La columna de esta semana va de colores. No voy a aburrirlos con un recuento histórico de la mezcla de razas en Puerto Rico. Baste decir que es ridículo que un país tercermundista lleno de marrones y negros, le permita a sus políticos ser racistas.
9 de septiembre de 2012
Negros
Gabino Iglesias
El académico Makungu Akinyela sostiene que los medios tienen una
posición de poder en la sociedad. Según, Akinyela, la hegemonía se
impone principalmente a través de las instituciones civiles que juegan
un papel substancial en la cultura: iglesias, clubes sociales e
instituciones artísticas y educativas. Ese grupo incluye a la prensa,
cuyo alcance en ocasiones supera a todos los demás de la lista (con la
excepción de las opiáceas iglesias).
En Estados Unidos, la hegemonía es blanca. Los medios y las universidades son blancas. Las mujeres, los latinos y los negros son minorías discriminadas.
Si alguien pensaba que un presidente negro cambiaría eso, su sentido común está atrofiado. Esa pálida hegemonía crea un espacio mediático insulso e incompleto; terreno fértil para el racismo. Sin embargo, algunas publicaciones disidentes protestan desde los espacios que van forjando a base de pescozones ideológicos y violencia intelectual.
En Puerto Rico, tristemente, ahora se habla de un “brote” de racismo y la prensa no grita. Lo que vemos en los medios es sólo una serie de comentarios que se han dicho casi juntos y por eso resaltan, pero no se trata de algo nuevo. Hay que decirlo: en este país, la mayoría de las figuras políticas a las que por razones misteriosas se les hace caso cuando hablan y se les continúa votando, son asquerosamente racistas, repugnantemente homofóbicas y brutalmente ignorantes.
Si le corresponde a la prensa contestar a las sandeces de los políticos, este espacio es ejemplo de ese espíritu contestatario todo los días de la semana. Hoy no es la excepción. Aquí les dejo unas aclaraciones a las tres figuras del PNP que se han visto envueltas en líos “racistas”: Puerto Rico es una colonia y su población es más colorida que la bandera LGBT. El racismo estadounidense coloca a los puertorriqueños del lado incómodo de la ecuación racial. Con el inglés que hablan, en Estados Unidos llamarían a tales personajes “monos” por razones que nada tienen que ver con la melanina.
Un boricua racista es un negro tatuándose una svástica en la frente.
El autor es estudiante doctoral.
En Estados Unidos, la hegemonía es blanca. Los medios y las universidades son blancas. Las mujeres, los latinos y los negros son minorías discriminadas.
Si alguien pensaba que un presidente negro cambiaría eso, su sentido común está atrofiado. Esa pálida hegemonía crea un espacio mediático insulso e incompleto; terreno fértil para el racismo. Sin embargo, algunas publicaciones disidentes protestan desde los espacios que van forjando a base de pescozones ideológicos y violencia intelectual.
En Puerto Rico, tristemente, ahora se habla de un “brote” de racismo y la prensa no grita. Lo que vemos en los medios es sólo una serie de comentarios que se han dicho casi juntos y por eso resaltan, pero no se trata de algo nuevo. Hay que decirlo: en este país, la mayoría de las figuras políticas a las que por razones misteriosas se les hace caso cuando hablan y se les continúa votando, son asquerosamente racistas, repugnantemente homofóbicas y brutalmente ignorantes.
Si le corresponde a la prensa contestar a las sandeces de los políticos, este espacio es ejemplo de ese espíritu contestatario todo los días de la semana. Hoy no es la excepción. Aquí les dejo unas aclaraciones a las tres figuras del PNP que se han visto envueltas en líos “racistas”: Puerto Rico es una colonia y su población es más colorida que la bandera LGBT. El racismo estadounidense coloca a los puertorriqueños del lado incómodo de la ecuación racial. Con el inglés que hablan, en Estados Unidos llamarían a tales personajes “monos” por razones que nada tienen que ver con la melanina.
Un boricua racista es un negro tatuándose una svástica en la frente.