domingo, 29 de agosto de 2010

Comienzo

Agosto llega a su final. La ciudad resucita. Las calles se llenan de gente. En las tiendas hay filas ridículas que durante los tres meses previos nadie pensó posibles. Los novatos andan por la urbe como ganado asustado: en manada y con los ojos muy abiertos. Los vendedores ambulantes regresan a sus puestos. Los estacionamientos de cubren de metal, cristales y goma negra. El gimnasio se llena de amateurs con poco que hacer y mucho que estorbar. La universidad vibra con la energía de un semestre nuevo. Los estudiantes se hacen promesas y agarran cada sílabo como se agarra un libro que se desea leer. Los autobuses se llenan de bostezos mañaneros. La sonrisas abundan.
Yo río. Antes de que se den cuenta, el semestre será un animal vivo que requiere trabajo. Los agradables profesores del primer día exigirán trabajos de mala gana. Los autobuses apestarán a rutina, horarios incómodos y pies de gente sin bañar. Llegarán los exámenes y con ellos vendrán las primeras bajas. Luego pasarán los meses y la gente comenzará a desear con ansias locas que llegue diciembre para que todo acabe. En enero se repetirá el ciclo.
Así es la vida en la universidad: un eterno retorno de múltiples variaciones.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Cocodrilo

Escribir es algo que sólo puede entender el que lo hace. Leer es lo mismo.
A veces, por curiosidades y casualidades del destino (en el que no creo), me topo con algún autor que, sin querer o queriendo, le atina más o menos en a diana a la esquiva definición de escribir... o por lo menos a lo que nos hace sentir el proceso.

Soy solamente un animal que escribe y se enamora,
un laberinto de células y ácidos azules,
una torre de palabras que nunca llega al cielo
porque no toca tierra ni se apoya en los luceros,
sino en mi pobre corazón siempre en tinieblas,
siempre en el fondo de un tintero,
como si fuera un cocodrilo.
- Jorge Eduardo Eielson



PD - Me prunto si tendrá algo que ver con aquello...

Hoy voy a empezar,
hoy es el comienzo del final
el cocodrilo
astronauta soy en órbita lunar.
- Enrique Bunbury

viernes, 13 de agosto de 2010

La nada

Por debajo de la puerta se cuela un nihilismo terrible que se abraza al olor que emana del estropeado triturador de desperdicios sólidos. Algunos le llaman un "garbage disposal." Yo no soy algunos. Miro al intruso a la cara y me falta valentía para decirle que estoy cansado de verlo: es el mismo de siempre.
Poco vale la vida cuando la soledad te agarra por la nariz. Es entonces cuando te das cuenta de que la nada es una bestia que hay que mantener encerrada en si misma. La lentitud tiene ritmo propio. Las horas son creaciones dolorosas y absurdas. El sentido común es incapaz de sentir.
Para salvarme busco sin éxito un blues lo suficientemente triste, un poema que me saque sangre, un recuerdo de mar oscuro. Me sorprende lo lejos que puedo viajar desde el azul oscuro de mi sofá...
La nada me muerde el tobillo y anuncia la cercanía de un semestre nuevo... y la lejanía de los trenes que ansían mi cuerpo en sus barrigas. Contemplo rendirme. Me niego. Sé que tengo todas las armas necesarias para combatir la nada: música, películas malas, guitarra, libros, recuerdos. Ninguna sirve de escudo cuando la filosofía se hace agua. Nada te salva de la sombra amarga de la nada.
Luego empiezan las preguntas: ¿Cuánta gente merece morir? ¿Cuántos estarías dispuesto a matar tú? ¿De qué sirve la poesía? ¿Cuán irónico es que se ahoguen los peces al sacarlos del agua? ¿Qué precio tiene el silencio? ¿Por qué no se premia el sarcasmo? ¿Por qué encerramos la inmensidad de las preguntas entre signos tan sosos?
El reloj marca la 1:33 a.m. Deduzco que seguir intentando evadir la nada es tan difícil como patear agua cuesta arriba.
Sobrio final: hago con la nada lo mismo que con la tentación...sucumbo, me rindo, claudico. Dejo de testamento las palabras anteriores.

domingo, 8 de agosto de 2010

Quinto Buscapié

08 Agosto 2010
Exilio

El exilio autoimpuesto conlleva una batalla constante entre el placer de lo adquirido (aunque sea imaginario) y la añoranza de lo que se abandonó (aunque se recuerde mejor de lo que era). El emigrante suele dejar su tierra en busca de mejores oportunidades, pero usualmente lo hace lanzándose de cabeza a un lugar inhóspito y extraño que, en el caso del puertorriqueño, usualmente lo fuerza a un proceso de transculturización que no se puede contrarrestar ondeando banderas, bailando salsa o tatuándose un coquí taíno.

Esa es la historia de miles de puertorriqueños que abandonan la isla aferrados al hediondo cadáver de lo que una vez fue el sueño americano. No obstante, la falta absoluta de calles bañadas en oro, el discrimen racial y la merma en oportunidades económicas, el exiliado boricua enfrenta siempre un hecho doloroso en Estados Unidos: su ostracismo vale la pena porque su país no le ofrece lo que necesita.

Si sumamos el deplorable estado de la educación pública, la falta de programas graduados en las universidades locales, el lastimero panorama político, el triste estatus de la economía local, el penoso espectáculo de los servicios médicos, el alto costo de vida y la rampante criminalidad (¡Puerto Rico lo hace mejor!), podremos apreciar que la expatriación se da por motivos tanto políticos como culturales. Cuando un país no funciona, la guagua aérea es mecanismo de escape. ¿Quién los culpa?

Escritores, pintores, actores, ingenieros, maestros y doctores, por mencionar algunos, se van de Puerto Rico y labran su futuro en otra tierra ¿Y qué le ofrecemos al exiliado para que vuelva? Está claro que es mejor morcilla que hamburger, maví que refresco de lata y sol playero que nieve, pero ninguna de esas cosas ayuda a criar hijos, aumenta los sueldos u ofrece doctorados.

Tenemos que trabajar por un país en donde importe más la literatura que Facebook, donde los políticos posean un cerebro, donde las universidades ofrezcan programas competitivos y donde los niños puedan jugar en la calle. Mientras tanto, la guagua aérea sigue saliendo de aquí llena de talento.

•El autor es estudiante doctoral.


http://www.elnuevodia.com/columna-exilio-755141.html