A las cuatro y media de la mañana mi celular rodó escaleras abajo.  Su mensaje me llegó alto y claro: esa es hora de llegar a casa, no de salir de ella. 
El sistema de aire acondicionado del avión no funcionaba: combinación perfecta de supositorio con alas y horno cocinapersonas.  
La escala en Atlanta me otorgó el tiempo justo para correr por el aeropuerto con la computadora danda bandazos y subirme a otro avión sin aire justo antes de que cerraran la puerta.
Mi vecino de asiento era un cabrón de esos que debería pagar por dos asientos.  Zoé Valdés me ayudó a pensar en Cuba en lugar de asesinar a mi compañero de vuelo.
Puerto Rico me recibió con calorcito, prisa y un sandwich de chorizo y pavo.  Mi llegada sorprendió a mi vieja: misión cumplida.  Mi viejo, cómplice silente y artífice de buenos ratos. 
Primera visita a las oficinas de El Nuevo Día: llegué sudado, despeinado y con aliento a sandwich.  Reunión con el Sr. Vacas: haz lo que quieras, no digas puta, negro, maricón o guaynabito (acepto que esa última me voló la cabeza).  Muchas gracias, Sr. Vacas (un tipo simpático y comprometido). 
Una mujer me apuntó con una cámara.  Besé un teclado y me escondí detrás de el.  Ya veremos qué foto escogen. 
Lacón y cerveza.  Heinekens con Manu (sorpresa incluída).  Risas. 
Van Morrison.  Entrenar en mi propio gimnasio  Dormir en mi cama.  Saludar libros viejos.  Muddy Waters.  Sentir que se puede volver a casa.  Comer con Dr. John.  
Se hizo de noche y decidí olvidar mi salud con un buen plato de el Paraíso Asia.  Combinación pollo frito, sólo pechuga.  Mucha salsa soya.  La sed posterior vale la pena.  Sorpresa para Gambi.  Llamada a Perla: feliz cumpleaños.  Cerraron el restaurante y seguíamos afuera, hablando de las cosas que habla la gente que se conoce y que nada tienen que aparentar. 
En el avión de vuelta, que salió con hora y media de retraso, se acabó Zoé Valdés y sonó gente que hacía tiempo no sonaba. Austin me vió llegar cerca de la medianoche.  Vuelta al trabajo.  Espero que este sentirme como Dean Moriarty me dure mucho.  A falta de casa, regreso a Van Morrison.
 
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