miércoles, 26 de agosto de 2009

209

En menos de 400 pies cuadrados se encerró el universo por doce meses. El aliento podrido que escupía la calefacción no logró matarme, el hecho de que más de la mitad de los cajones disponibles no abrieran no me molestó, la falta de presión en la ducha se tornó un deporte y el peculiar olor que acompañaba al horrendo sofá nunca me pareció un insulto.
Ahora me mudé. Saqué mis libros, ropa, trabajos viejos, mis dos televisores (uno de ellos no sirve y lo tengo de mascota), mis zapatos y mi guitarra y los metí en un lugar nuevo, más grande, mejor. El problema radica en que mi antigua cueva tenía lo que tienen los lugares en los que pasamos mucho tiempo encerrados: personalidad.
Ahora tengo el doble de espacio y ningún mueble. Anoche esperé que el reloj leyera 12:00 a.m. y, guitarra en mano, pinté las paredes con las mismas canciones que usé para calentar el otro rincón.
Un libro de Pynchon en el suelo y un poco de jazz en el estereo es más que suficiente para que un lugar deje de ser un lugar y se convierta en un espacio habitable, conocidó y cómodo sin importar la falta absoluta de muebles. Cuando no se tiene un sitio para poner el culo, tiende uno a prestar más atención al alma. Cuando la cama está en el piso, alcanzar el vuelo de la imaginación se torna una necesidad. Cuando tenemos poco, todo significa un poco más.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Un año

Un año de aberraciones y festejos mentales. Un año de cruzar el río en busca de otro estado mental y de mirar pasar la vida desde la acera mientras me siento a hablar con cuanto loco, drogadicto o alienígena se cruza en mi camino. Un año de extrañar Puerto Rico y todas las personas y lugares que lo hacen especial. Un año de leer como un demente, de cazar libros como quien caza tesoros y de aprender que "hay cosas que es mejor no aprender." Un año de amistad con un ciego con el mejor sentido del humor de cualquier gringo y con un escritor de verdad que nunca tendrá el éxito ni el dinero que tienen los imbéciles descerebrados de la escuela de Pablo Conejo. Un año de entregar mi suerte a los designios de la trasnportación pública y de manejar los olores a humanidad que de vez en cuando me invaden en la guagua. Un año de pelearme con la eterna aparición de un futuro un poco mejor que nunca logro alcanzar y que se mete debajo de la interminable colección de periódicos y revistas viejas que pueblan en suelo del apartamento. Un año de una soledad divina que me enseña a diario la importancia del silencio y me hace cada vez más amigo de músicos muertos y de escritores malditos. Un año de gastar sin mesura la suela de los zapatos en busca de la libertad absoluta. Un año de un sol seco que mata la grama y de un frío implacable que se mete por debajo de la puerta e invade la cama. Un año de hacer y deshacer maletas, decir hola y adiós, dormir en camas distintas y mirar cómo se desmorona el mundo a los poquitos desde el placer de mi propia consistencia trasnmutable. Un año de escribir sin pausa en pos de que quede algo firme al final del día. Un año de ver películas de culto y de compartir el insomnio con la televisión. Un año de sacarle el dedo a la muerte, tirarle piedras a los aviones, escupir al olvido, acariciar las aceras, visitar cascadas, compartir palabras, explorar cunetas y pescar acordes.
Hoy, 19 de Agosto de 2009, cumplo un año de haber llegado a Austin. ¿Qué carajo me espera en los próximos 365 días?

jueves, 13 de agosto de 2009

Tan de vuelta como si nunca me hubiese ido

Después de tres aviones (sólo uno con retraso), dos autobuses y un "single serving friend", estoy de vuelta en Austin.
El apartamento me recibió con un extraño olor a encerrado, polvo dormido sobre todas las superficies oscuras, una nevera totalmente vacía y un anillo negro alrededor del inodoro. Además, ahora tengo un enorme hueco en el techo de la ducha que me brinda mientras me baño una hermosa vista del podrido entresuelo de madera del viejo edificio en el que vivo.
Pensar que hace unos días estaba comiendo con los viejos, bebiendo en Guánica o tranquilamente sumergido en la piscina del complejo en el que vivo me hace extrañar Puerto Rico.
Por otro lado, leo el periódico y casi me alegro de haberme tenido que ir.
He aquí algunas de las noticias del día:
1- "El pastor David Velázquez López se declaró culpable hoy de cinco cargos de actos lascivos, tras lograr un acuerto con la fiscalía para que se le sentencie a 20 años de probatoria." 20 años de probaroria... tremenda mierda! A este individuo había que castralo y después arrastralo atado de un caballo desde San Juan hasta Mayagüez. Cada vez que leo sobre la manera en que trabaja la "justicia" en Puerto Rico me debato tanto entre reír y llorar que termino con ganas de asesinar a alguien. Total, si mato a alguine seguro que consigo un acuerdo de dos días de probatoria y tres Padre Nuestros.
3- "Invertirán un millón en seguridad del Tren Urbano. La medida es para la lucha antiterrorista en la Isla." No tengo palabras. ¿Quién carajo va a venir a Puerto Rico a poner una bomba para matar cuatro gatos? La idea es tan brillante como... todas las que se les ocurren a los cabezahuecas que hacen el aguaje de llevar las riendas del país.
Lamentablemente, USA no está mejor: "HAGERSTOWN, Maryland (AP) — El Servicio Secreto investigaba a un hombre que según las autoridades sostenía un cartel que decía “Muera Obama” durante una sesión de preguntas y respuestas sobre la reforma al sistema de salud en Maryland." ¿No se puede usar un cartel en la cuna de la democracia? Con todas las veces que le declaré la guerra a Bush desde este blog debo ser el enemigo público #1. Esta tarde voy a escribir "Muerte a Obama" en un cartón y me voy a subir en la guagua con él al pescuezo a ver qué pasa.
Por último, y de esto no ha hablado ningún periódico del país, murió en gran Les Paul, padre de la guitarra eléctrica e inventor de las grabaciones multitrack. Al próximo imbécil que me mencione a Michael Jackson, esa japonesa fea que sólo daba grititos y usaba un guante ridículo, se la suelto.

jueves, 6 de agosto de 2009

"Al lugar donde has sido feliz...

no debieras tratar de volver." Si no saben quién lo dijo... para eso está el Internet: edúquense. El punto es que esa frase ha probado ser certera en más de una ocasión a lo largo de mi vida. Las cosas se acaban, la gente se muere, los amigos cambian, las estructuras se deterioran, los artefactos de quiebran, los paisajes se pavimentan, etc. Sin embargo, resulta que, como todas las reglas de la vida, existen ocasiones excepcionales en las que el truco sale bien y se puede recuperar la gloria.
Ayer, por ejemplo, volví a sumergir mi cuerpo en las benditas aguas de la Jungla. Regresé a la risa constante, el sol, el alcohol desmedido, la carcajada absoluta, la música que alimenta el espíritu y a las amistades con las que se forjó el mejor pasado. Con un vaso de plástico lleno de ron en la mano y la carne inmersa en agua salada, recargué la batería, me olvidé de los dramas rutinarios y preparé mi cerebro para la inevitable vuelta a la vida académica.
Sentado en el nuevo tablado de Juan, con una guitarra en las manos y la luna retocándose el maquillaje en la ensenada, me di cuenta de que se puede regresar al lugar donde una vez se fue feliz.
Ante la inminente aparición de un aeropuerto en mi futuro inmediato, nada mejor que escuchar las oraciones cósmicas del saxofón de Fela Kuti. Ante la falta de recursos económicos, el salpicón salado y el vuelo al ras del agua de un pelicano. Ante la presión de la nada, el absolutismo innegable de un horizonte azul. Ante los que dicen que no se puede volver a ser feliz y que todo tiempo pasado fue mejor, un buen mandar la vida al carajo y hacer exactamente lo que te plazca.