Mi buen amigo Bill Minutaglio, el mejor escritor de no-ficción de Texas, acaba de publicar un libro sobre la búsqueda del blues. El libro es una joya en la que relata las historias de los jodidos, de los pobres, de los que viven en el lado sucio de la ciudad y, por defecto, de los negros aquí en Texas. En cualquier caso, el libro es el primero que publica que no cuenta con una maquinaria publicitaria que lo respalde. Un libro que nadie sabe que existe es un libro que nadie compra. Con eso en mente, se le ocurrió que hiciéramos un video a manera de "preview." Como el video es demasiado largo para poder ponerlo aquí, pueden pasar a verlo en youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=OYMXQEmnPgI
miércoles, 28 de abril de 2010
domingo, 25 de abril de 2010
Arte en Austin
El este de Austin es la parte negra de la ciudad. Para los que no sepan lo que es eso, eso no es más que la parte que los blancos decidieron que le tocaría a los negros y a los marrones cuando construyeron una autopista para dividir la ciudad y poner los edificios altos, los bancos, las escuelas y los hospitales de un lado y la mierda del otro.
En cualquier caso, esta tarde llegué al este de Austin (a unos ocho minutos de casa) con un poco de Michel Camilo sonando y un saco de dudas en cuanto a la experiencia que me esperaba. Por razones que prefiero dejar en el tintero, permití que me convencieran de asistir a una galería para ver la exposición de una argentina en exilio temporero.
Con el carro estacionado en un callejón de mala muerte y el cinismo a cuestas como un mono con obesidad mórbida, emprendí la caminata hasta la galería. Cuando estaba cerca, un hombre diminuto atoró su enorme negocio rodante de piragüas (estúpidamente llamdas snow cones en este país) en la espesa grama que cubría la entrada de una casa. Al ver la absoluta inmovilidad de los imbéciles que miraban la escena desde la galería, me acerqué al hombre y lo ayudé a mover el enorme aparato hasta su destino final: la entrada de la galería.
Una vez dentro, el calor me apretó el cuerpo como una anaconda con ganas de venganza y mi mano derecha tuvo que sacudir las manos sudadas de varios extraños. Además, mi mejilla derecha recibió el beso de la artista cuarentona. No puse la otra mejilla.
Los adefesios que colgaban de las paredes de la galería (que más que galería era una pequeña casa de tres cuartos pequeños con temperatura de horno y ni una puta ventana) daban asco. La falta de talento era crasa. Ni uno de los intentos resultaba comendable. El arte brillaba por su ausencia. Estoy seguro de que algunos de los presentes diferían... sobre todo los "artistas," pero este es mi blog, mi opinión y mi violenta subjetividad en plena apogéo comunicativo. En fin, un desastre.
No obstante, la "escena" fue una experiencia memorable: era la misma mierda que en Puerto Rico! Una panda de tipos con barba, tatuajes poco originales y gafas de pasta se paseaban por allí con pantalones apretados y camisas "vintage". Las mujeres vestían el último modelo mecagoenlamoda y llevaban más pintura en la cara de la que había en las paredes. Escapé en busca de algún paliativo y terminé con un vaso de cerveza caliente que más que cerveza parecía agua (por lo menos fue gratis).
La única persona que vale la pena mencionar es un tipo con el que hablé más o menos una hora. Delgado, con barba de chivo y sandalias de cuero, el tipo pasó diez años viajando por América del Sur y Asia del Sur (tiene algo con los sures) y habla español, inglés, japonés (su novia es japonesa) y dos o tres idiomas más. Cuando le pregunté sobre el trabajo que hacía en Asia me esquivó la pregunta... tres veces. Ja!
Salí de la galería y me subí en mi carro con la seguridad de que, sin importar el país, la "escena" artística es la misma mierda en todas partes: pseudointelectuales de poca monta hablando de arte malo y pontificando sobre cosas de las que entienden poco. Una galería en el este de Austin es lo mismo que una en el viejo San Juan.
Veredicto final: el arte no ha muerto... pero agoniza como un pez fuera del agua.
Regresé a casa, me inyecté dos ensayos de Kosinski, escuché un poco de Andre Williams y estoy terminando la purga emocional con un poco de blog y Otis Rush. Mañana será otro día.
PD. Saludos a mis hermanos de Colombia. La rata de Jorge Gutiérrez me informó que las pobres almas que tienen que soportarlo como profesor se ven obligados a leer este blog. Un abrazo para ellos y para el profesor Gutiérrez, un tipo con sarna en el alma... que es mi hermano.
En cualquier caso, esta tarde llegué al este de Austin (a unos ocho minutos de casa) con un poco de Michel Camilo sonando y un saco de dudas en cuanto a la experiencia que me esperaba. Por razones que prefiero dejar en el tintero, permití que me convencieran de asistir a una galería para ver la exposición de una argentina en exilio temporero.
Con el carro estacionado en un callejón de mala muerte y el cinismo a cuestas como un mono con obesidad mórbida, emprendí la caminata hasta la galería. Cuando estaba cerca, un hombre diminuto atoró su enorme negocio rodante de piragüas (estúpidamente llamdas snow cones en este país) en la espesa grama que cubría la entrada de una casa. Al ver la absoluta inmovilidad de los imbéciles que miraban la escena desde la galería, me acerqué al hombre y lo ayudé a mover el enorme aparato hasta su destino final: la entrada de la galería.
Una vez dentro, el calor me apretó el cuerpo como una anaconda con ganas de venganza y mi mano derecha tuvo que sacudir las manos sudadas de varios extraños. Además, mi mejilla derecha recibió el beso de la artista cuarentona. No puse la otra mejilla.
Los adefesios que colgaban de las paredes de la galería (que más que galería era una pequeña casa de tres cuartos pequeños con temperatura de horno y ni una puta ventana) daban asco. La falta de talento era crasa. Ni uno de los intentos resultaba comendable. El arte brillaba por su ausencia. Estoy seguro de que algunos de los presentes diferían... sobre todo los "artistas," pero este es mi blog, mi opinión y mi violenta subjetividad en plena apogéo comunicativo. En fin, un desastre.
No obstante, la "escena" fue una experiencia memorable: era la misma mierda que en Puerto Rico! Una panda de tipos con barba, tatuajes poco originales y gafas de pasta se paseaban por allí con pantalones apretados y camisas "vintage". Las mujeres vestían el último modelo mecagoenlamoda y llevaban más pintura en la cara de la que había en las paredes. Escapé en busca de algún paliativo y terminé con un vaso de cerveza caliente que más que cerveza parecía agua (por lo menos fue gratis).
La única persona que vale la pena mencionar es un tipo con el que hablé más o menos una hora. Delgado, con barba de chivo y sandalias de cuero, el tipo pasó diez años viajando por América del Sur y Asia del Sur (tiene algo con los sures) y habla español, inglés, japonés (su novia es japonesa) y dos o tres idiomas más. Cuando le pregunté sobre el trabajo que hacía en Asia me esquivó la pregunta... tres veces. Ja!
Salí de la galería y me subí en mi carro con la seguridad de que, sin importar el país, la "escena" artística es la misma mierda en todas partes: pseudointelectuales de poca monta hablando de arte malo y pontificando sobre cosas de las que entienden poco. Una galería en el este de Austin es lo mismo que una en el viejo San Juan.
Veredicto final: el arte no ha muerto... pero agoniza como un pez fuera del agua.
Regresé a casa, me inyecté dos ensayos de Kosinski, escuché un poco de Andre Williams y estoy terminando la purga emocional con un poco de blog y Otis Rush. Mañana será otro día.
PD. Saludos a mis hermanos de Colombia. La rata de Jorge Gutiérrez me informó que las pobres almas que tienen que soportarlo como profesor se ven obligados a leer este blog. Un abrazo para ellos y para el profesor Gutiérrez, un tipo con sarna en el alma... que es mi hermano.
miércoles, 14 de abril de 2010
Primer Buscapié
Con esta columna me uno oficialmente a las voces disidentes de Buscapié. ¿Cuánto durará? El tiempo dirá.
14 Abril 2010
Responsabilidad
Juan Carlos Puig, secretario de Hacienda, expresó recientemente que el fraude en las planillas este año es “rampante.”
Juan Carlos Puig, secretario de Hacienda, expresó recientemente que el fraude en las planillas este año es “rampante.” Ante la acusación de engaño contributivo, los medios de comunicación han formado un coro de voces moralistas para exhortar al pueblo a la honradez, la verdad y el decoro.
Ante la mentira homogénea, el truco convertido en modus operandi popular y la trampa como pan nuestro de cada planilla, los medios ahora se toman la molestia de recordarle al pueblo que sus contribuciones son necesarias para tener un buen sistema de educación pública, excelentes servicios de salud, la creación de empleos, proveer seguridad de primera y desarrollar un sistema económico autosostenible.
Maravilloso. Ahora bien, me pregunto: ¿cuándo hemos visto algo meridianamente parecido a esas promesas? ¿Quiénes serán los reponsables de llevar a cabo todos esos proyectos con el dinero del pueblo? ¿Debemos olvidar el fraude rampante por parte del gobierno? ¿Perdonamos la malversación, las dietas, la falta crasa de escrúpulos y la corrupción?
Es fácil entender por qué el pueblo hace intentos por retener el dinero que se ganó trabajando. Es fácil recordar las barbaries perpetradas por el sistema que ahora hacen que los contribuyentes hagan lo posible por mantener su dinero lejos de las pezuñas de los que nos gobiernan.
No obstante, tenemos que recordar dos cosas: Hacienda cuenta con herramientas legales para castigar a los evasores y el momento de llenar la planilla no es el momento para empezar a protestar.
Los individuos que malgastan tu dinero están metidos en sus oficinas todo el año. Los políticos que desperdician tu contribución, que mantienen a tus hijos sumidos en un sistema de educación pésimo, que ponen a sus amigos en posiciones bien remuneradas y que malversan a diestra y siniestra son los mismos antes y después de que rindas tu planilla. Volverán a pedir tu voto.
Mentir en la planilla es delito. Protestar no es delito. Tampoco es delito la manifestación, la huelga o el voto. No es delito la revolución.
http://www.elnuevodia.com/columna-responsabilidad-685400.html
14 Abril 2010
Responsabilidad
Juan Carlos Puig, secretario de Hacienda, expresó recientemente que el fraude en las planillas este año es “rampante.”
Juan Carlos Puig, secretario de Hacienda, expresó recientemente que el fraude en las planillas este año es “rampante.” Ante la acusación de engaño contributivo, los medios de comunicación han formado un coro de voces moralistas para exhortar al pueblo a la honradez, la verdad y el decoro.
Ante la mentira homogénea, el truco convertido en modus operandi popular y la trampa como pan nuestro de cada planilla, los medios ahora se toman la molestia de recordarle al pueblo que sus contribuciones son necesarias para tener un buen sistema de educación pública, excelentes servicios de salud, la creación de empleos, proveer seguridad de primera y desarrollar un sistema económico autosostenible.
Maravilloso. Ahora bien, me pregunto: ¿cuándo hemos visto algo meridianamente parecido a esas promesas? ¿Quiénes serán los reponsables de llevar a cabo todos esos proyectos con el dinero del pueblo? ¿Debemos olvidar el fraude rampante por parte del gobierno? ¿Perdonamos la malversación, las dietas, la falta crasa de escrúpulos y la corrupción?
Es fácil entender por qué el pueblo hace intentos por retener el dinero que se ganó trabajando. Es fácil recordar las barbaries perpetradas por el sistema que ahora hacen que los contribuyentes hagan lo posible por mantener su dinero lejos de las pezuñas de los que nos gobiernan.
No obstante, tenemos que recordar dos cosas: Hacienda cuenta con herramientas legales para castigar a los evasores y el momento de llenar la planilla no es el momento para empezar a protestar.
Los individuos que malgastan tu dinero están metidos en sus oficinas todo el año. Los políticos que desperdician tu contribución, que mantienen a tus hijos sumidos en un sistema de educación pésimo, que ponen a sus amigos en posiciones bien remuneradas y que malversan a diestra y siniestra son los mismos antes y después de que rindas tu planilla. Volverán a pedir tu voto.
Mentir en la planilla es delito. Protestar no es delito. Tampoco es delito la manifestación, la huelga o el voto. No es delito la revolución.
http://www.elnuevodia.com/columna-responsabilidad-685400.html
viernes, 9 de abril de 2010
Homo-publicidad
La entrada anterior fue una doble descarga contra Ricky Martin y la iglesia (con minúscula adrede). No me llegó. Aquí les dejo la columna que El Nuevo Día publicó hoy, 8 de abril de 2010.
09-Abril-2010
GABINO IGLESIAS
Homo - publicidad
Hace un poco más de una semana Ricky Martin decidió comunicar al mundo su homosexualidad. Los resultados de su confesión fueron varios: la prensa saltó sobre la información como salivantes hienas sobre un cadáver, el pueblo recobró el uso de la simpática frase “secreto a voces” y algunas personalidades de la farándula cuya anémica carrera les mantenía en la dolorosa periferia del ojo público aprovecharon para felicitarlo públicamente y así aparecer una vez más en los medios.
Sin embargo, el arriba firmante se tomó la “declaración espontánea” con una saludable pizca de sal. Mi escepticismo en torno a la “noticia” no se debe a que dude sobre la preferencia sexual de Ricky Martin, o a que me interese en lo absoluto; mi recelo tiene sus raíces en el hecho de que conozco lo que es la publicidad.
La publicidad es, en pocas palabras, el arte de utilizar los medios de comunicación como herramienta para motivar una acción de consumo. Ahora, una semana después de la revelación del año, la prensa nos trae noticias del nuevo disco y las memorias de Ricky. Misión cumplida: empleo magistral de los medios de comunicación.
¿Y cuál es el problema? Pues que la utilización de una sexualidad históricamente marginada como plataforma de lanzamiento de un producto me parece una movida de mal gusto y una falta de respeto a los homosexuales y a la inteligencia del público en general. Para este señor, salir del clóset viene atado a una promesa de jugosas confidencias e historias de amor secretas: perfecto gancho para triplicar las ventas del libro. Con morbo se puede prescindir del talento.
Ricky Martin no aceptó su homosexualidad como acto de crecimiento personal o para unirse a la lucha por el matrimonio entre parejas del mismo sexo; la aceptó, y nos lo anunció, con fines puramente capitalistas. Esa movida, hecha con toda premeditación y alevosía, viene desprovista del más mínimo ápice de honestidad. ¿Venderá libros? ¡Muchos! Lástima que la reflexión sea tan pocas veces parte del consumo.
09-Abril-2010
GABINO IGLESIAS
Homo - publicidad
Hace un poco más de una semana Ricky Martin decidió comunicar al mundo su homosexualidad. Los resultados de su confesión fueron varios: la prensa saltó sobre la información como salivantes hienas sobre un cadáver, el pueblo recobró el uso de la simpática frase “secreto a voces” y algunas personalidades de la farándula cuya anémica carrera les mantenía en la dolorosa periferia del ojo público aprovecharon para felicitarlo públicamente y así aparecer una vez más en los medios.
Sin embargo, el arriba firmante se tomó la “declaración espontánea” con una saludable pizca de sal. Mi escepticismo en torno a la “noticia” no se debe a que dude sobre la preferencia sexual de Ricky Martin, o a que me interese en lo absoluto; mi recelo tiene sus raíces en el hecho de que conozco lo que es la publicidad.
La publicidad es, en pocas palabras, el arte de utilizar los medios de comunicación como herramienta para motivar una acción de consumo. Ahora, una semana después de la revelación del año, la prensa nos trae noticias del nuevo disco y las memorias de Ricky. Misión cumplida: empleo magistral de los medios de comunicación.
¿Y cuál es el problema? Pues que la utilización de una sexualidad históricamente marginada como plataforma de lanzamiento de un producto me parece una movida de mal gusto y una falta de respeto a los homosexuales y a la inteligencia del público en general. Para este señor, salir del clóset viene atado a una promesa de jugosas confidencias e historias de amor secretas: perfecto gancho para triplicar las ventas del libro. Con morbo se puede prescindir del talento.
Ricky Martin no aceptó su homosexualidad como acto de crecimiento personal o para unirse a la lucha por el matrimonio entre parejas del mismo sexo; la aceptó, y nos lo anunció, con fines puramente capitalistas. Esa movida, hecha con toda premeditación y alevosía, viene desprovista del más mínimo ápice de honestidad. ¿Venderá libros? ¡Muchos! Lástima que la reflexión sea tan pocas veces parte del consumo.
lunes, 5 de abril de 2010
En cuatro días
A las cuatro y media de la mañana mi celular rodó escaleras abajo. Su mensaje me llegó alto y claro: esa es hora de llegar a casa, no de salir de ella.
El sistema de aire acondicionado del avión no funcionaba: combinación perfecta de supositorio con alas y horno cocinapersonas.
La escala en Atlanta me otorgó el tiempo justo para correr por el aeropuerto con la computadora danda bandazos y subirme a otro avión sin aire justo antes de que cerraran la puerta.
Mi vecino de asiento era un cabrón de esos que debería pagar por dos asientos. Zoé Valdés me ayudó a pensar en Cuba en lugar de asesinar a mi compañero de vuelo.
Puerto Rico me recibió con calorcito, prisa y un sandwich de chorizo y pavo. Mi llegada sorprendió a mi vieja: misión cumplida. Mi viejo, cómplice silente y artífice de buenos ratos.
Primera visita a las oficinas de El Nuevo Día: llegué sudado, despeinado y con aliento a sandwich. Reunión con el Sr. Vacas: haz lo que quieras, no digas puta, negro, maricón o guaynabito (acepto que esa última me voló la cabeza). Muchas gracias, Sr. Vacas (un tipo simpático y comprometido).
Una mujer me apuntó con una cámara. Besé un teclado y me escondí detrás de el. Ya veremos qué foto escogen.
Lacón y cerveza. Heinekens con Manu (sorpresa incluída). Risas.
Van Morrison. Entrenar en mi propio gimnasio Dormir en mi cama. Saludar libros viejos. Muddy Waters. Sentir que se puede volver a casa. Comer con Dr. John.
Se hizo de noche y decidí olvidar mi salud con un buen plato de el Paraíso Asia. Combinación pollo frito, sólo pechuga. Mucha salsa soya. La sed posterior vale la pena. Sorpresa para Gambi. Llamada a Perla: feliz cumpleaños. Cerraron el restaurante y seguíamos afuera, hablando de las cosas que habla la gente que se conoce y que nada tienen que aparentar.
En el avión de vuelta, que salió con hora y media de retraso, se acabó Zoé Valdés y sonó gente que hacía tiempo no sonaba. Austin me vió llegar cerca de la medianoche. Vuelta al trabajo. Espero que este sentirme como Dean Moriarty me dure mucho. A falta de casa, regreso a Van Morrison.
El sistema de aire acondicionado del avión no funcionaba: combinación perfecta de supositorio con alas y horno cocinapersonas.
La escala en Atlanta me otorgó el tiempo justo para correr por el aeropuerto con la computadora danda bandazos y subirme a otro avión sin aire justo antes de que cerraran la puerta.
Mi vecino de asiento era un cabrón de esos que debería pagar por dos asientos. Zoé Valdés me ayudó a pensar en Cuba en lugar de asesinar a mi compañero de vuelo.
Puerto Rico me recibió con calorcito, prisa y un sandwich de chorizo y pavo. Mi llegada sorprendió a mi vieja: misión cumplida. Mi viejo, cómplice silente y artífice de buenos ratos.
Primera visita a las oficinas de El Nuevo Día: llegué sudado, despeinado y con aliento a sandwich. Reunión con el Sr. Vacas: haz lo que quieras, no digas puta, negro, maricón o guaynabito (acepto que esa última me voló la cabeza). Muchas gracias, Sr. Vacas (un tipo simpático y comprometido).
Una mujer me apuntó con una cámara. Besé un teclado y me escondí detrás de el. Ya veremos qué foto escogen.
Lacón y cerveza. Heinekens con Manu (sorpresa incluída). Risas.
Van Morrison. Entrenar en mi propio gimnasio Dormir en mi cama. Saludar libros viejos. Muddy Waters. Sentir que se puede volver a casa. Comer con Dr. John.
Se hizo de noche y decidí olvidar mi salud con un buen plato de el Paraíso Asia. Combinación pollo frito, sólo pechuga. Mucha salsa soya. La sed posterior vale la pena. Sorpresa para Gambi. Llamada a Perla: feliz cumpleaños. Cerraron el restaurante y seguíamos afuera, hablando de las cosas que habla la gente que se conoce y que nada tienen que aparentar.
En el avión de vuelta, que salió con hora y media de retraso, se acabó Zoé Valdés y sonó gente que hacía tiempo no sonaba. Austin me vió llegar cerca de la medianoche. Vuelta al trabajo. Espero que este sentirme como Dean Moriarty me dure mucho. A falta de casa, regreso a Van Morrison.
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