jueves, 21 de enero de 2010

Nihilismo nocturno

Son las 12:12 p.m. Es una hora simpática. Afuera hace frío y los árboles duermen, desnudos de hojas y cargados de paciencia. Los gruñidos de los autobuses ya se detuvieron y el esporádico ruido de los coches que cruzan la 45 no llega hasta mis tímpanos: una hermosa pared construída por el sonido del saxofón de Pharaoh Sanders los detiene.
Sé que las barras están abiertas y que el mar sigue en su lugar... pero me importa poco. Hoy opté por sobrevolar algunos periódicos sin bucear en las sucias aguas de ninguno de ellos. La falta de noticias fúnebres y deprimentes en demasía no me trajo la felicidad que esperaba.
Empezaron las clases y soy el único periodista en las dos clases que tomé hoy. ¿Qué carajos se me perdió en Antropología (Teoría Crítica y Postcolonial)... ¿acaso no vengo yo de una puta colonia que se resquebraja a diario bajo el peso de la ineptitud? ¿Qué estoy buscando en una clase del departamento de Historia (Género, Raza e Identidad Nacional en el Sigo 20)... ¿acaso no soy yo el primer defensor de la idea de que la hitoria sólo contiene veneno? ¿En qué cajón metí mi carpe diem? ¡Memento mori!
Hay una película empezada durmiendo en el DVD. Hay un libro de Woody Allen en el sofá. Hay una ventana cerca de mi por la cual no he mirado al mundo hoy.
Supongo que el día, un amasijo de minutos recién nacidos, promete mucho para aquellos que creen en las promesas. En mi opinión, que es la mejor que tengo a mano, no se puede esperar mucho de un día que llegó de noche, con frío, con hambre y un jueves. Nada se puede esperar de un día que llegó sin fanfarria o festejo alguno, sin un cambio al menos meridianamente perceptible. Rezaría, pero a veces me parece que Dios está tan muerto como Nietzsche.
¿Y mi futuro? Bueno... aún me queda terminar esta maldita entrada y lavarme los dientes. ¿Quién dijo nihilismo?

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