sábado, 3 de enero de 2009

Gracias, Mr. President

El día después de la toma de posesión de Flojuño, El Nuevo Día publicó esta carta de agradecimiento de este servidor al rey de la imbecilidad, al máximo exponente de la tontería, al señor de la guerra inútil, a la marioneta de Cheney, al más cagalitroso de todos los presidentes: George W. Bush. Aquí se las dejo con un poco de lástima por no haber podido utilizar los adjetivos calificativos que más exactos pero con la esperanza de que lo dicho cale hasta donde debe calar en un buen entendedor. Feliz año nuevo.

Gabino Iglesias
Escritor y periodista
Gracias, Mr. President

La nación americana se encuentra en un estado de excitación y desesperación por empezar a jugar con su nuevo presidente. Mientras esa fecha llega y todos los ciudadanos esperan con ansias locas la oportunidad de probar a su nuevo líder, deseo aprovechar para agradecerle su ejecutoria como presidente de la nación más poderosa del mundo al señor George W. Bush.

Señor Presidente: muchas gracias por demostrar que un individuo con el coeficiente intelectual de un poste de verja puede llegar a ese cargo.

Gracias por mantener a raya su personalidad belicosa y por otorgarle paz al pueblo que lo eligió.

Gracias por la misión cumplida en Irak y por la popularidad y simpatía de la que disfruta la nación americana a los ojos del mundo en virtud de sus brillantes decisiones, políticas humanistas y acertadas expresiones en público.

Gracias por respetar la opinión de la ONU y por estrechar los lazos con México. Gracias por defender con uñas y dientes los derechos de los prisioneros de guerra y de los inmigrantes ilegales. Gracias por batallar a toda costa contra la corrupción, la tortura y los grandes intereses. Gracias por su pronta y sabia respuesta a los atentados terroristas y a Katrina. Gracias por firmar de inmediato en tratado de Kyoto y por sus continuos esfuerzos por salvaguardar el medioambiente.

Gracias por exaltar la mediocridad, por lograr ese inmenso desarrollo económico del que disfruta su país, por crear tantos empleos, por ocuparse tan genialmente de las relaciones internacionales, por evitar guerras y gastos innecesarios, por apoyar a los homosexuales tan abiertamente y por mantener vivo el sueño de la democracia.

A sabiendas de que tan buen trabajo no es posible sin la ayuda de sabios y sensatos colaboradores, también me gustaría agradecer a los mercenarios repulsivos de Alberto Gonzales y Dick Cheney. ¡Gracias a los tres!

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