martes, 22 de enero de 2008

Rarezas nocturnas

Estaba solo. Y digo solo en el sentido de que me encontraba rodeado de personas que realmente no conozco. La lluvia se debatía sin cesar entre la lapidación acuosa con la que amenazaba y el perdón de los reunidos frente a un muro con proyector gigantesco. Tenía el trasero aparcado sobre una neverita (todo boricua sabe a lo que me refiero) y veía ovnis en el celular de loco de 6'4. El enorme vaso de cristal que tenía en la mano nunca llegó a estar totalmente vacío, pero la borrachera nunca llegó. Una decena de mojitos sólo consiguió aflojarme el espíritu y darme calor. Escuché campanas y me asustó la falta de reacción ante el fin de una era. Repasé mis mejores noches con Trobi (el se acordará de tres días en la calle, boxeo y reinas de belleza). Al final de la noche llegué a casa y pensé en escribir sobre mi asistencia al ocaso de los dioses, pero desistí. Hay veces en que te falta carne y te sobra título.

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