hable de hipertextos: todo remite a todo. Es lo que somos. Lastima que todo se acabe.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Uno de los límites

La búsqueda constante de los límites es uno de mis deportes favoritos. Sabes hasta dónde puede protestar, apuntar con el dedo, juzgar públicamente y joderle la paciencia a aquellos que, desde siniestras tribunas intocables, se dedican a fastidiarle la vida a los demás. Uno de esos límites lo descubrí recientemente. Se trata de una columna que envié a El Nuevo Día y que al parecer no van a publicar. El ella vapuleaba un poco a Doris Lessing: vieja tonta que ganó el Premio Nobel de Literatura 2007. Aquí la dejo con comentarios agregados. la titulé "Malditos desastres".

Rara vez nos toca leer una columna de opinión en la que se despotrique contra los intelectuales de alto vuelo. Sin embargo, un artículo de este respetable rotativo, publicado el lunes, me hizo hervir la sangre.
La escritora británica Doris Lessing, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2007, demuestra que no por que el mundo te considere un intelectual significa que tienes dos dedos de frente, noción de lo que es el respeto, memoria histórica o un ápice de sentido común.
Lessing dice en una entrevista otorgada a Radio 4 de la BBC (a punta de pistola) que ya se le está acabando la módica suma de 977,000 euros (más de 1.5 millones de dólares) con que se dota el premio y se queja de que se pasa la vida en entrevistas y sacándose fotos. Además, se atreve a tildar la situación de “maldito desastre” (agravante: foto de Lessing sentada en las escaleras de su casa con cara de llanto y dolor profundo).
Primero: son muchos los escritores reconocidos que escapan sistemáticamente de las cámaras y la prensa con éxito. Segundo: para ser una persona que se supone que tiene un dominio respetable del vocabulario, llamar a su situación “maldito desastre” es una falta de respeto al planeta.
32,000 muertos en Birmania, 900 estudiantes enterrados vivos en China, 22 muertos por tornados en EE.UU., el hambre y los conflictos en África, el gasto de dinero y vidas en la tonta guerra de Irak, por mencionar sólo algunos de los eventos actuales más conocidos, son malditos desastres.
Para haber recibido el Premio Príncipe de Asturias en el 2001 por sus escritos en defensa de la libertad y múltiples causas del Tercer Mundo, a Lessing le falla bastante la memoria.
Interesante que la entrevista coincida con la publicación de su nuevo libro.

Y ahora, con el infinito poder que me confiere tener mi nicho dentro del ciberespacio, diré un poco de lo que no dije: váyase al carajo, vieja estúpida. Ah, la maravilla de la libertad de expresión.
Puede ser mi naturaleza el libro de Bukowski que me traigo entre manos o el haber visto a mi amigo tecato empujando una bicicleta sin rueda trasera hoy por la mañana, pero a la inglesita la tengo atravesada desde el lunes, y parece que soy el único; nadie ha dicho nada al respecto. Parece ser que cuando se es figurita mediática y te ganas un Nobel eres intocable. Lástima que en mi espacio esas leyes no apliquen. Si ya se gastó más de millón y medio de dólares, que se joda, si no quiere hacer entrevistas, que nos las haga. Lo único que tiene que hacer es leer el periódico y callarse la boca. Sus problemas son imaginarios y que tengan espacio en los medios es enfermizo. Mientras el mundo se va descojonando un país a la vez, Lessing protesta y saca un libro nuevo; esa es mi nueva teoría del caos. Le doy gracias a mi gusto por nunca haber leído un librito de semejante señora. Con 88 primaveras, ya le va tocando ser comida de gusano.