miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una barra es una barra es una barra... y Baudrillard

Casi a medianoche terminamos de producir el programa de radio. La única acción sensata que le podría seguir a eso era un par de cervezas. Cain & Abel’s se llama el simpático establecimiento ganador. En la puerta el grupo de cuatro se redujo a tres: la chica de 20 años intentó entrar con una identificación más falsa que la sonrisa de un abogado. Como era de esperarse, fluyó la cerveza barata y me recordó a noches en San Juan y Río Piedras.
Todas las barras son distintas y, no obstante esa igualdad, cada una tiene un aura distinta y muy personal. El comportamiento también es más o menos homogéneo: cada quien cuenta una porción bien medida de su historia y busca sin darse cuenta los puntos de encuentro con las almas que comparten tu espacio inmediato.
Más tarde el grupo disminuyó a 2 y luego aumentó a 4 nuevamente como una marea extraña. La cerveza siguió fluyendo y las bocinas escupieron Hotel California como lo hacen en cualquier barra del mundo.
Casi a las tres llegamos sólo dos a un servi-carro de Jack in the Box. Ocho tacos por $4.99 y Allan invitó. Imaginen cartón crujiente, salsa indescifrable, rastros de lechuga amarilla y una pasta marrón con la consistencia papas majadas de cajita mal hechas haciendo las veces de carne y tendrán una leve idea de los tacos de ese lugar al que no pienso volver jamás.

A eso de las tres de la mañana recordé que Baudrillard quiso hacerme llorar con una verdad tan pura como deseable. Traduzco y les regalo:

“No sería demasiado aventurado decir que la exterminación de la raza humana comienza con la exterminación de los gérmenes. El hombre, con sus humores, sus pasiones, su risa, sus genitales, sus secreciones, es realmente nada más que un pequeño y sucio germen perturbando el universo de la transparencia. Una vez que todo haya sido limpiado, una vez se le haya puesto fin a todos los procesos virales y contaminaciones bacteriológicas, entonces sólo quedará el virus de la tristeza, en este universo de muerta pulcritud y sofisticación”
- Jean Baudrillard, The ecstasy of communication, p. 38

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