domingo, 8 de marzo de 2015
Herencias
Heredamos una deuda por cosas que ni compramos ni disfrutamos. Heredamos un sistema roto y podrido. Heredamos un machismo que se opone al progreso y una serie de religiones que parecen sólo fomentar el odio, la idiotez y la desinformación. Heredamos una crisis que un político le dejó a otro y el otro heredó del anterior y el que viene va a heredar del tonto de turno y así per sécula seculorum. Heredamos un problema de crimen que parece resguardarse en el ay bendito. Heredamos un país donde ser de un partido o de otro es más importante que la deconstrucción y posterior cuestionamiento (y asesinato) de plataformas troglodíticas. Heredamos discusiones y falta de educación y la mayoría no cuestiona nada porque el estatus quo es más llevadero para el que no protesta.
Por otro lado, heredamos una cultura rica en creación y talento. Heredamos libros, teatro y música. Heredamos escritos de una era en el que el pensamiento crítico era elemento sine qua non del quehacer político, cultural e intelectual del país. Heredamos una fortuna incalculable en recursos naturales cuyo mal manejo no alcanza a eliminar su increíble potencial. Heredamos un corazón alegre cubierto de ácido por culpa de todo lo negativo que nos echan en el saco de la herencia.
Esas dos herencias ocupan un mismo espacio, un lugar intersticial entre el orgullo y las ganas de matar a los que sabemos responsables. Ahora el truco está en intentar que las cosas buenas nos ayuden a encontrar soluciones para las malas. Por suerte, y aunque parezca que muchos lo niegan o lo ignoran, también heredamos la sabiduría de que los problemas no se pueden resolver siempre con parchos.
Puerto Rico necesita una reestructuración masiva, y ni el IVA ni ignorar lo mal que están las escuelas públicas ni enfocarse en criticar a los que se van de el país, es la solución.
El problema con las herencias es que hay que transformarlas antes de pasárselas a la próxima generación.