jueves, 6 de agosto de 2009

"Al lugar donde has sido feliz...

no debieras tratar de volver." Si no saben quién lo dijo... para eso está el Internet: edúquense. El punto es que esa frase ha probado ser certera en más de una ocasión a lo largo de mi vida. Las cosas se acaban, la gente se muere, los amigos cambian, las estructuras se deterioran, los artefactos de quiebran, los paisajes se pavimentan, etc. Sin embargo, resulta que, como todas las reglas de la vida, existen ocasiones excepcionales en las que el truco sale bien y se puede recuperar la gloria.
Ayer, por ejemplo, volví a sumergir mi cuerpo en las benditas aguas de la Jungla. Regresé a la risa constante, el sol, el alcohol desmedido, la carcajada absoluta, la música que alimenta el espíritu y a las amistades con las que se forjó el mejor pasado. Con un vaso de plástico lleno de ron en la mano y la carne inmersa en agua salada, recargué la batería, me olvidé de los dramas rutinarios y preparé mi cerebro para la inevitable vuelta a la vida académica.
Sentado en el nuevo tablado de Juan, con una guitarra en las manos y la luna retocándose el maquillaje en la ensenada, me di cuenta de que se puede regresar al lugar donde una vez se fue feliz.
Ante la inminente aparición de un aeropuerto en mi futuro inmediato, nada mejor que escuchar las oraciones cósmicas del saxofón de Fela Kuti. Ante la falta de recursos económicos, el salpicón salado y el vuelo al ras del agua de un pelicano. Ante la presión de la nada, el absolutismo innegable de un horizonte azul. Ante los que dicen que no se puede volver a ser feliz y que todo tiempo pasado fue mejor, un buen mandar la vida al carajo y hacer exactamente lo que te plazca.

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