lunes, 19 de marzo de 2007

Una tarde en el "biuti"

Es sábado y mi mejor mitad pasa sus dedos por mis greñas rebeldes. Como no renuncia en su fútil intento de amariconamiento decide que vamos a entrar a un "biuti" para que la doñita de turno haga el trabajo sucio de Dalila y me corte las puntas. Arrinconado, casi castigado, en una esquina decrépita de un lugar donde viví hace algún tiempo hay un local de estos donde te cobran por trasquilarte. Nos estacionamos y entramos. El tiempo desaparece. Hay tres paredes rosas, dos verdes y tres más empapeladas con flores. Unos marcos dorados encierran figuras andróginas de pelo corto sacadas de una indigestión ochentosa. Hay como ocho sillas verdes de secar pelo (de las viejas) y unas sillas de plástico color carne para sentarse. Un cuadro enorme muestra una niña de espalda cogiéndo flores. Me siento y oigo el murmullo incesante de unas cacatúas. Entra una señora y se sienta en una de las monstruosidades verdes y saca de una bolsa un refresco "OK". Se llevan a mi mejor mitad y la hacen desaparcer como por arte de magia por un rincón que no veo bien porque el sitio es en forma de L. Nadie me mira. No hay revistas. Suena un disco de boleros instrumentales. La doña del refresco saca una bolsita de papel con transparentes cicatrices de exceso de aceite y empieza a llenarse la boca con pastelillos de carne. Mastica con la boca abierta. Una viejita de 90 años (me entero que está de cumpleaños) tararea la letra de los boleros y canta "90 años no es nada..." y se rie. Me retuerzo en la silla y dos alienígenas con permanentes rubios me sonríen desde un cuadro. La hija de la viejita (también doña en todos sus méritos) habla de su nieta. "Le gusta estar con las nenas mayores" dice. Me entero que estudia en CPN y que es "coquetona". La orgullosa abuela lo dice con un placer del carajo. Aplausos, pienso yo: la niña va a ser puta. La gordita de los pastelillos de carne sigue comiendo mientras se desliza por la silla con las piernas abiertas y me pregunto cómo pueden caber tantos pastelillos en una bolsita tan pequeña. La viejita de 90 años pregunta qué pasó con sus dientes. Comenta su hija que la besaron por primera vez el día antes de su boda. "Que pérdida de tiempo" dice. Todas ríen al unísono taladrándome el tímpano cruelmente y las ganas de salir corriendo se me tornan casi incontrolables. Un gran letrero en la pared dice que hay que depositar 60 centavos para usar el teléfono. Lo busco y lo busco: no hay teléfono. La de los pastelilos saca otro más y pienso que estoy alucinando y que el olor a "biuti" me hizo daño. Me llaman y ayudo a la cumpleañera a llegar a su auto. En el camino me llama galán, me planta dos besos y me invita a su fiesta de cumpleaños. Entro y me llaman otra vez. Un esperpento con gafas me sienta en una silla necesitada de aceite y procede a cercenar mi cabellera. Todo termina y salimos del lugar dejando atrás las sillas verdes, los pastelillos de carne y la risa de las cacatúas. La realidad me recibe con un bofetón y me doy cuenta de que es posible visitar otros mundos. Ahora tengo menos pelo y un pavor a los "biutis" que arrastraré el resto de mis días...

1 comentario:

Ciclistas Urbanos dijo...

Pero...¿que pasó?, ¿pastelillos de carne, y no habían de pizza, o de quesito con guayaba? Ya que le hicieron el daño a tu cabellera, como recompensa, tenias que hacer que tu mejor mitad se comiera uno de los pastelillos.