jueves, 17 de julio de 2008

Teatro de barrio

El domingo me disponía a comprar jugo de vaca antes de llegar a casa y me chupé un tapón de ida y otro de vuelta. El muerto ni siquiera recibió sus 15 segundos de fama solo: el diaro lo juntó con otros dos que se sumaron a la lista de asesinatos (Puerto Rico eso sí que lo hace mejor). La columna la publicó El Nuevo Día hoy, jueves 17 de julio. Se la dedico a la romantización literaria de la muerte barriobajera.

17-Julio-2008 Gabino Iglesias
Escritor y periodista

El teatro de barrio

Una cinta amarilla serpentea a cuatro pies del suelo y sirve de marco a la escena. Un sujeto yace en el suelo con un brazo debajo del cuerpo y el otro estirado.
Sus dedos posan la figura del silencio final. Esclavos asalariados se pasean por la acera con el imposible binomio de guantes de látex y corbatas de colores chillones.
La noche disimula bastante el charquito de sangre a medio coagular.
Unas simpáticas “v” amarillas invertidas aparecen en escena y demarcan los lugares en que reposan, acusatorios y silentes, los 84 casquillos de bala de 9mm y AK-47 que levantaron vuelo para comenzar la obra y declarar el fin de algo. Los policías piensan con envidia que ellos no tienen ese armamento.
Las luces de las patrullas silencian al personal congregado para el chisme y los niños sonríen y se empujan para conseguir el mejor asiento en la acera de enfrente, mientras los policías, embutidos en sus uniformes azules, meten la barriga y sacan pecho a la vez que hacen señas para que circule el tráfico. Poco importa: todo el mundo frena y se recrea con el muerto besando la acera sucia el tiempo que le place.
El morbo crece, vuela, se hincha y cubre la calle.
El tufo a cotidianidad televisiva convertida en pasajero chisme de barrio es inaguantable.
El muerto no dice nada.
La muerte ya dijo lo que tenía que decir. La Policía planea decir que investiga. Todos saben que al tipo le metieron todo ese metal en el cuerpo por bueno.
Probablemente se dirigía a casa de unas amistades para ver Miss Universe y la vida se le perdió en el camino.
Esta mañana le pasaron una manguera a la acera.
Los niños vieron sus muñequitos y lo contaron en la escuela.
C’est la vie.

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