viernes, 13 de agosto de 2010

La nada

Por debajo de la puerta se cuela un nihilismo terrible que se abraza al olor que emana del estropeado triturador de desperdicios sólidos. Algunos le llaman un "garbage disposal." Yo no soy algunos. Miro al intruso a la cara y me falta valentía para decirle que estoy cansado de verlo: es el mismo de siempre.
Poco vale la vida cuando la soledad te agarra por la nariz. Es entonces cuando te das cuenta de que la nada es una bestia que hay que mantener encerrada en si misma. La lentitud tiene ritmo propio. Las horas son creaciones dolorosas y absurdas. El sentido común es incapaz de sentir.
Para salvarme busco sin éxito un blues lo suficientemente triste, un poema que me saque sangre, un recuerdo de mar oscuro. Me sorprende lo lejos que puedo viajar desde el azul oscuro de mi sofá...
La nada me muerde el tobillo y anuncia la cercanía de un semestre nuevo... y la lejanía de los trenes que ansían mi cuerpo en sus barrigas. Contemplo rendirme. Me niego. Sé que tengo todas las armas necesarias para combatir la nada: música, películas malas, guitarra, libros, recuerdos. Ninguna sirve de escudo cuando la filosofía se hace agua. Nada te salva de la sombra amarga de la nada.
Luego empiezan las preguntas: ¿Cuánta gente merece morir? ¿Cuántos estarías dispuesto a matar tú? ¿De qué sirve la poesía? ¿Cuán irónico es que se ahoguen los peces al sacarlos del agua? ¿Qué precio tiene el silencio? ¿Por qué no se premia el sarcasmo? ¿Por qué encerramos la inmensidad de las preguntas entre signos tan sosos?
El reloj marca la 1:33 a.m. Deduzco que seguir intentando evadir la nada es tan difícil como patear agua cuesta arriba.
Sobrio final: hago con la nada lo mismo que con la tentación...sucumbo, me rindo, claudico. Dejo de testamento las palabras anteriores.

1 comentario:

David dijo...

Pa' lante, que no hay otra. Te doblas como el junco y te yergues otra ves. Como siempre.