Vamos al grano:
Política: Los americanos están como un niño pequeño debajo del árbol de navidad. No pueden esperar para abrir el paquete y jugar con su nuevo presidente. Queda por ver si los últimos movimientos (Hillary Clinton, etc.) prueban que es un perfecto imbécil de derechas o un magnífico estratega político. En Puerto Rico... seguiremos en la misma mierda pero pintada de azul. Si alguien cree que llegará la estadidad, que siga fumándose eso que tiene en su casa. Si alguien cree que con las caras cebadas que poblaron la cámara y el senado (así, con putas minúsculas) lograrán un cambio, les deseo un año lleno de sorpresas, casos federales y ataques en la prensa. Mientras tanto, Aníbal disfruta de casa nueva y de un paquetón de billetes para su defensa que le regaló un pueblo en "crisis".
Economía: Los gringos se las ingeniaron para darle 700 billones de dólares a unos hijos de puta que juegan con dinero imaginario. Enron es una nación y no una historia pasada. En resumidas cuentas: la economía mundial se está largando al carajo con una velocidad que mete miedo. En dos años Puerto Rico será una desolada tierra postapocalíptica en la que la gente se mata por un sofá, un poco de gasolina o un bistec. Gracioso notar cómo se quejan los gringos y los puertorriqueños de los jodida que está la cosa mientras en Haití ya se comieron hasta los árboles y en África hacen galletas de barro.
Moda: Sorpresa! Hablaré de moda en este espacio. Cuando yo era mucho más joven los sujetos que tenían un mohawk siempre iban vestidos de cuero negro, escuchaban música rápida a decibeles ensordecedores y tenía pinta de ser personas con las que no te debías meter. Este año la cresta se puso de moda y cualquier imbécil prepubescente lleva una cresta capilar (a medio culo porque nadie de afeita los lados de la cabeza como se hacía originalmente). Juro que las ganas de forrar a ostias a cada pendejito con cresta son cada vez más difíciles de controlar. Igual de difícil de controlar son los niñatos con camisetas Affliction, Tapout o de cualquier otra marca relacionada con los mixed martial arts (hermoso deporte donde dos tipos en pantalones cortos de matan a golpes dentro de un octágono cerrado por una verja de metal). Si nunca te han dado un buen golpe en la cara y no le has roto la nariz o los dientes a alguien, te prohíbo que te pongas esas camisetas, mamón.
Por último, regreso al tope de la cabeza. Cada vez que piso un centro comercial me encuntro un individuo con media cresta y un poco de pelo semi-largo en la parte de atrás del cogote. Necesito que alguien me explique el propósito de ese arroz con culo capilar.
Cine y misceláneos: Este ha sido el año que menos he ido al cine desde que tengo uso de razón. Ni "Camarón" sacó el cine del hoyo para mi este año (sé que es vieja, pero yo la vi hace poco). Batman se quedó con la taquilla y la animación sigue convirtiendo en sueños muertos las ganas de hacer y ver cine con buenos guiones, buena dirección y buenas actuaciones.
He logrado no encender la radio en todo el año y veo muy poca televisión. Le agradezco a los dioses del sonido limpio y puro el vivir encerrado en 400 pies cuadrados en la muy musical ciudad de Austin. Sigo con mi flamenco, salsa, rock instrumental, reggae, música clásica, soul, etc.
Gracias a los dioses Dan Brown no sacó ningún libro este año...
martes, 30 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
Mi amigo David
David es ciego. Es una de las primeras cosas que le informa a quien lo conoce por primera vez. Supongo que con ello pretende evitar malos entendidos y equivocaciones. Además de ser ciego, y de Amarillo, es profesor de la clase de radio, lo que lo convierte en algo así como mi jefe. El punto es que David es mi amigo y el pasado domingo por la tarde decidimos ingerir unas “refrescantes bebidas para adultos”, como las llama él, para celebrar el fin de un semestre extenuante.
A eso de las cinco de la tarde llegamos a un sitio de esos cuyo nombre totaliza 18 y compramos una caja de cerveza Shiner Bock. Caminamos hasta casa de David y empezamos a vaciar botellas, escuchar música y discutir las pequeñas aventuras y batallas campales que suelen darle vida a un semestre académico. Las horas se le fueron cayendo a la tarde con las hojas en otoño, por aquello de utilizar un cliché apropiado, y pasamos de rock a samba y de ahí a ridiculeces de alto vuelo. En algún momento me contó la historia de los ángeles que decoraban su árbol de navidad y la muerte de su madre.
De más está decir que resolvimos el universo, acabamos con la guerra, pasamos juicio sobre muchos de nuestros estudiantes (así soy, paso juicio, al que no le guste… que se joda), planeamos un viaje a Amarillo en mayo para devorar un famoso pedazo de carne de 72 onzas, evocamos genios muertos, desarrollamos teorías geniales para los nuevos medios, compartimos historias sobre el origen de ciertos libros mágicos y… se acabó la cerveza.
A las tres de la mañana me subí en un taxi con un loco que hablaba solo, bailaba y se ponía y se quitaba un gorro cada treinta segundos. Tuve que bajarme del taxi cuando el taxímetro marcaba $23.95 porque sólo tenía $24 en el bolsillo y caminé bajo la lluvia helada el resto del camino hasta mi casa. Me acosté con la seguridad de que un fragmento del universo había sido bueno por un par de horas mientras un ciego bailaba entre las carcajadas de un cínico que pocas veces se ríe tan abiertamente de la vida.
A eso de las cinco de la tarde llegamos a un sitio de esos cuyo nombre totaliza 18 y compramos una caja de cerveza Shiner Bock. Caminamos hasta casa de David y empezamos a vaciar botellas, escuchar música y discutir las pequeñas aventuras y batallas campales que suelen darle vida a un semestre académico. Las horas se le fueron cayendo a la tarde con las hojas en otoño, por aquello de utilizar un cliché apropiado, y pasamos de rock a samba y de ahí a ridiculeces de alto vuelo. En algún momento me contó la historia de los ángeles que decoraban su árbol de navidad y la muerte de su madre.
De más está decir que resolvimos el universo, acabamos con la guerra, pasamos juicio sobre muchos de nuestros estudiantes (así soy, paso juicio, al que no le guste… que se joda), planeamos un viaje a Amarillo en mayo para devorar un famoso pedazo de carne de 72 onzas, evocamos genios muertos, desarrollamos teorías geniales para los nuevos medios, compartimos historias sobre el origen de ciertos libros mágicos y… se acabó la cerveza.
A las tres de la mañana me subí en un taxi con un loco que hablaba solo, bailaba y se ponía y se quitaba un gorro cada treinta segundos. Tuve que bajarme del taxi cuando el taxímetro marcaba $23.95 porque sólo tenía $24 en el bolsillo y caminé bajo la lluvia helada el resto del camino hasta mi casa. Me acosté con la seguridad de que un fragmento del universo había sido bueno por un par de horas mientras un ciego bailaba entre las carcajadas de un cínico que pocas veces se ríe tan abiertamente de la vida.
sábado, 13 de diciembre de 2008
I am not Charlotte Simmons
I am Charlotte Simmons es el título de la última novela de Tom Wolfe. En ella se cuenta la vida y milagro de Charlotte, una chica del diminuto pueblo de Sparta, en las montañas de North Carolina, al llegar al nuevo mundo inexplorado de la Universidad de Dupont. La chica teme a la oscuridad, la impresionan los chicos de las fraternidades (a los que Wolfe hace continua referencia), se preocupa por no ser popular, le importa mucho lo que piensen de ella y se da cuenta de que tiene un acento distinto al de los demás. En resumidas cuentas, la chica es arrojada a un universo desconocido y cada experiencia le resulta impresionante y le cambia la vida de algún modo. Me parece hermoso... y la envidio.
Yo acabo de terminar las clases de mi primer semestre (sólo las clases: el trabajo nunca termina y ya tengo proyectos para entregar el 26 de enero) en un país extranjero, no sólo lejos de casa, y en donde se habla sólo lo que es para mi un segundo idioma. Sin embargo, cada vez que camino por un callejón oscuro, son los demás los que cambian de acera. Me importa un carajo la popularidad o el acento que pueda tener. Sólo me impresiona la extensión territorial, la efectividad administrativa y la preparación de la facultad de la universidad. Me encanta descubrir nuevos horizontes en autobús y dedico algunas tardes a charlar con deambulantes y locos variopintos. Por último, los niñatos de las fraternidades me estorban en las aceras y me hacen herir la sangre cuando se sientan en los bancos del gimnasio a charlar. Todo ello lleva a que los intimide o físicamente los invite a abandonar el espacio inmediato que me rodea.
Hace una semana el escritor Bill Minutaglio me preguntó cuántas veces había reencarnado para ser un tipo tan "wiseguy jaded". No tengo la contestación. Sólo sé que a veces me gustaría ser un poco más impresionable, un poco menos viejo, un poco más inocente, un poco menos cínico... nah, en realidad no deseo nada de eso. Yo no soy Charlotte Simmons.
Yo acabo de terminar las clases de mi primer semestre (sólo las clases: el trabajo nunca termina y ya tengo proyectos para entregar el 26 de enero) en un país extranjero, no sólo lejos de casa, y en donde se habla sólo lo que es para mi un segundo idioma. Sin embargo, cada vez que camino por un callejón oscuro, son los demás los que cambian de acera. Me importa un carajo la popularidad o el acento que pueda tener. Sólo me impresiona la extensión territorial, la efectividad administrativa y la preparación de la facultad de la universidad. Me encanta descubrir nuevos horizontes en autobús y dedico algunas tardes a charlar con deambulantes y locos variopintos. Por último, los niñatos de las fraternidades me estorban en las aceras y me hacen herir la sangre cuando se sientan en los bancos del gimnasio a charlar. Todo ello lleva a que los intimide o físicamente los invite a abandonar el espacio inmediato que me rodea.
Hace una semana el escritor Bill Minutaglio me preguntó cuántas veces había reencarnado para ser un tipo tan "wiseguy jaded". No tengo la contestación. Sólo sé que a veces me gustaría ser un poco más impresionable, un poco menos viejo, un poco más inocente, un poco menos cínico... nah, en realidad no deseo nada de eso. Yo no soy Charlotte Simmons.
martes, 9 de diciembre de 2008
La razón del silencio
Además de las incontables horas que he pasado durante las últimas dos semanas ahogado entre libros, desenterrando conceptos, tatuándome teorías, escribiendo proyectos, desarrollando modelos y estudiando para exámenes finales, he tenido tiempo de hacer un poco el Keroauck con los viejos.
MacKinney falls es un sitio precioso...cuando no hay sequía y cuando la hay. Las mejores hamburguesas del mundo las hacen en un negocito de mierda que se cae del óxido en Bastrop. Johnson city (donde nació Lyndon B. Johnson) tiene la friolera de 1,191 habitantes. El 75% de los residentes de Smithville terminan muriéndose de asco. Enchanted rock es una singular piedra que te deja ver un gran pedazo de Texas y no puedes escalarla sin tener un momento espiritual. Algo tiene el granito rosa que apela a los sentimientos. River Walk, en San Antonio, es una magnífica muestra de lo que la buena arquitectura puede hacer cuando se casa con el sueño de querer ser Europa. Davy Crockett era el rey indiscutible de la autopromoción. El Alamo es mucho más pequeño de los que se imaginan. Las costillas de Artz Rib House no tiene igual en el mundo. El fantasma de Stevie Ray Vaughan vive en Sam´s BBQ. Cuando hace frío en el desierto, de verdad hace frío. Cruzar el río es una estado mental y no geográfico... también es contagioso. La Guiness no muy fría cura el insomnio. Es fácil extrañar la lluvia.
En fin, esas son sólo dos escusas para no haber escrito la semana pasada. La tercera es que estoy escribiendo. Si bien el blog es el bendito espacio para despotricar y escupir todo lo que me da la gana, las páginas en blanco son otras cosa, otro proyecto, otro yo. Parece que eso de vivir en un diminuto apartamento ha empezado a surtir efecto y cada noche me peleo un rato con el teclado e intento atrapar ese puto adjectivo, domar los verbos, recordar en alta definición, etc. Me deseo suerte.
MacKinney falls es un sitio precioso...cuando no hay sequía y cuando la hay. Las mejores hamburguesas del mundo las hacen en un negocito de mierda que se cae del óxido en Bastrop. Johnson city (donde nació Lyndon B. Johnson) tiene la friolera de 1,191 habitantes. El 75% de los residentes de Smithville terminan muriéndose de asco. Enchanted rock es una singular piedra que te deja ver un gran pedazo de Texas y no puedes escalarla sin tener un momento espiritual. Algo tiene el granito rosa que apela a los sentimientos. River Walk, en San Antonio, es una magnífica muestra de lo que la buena arquitectura puede hacer cuando se casa con el sueño de querer ser Europa. Davy Crockett era el rey indiscutible de la autopromoción. El Alamo es mucho más pequeño de los que se imaginan. Las costillas de Artz Rib House no tiene igual en el mundo. El fantasma de Stevie Ray Vaughan vive en Sam´s BBQ. Cuando hace frío en el desierto, de verdad hace frío. Cruzar el río es una estado mental y no geográfico... también es contagioso. La Guiness no muy fría cura el insomnio. Es fácil extrañar la lluvia.
En fin, esas son sólo dos escusas para no haber escrito la semana pasada. La tercera es que estoy escribiendo. Si bien el blog es el bendito espacio para despotricar y escupir todo lo que me da la gana, las páginas en blanco son otras cosa, otro proyecto, otro yo. Parece que eso de vivir en un diminuto apartamento ha empezado a surtir efecto y cada noche me peleo un rato con el teclado e intento atrapar ese puto adjectivo, domar los verbos, recordar en alta definición, etc. Me deseo suerte.
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