lunes, 5 de abril de 2010

En cuatro días

A las cuatro y media de la mañana mi celular rodó escaleras abajo. Su mensaje me llegó alto y claro: esa es hora de llegar a casa, no de salir de ella.
El sistema de aire acondicionado del avión no funcionaba: combinación perfecta de supositorio con alas y horno cocinapersonas.
La escala en Atlanta me otorgó el tiempo justo para correr por el aeropuerto con la computadora danda bandazos y subirme a otro avión sin aire justo antes de que cerraran la puerta.
Mi vecino de asiento era un cabrón de esos que debería pagar por dos asientos. Zoé Valdés me ayudó a pensar en Cuba en lugar de asesinar a mi compañero de vuelo.
Puerto Rico me recibió con calorcito, prisa y un sandwich de chorizo y pavo. Mi llegada sorprendió a mi vieja: misión cumplida. Mi viejo, cómplice silente y artífice de buenos ratos.
Primera visita a las oficinas de El Nuevo Día: llegué sudado, despeinado y con aliento a sandwich. Reunión con el Sr. Vacas: haz lo que quieras, no digas puta, negro, maricón o guaynabito (acepto que esa última me voló la cabeza). Muchas gracias, Sr. Vacas (un tipo simpático y comprometido).
Una mujer me apuntó con una cámara. Besé un teclado y me escondí detrás de el. Ya veremos qué foto escogen.
Lacón y cerveza. Heinekens con Manu (sorpresa incluída). Risas.
Van Morrison. Entrenar en mi propio gimnasio Dormir en mi cama. Saludar libros viejos. Muddy Waters. Sentir que se puede volver a casa. Comer con Dr. John.
Se hizo de noche y decidí olvidar mi salud con un buen plato de el Paraíso Asia. Combinación pollo frito, sólo pechuga. Mucha salsa soya. La sed posterior vale la pena. Sorpresa para Gambi. Llamada a Perla: feliz cumpleaños. Cerraron el restaurante y seguíamos afuera, hablando de las cosas que habla la gente que se conoce y que nada tienen que aparentar.
En el avión de vuelta, que salió con hora y media de retraso, se acabó Zoé Valdés y sonó gente que hacía tiempo no sonaba. Austin me vió llegar cerca de la medianoche. Vuelta al trabajo. Espero que este sentirme como Dean Moriarty me dure mucho. A falta de casa, regreso a Van Morrison.

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