domingo, 12 de febrero de 2012

Buscapié: Mono

Aquí les dejo un poco de caña dominguera. Un saludito a los cientos de individuo que han caído en el blog por equivocación mientras buscaban fotos de las tres respetables damas mencionadas en la entrada de abajo (tener el gusto enroscado en el esfínter no debe ser muy cómodo). Por último, un abrazo al Maestro en sus cincuenta y trece: eres grande, Sabina.

12 de febrero de 2012
Mono

Gabino Iglesias

El lagartijo trepa sin prisa mientras el sol caribeño acaricia su espalda. De pronto, un sollozo preñado de angustia llega a sus tímpanos. La curiosidad le carcome y el esferodáctilo se lanza en busca del compungido ser del que proviene el gimoteo.

Tres ramas más arriba, un simio llora con la cabeza entre sus hábiles dedos.

“¿Qué pasa, mi querido primate, por qué lloras así?”, pregunta el pequeño reptil.

“Ay, amigo, lloro porque siento que se acerca mi final”, responde el cariacontecido de los dedos oponibles. “¿Ves aquella manada de ahí abajo?”, le pregunta el mono al lagartijo mientras señala a un grupo de hombres que rodean una jaula. “Esa panda de animales intenta capturarme para no sé qué nefasto propósito. Llevo algunos días comiéndome la fruta que me dejan para hacerles sentir bien, pero los humanos no sólo son las bestias más dañinas, sino también las más tercas y me parece que no descansarán hasta verme tras las rejas”, explica el mico entre gemidos.

“¿Y eso qué tiene de malo?”, pregunta el lagartijo, dejando claro que los temas de bípedos le importan poco.

“Yo soy mono, colega, no chivo expiatorio”, responde el mono. “Si estos animales me atrapan, me pasearán delante de la prensa con tal de que la gente se ría de mi desnudez y no de la enmienda al plebiscito. Ellos dirán que soy más salvaje que el ‘despistado’ que intento hacer bucear su vehículo. Te apuesto los guineos que quieras a que me tildan de plaga igual que le han hecho a las iguanas: ¿no ves que prefieren distraerse conmigo a enfrentar la cruda realidad de un Capitolio atiborrado de zánganos, pirañas y gusanos, centros comerciales repletos de cerdos, vacas y buitres y unas calles donde pululan seres con la voluntad, el arranque y el discurso de una babosa?”

El lagartijo quiere consolar al mono, pero ante la verdad no hay palabras que valgan. A diferencia del cocodrilo, el lagartijo se pone a llorar lágrimas de verdad.

n El autor es estudiante doctoral.

Pueden leer el original aquí.

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