jueves, 29 de julio de 2010
Bill Minutaglio
La cosa más fácil, y la más difícil, es escribir sobre un amigo...
GABINO IGLESIAS / Especial para el Nuevo Día
La búsqueda de la objetividad absoluta es un horizonte inalcanzable al que apuntan muchos periodistas. Otros, a sabiendas de que la subjetividad no es pecado y de que la moneda nunca tiene sólo dos caras, se concentran en contar historias de manera que queden expuestas la injusticia y la falta de equidad que suelen subyacer en todas las historias que ameritan ser contadas. Ésos son los imprescindibles.
Bill Minutaglio es un periodista que, igual que Hunter S. Thompson, practica un periodismo gonzo en el que, entre la escritura en primera persona, el vocabulario directo y la narración impávida, no falta nunca la honradez, la integridad y la honestidad brutal. Su elocuente trabajo le ha hecho merecedor de premios por parte de asociaciones tan diversas como la Conferencia Nacional de Cristianos y Judíos, quienes reconocieron su labor contra el prejuicio, y la Asociación Nacional de Periodistas Negros, quienes premiaron su incansable lucha por erradicar la pobreza.
Nacido en Nueva York de padres italianos, Minutaglio fue testigo desde pequeño de la tensión racial y económica en Estados Unidos. “Cuando era pequeño, mis padres nos mudaban de casa cada vez que el edifico comenzaba a llenarse de personas de color. Eso me molestaba porque mis amigos de la escuela eran negros y no entendía la forma de pensar de mis padres”. Esa experiencia con el racismo le llevó a cuestionar las relaciones entre seres humanos de distintas etnias. Años más tarde, ese bagaje ideológico le empujó a completar estudios graduados en la Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, donde también adquirió una maestría en periodismo.
Con sus diplomas en mano y un poco desencantado con su experiencia de trabajo en la Organización de las Naciones Unidas, donde “se habla mucho más de lo que se hace”, Minutaglio tomó un avión y se aventuró a ejercer como periodista en Texas. “Al salir del aeropuerto levanté mi mano para conseguir un taxi. Cuando el taxi nunca llegó me di cuenta de que ya no estaba en Nueva York”. Una vez instalado, se dio cuenta de otra cosa: “El racismo en Texas es tan fuerte y ha estado aquí por tanto tiempo que ya se ha filtrado a las piedras del subsuelo”.
Minutaglio pasó la década subsiguiente escribiendo para los más importantes periódicos y revistas de las ciudades de Houston, Dallas, Austin y San Antonio. Sus columnas y artículos fueron siempre un espacio dedicado a la exposición de la iniquidad, al rechazo de la sinrazón y a darle voz a los oprimidos. Como las historias de guerra, pobreza, lucha y revolución sucedían en otros lugares del mundo, Minutaglio viajó a rincones del globo tan diversos como Malasia, Bélgica, Méjico, Berlín, Singapur, Inglaterra, Costa Rica, Rusia, Honduras o El Salvador. En cada destino, su naturaleza intrépida y tendencia por la veracidad le llevaron a contar la historia sin filtros, aunque el proceso pusiera su vida en peligro.
“A veces repaso mi carrera y me doy cuenta de que hay varios momentos en los que debí haber muerto”, cuenta recordando el silbido de las balas sobre su cabeza mientras corría por los bosques de Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Años después, el trabajo que hizo allí le valió un espacio al lado de Ernest Hemingway cuando la revista Esquire reconoció los mejores relatos de supervivencia.
“Para escribir tienes que aprender a estar en el lugar que sea mientras flotas sobre ti mismo y aprecias las cosas desde otro punto de vista”. Y escribir es algo que Minutaglio hace muy bien. En el año 2001 salió al mercado su libro “Primer Hijo: George W. Bush y la Dinastía de la Familia Bush”. La prensa se enamoró del ultracrítico texto y fue publicado en China. El director Oliver Stone citó el libro como una de las fuentes de información principales para su película “W”.
A ese libro le siguió “Ciudad en llamas”, recuento del desastre de Texas City en 1947 cuando un barco cargado de nitrato de amonio explotó causando la muerte de cerca de 600 personas y damnificando a unas 8,000. Minutaglio relató el evento de forma vívida, con voces de testigos y familiares de las víctimas y con una narración digna de novela. El resultado fue un libro desgarrador en el que el gobierno fue expuesto como principal responsable de la catástrofe. Tom Cruise adquirió los derechos del volumen, pero la película nunca se realizó.
Un poco después publicó “El asesor del Presidente: el ascenso al poder de Alberto Gonzales”, el primer libro suyo en ser traducido al español. Entre el 2009 y lo que va de este año, lanzó al mercado dos libros más: “Molly Ivins: una vida rebelde” y “En busca del blues”, recopilación que recoge sus mejores artículos de los últimos treinta años.
Hoy Minutaglio enseña periodismo en la Universidad de Texas en Austin. Sus estudiantes tienen que “salir a la calle a buscar historias reales e intensas”. Luego aprenden a escribir con la justicia como norte, no con la objetividad.
http://www.elnuevodia.com/elrelampagoahiadentro-749959.html
viernes, 16 de julio de 2010
Soy cafre
La palabra cafre es muy interesante. El diccionario de la RAE nos enseña que cafre es aquel que es "bárbaro y cruel" o "zafio y rústico." Por alguna razón, eso de llamar rústicos a los bestias nunca me ha parecido bien, pero eso es tema para otra entrada.
Generalmente hablando, se le llama cafre al que es bestia, rudo, maleducado, grosero o brusco en su trato con el prójimo. Como eso no es suficiente, el término también se usa indiscriminadamente para referirse a personas que hacen cosas como escuchar Frankie Ruiz a todo volúmen con la ventana del carro abajo y un brazo por fuera o que abren la puerta de su casa en calzoncillos.
Como he hecho ambas cosas más de una vez, me obligué a deconstruir el término de manera tal que quedaran expuestas sus debilidades como epíteto calificativo. El resultado de mi deconstrucción es un binomio innegable que puede resumirse así: 1-el término se queda corto al intentar abarcar demasiado y 2- lo cafre no quita lo demás.
En mi caso, acepto que soy cafre. No obstante, me parece justo hacer una defensa tanto de mi cafritud como del término per se. Espero que lo que sigue sirva de prueba absoluta de que ser cafre no es tan malo como suena y de que se puede ser cafre sin dejar de ser un sinnúmero de otras cosas que podrían ir, por su naturaleza, en contra de lo que la palabra intenta proponer.
1- Soy cafre porque mis paredes retumban a menudo con la salsa gorda de Frankie Ruiz, El Gran Combo, Johnny Pacheco y Roberto Roena y su Apollo Sound (por mencionar algunos)... y sin embargo sé más de blues, jazz, flamenco, rock (pesado, clásico, instrumental, etc.) y trova que la mayoría de la población.
2- Soy cafre porque juego dominó mientras bebo Medalla y le llamo "cabrón" a todos los que me rodean...y sin embargo curso el tercer año de mis estudios doctorales en una institución Research 1 y mi trabajo se ha publicado en el New York Times (por poner un ejemplo con fuerza).
3- Soy cafre porque, cada vez que puedo, bebo güisqui barato en barritas de mala muerte sin aire acondicionado y con sillas de plástico... y sin embargo me niego a beber vino en vaso plástico como la mayoría de los comemierdas de San Juan y Río Piedras y he bebido con pintores, cineastas y escritores de alto vuelo.
4- Soy cafre porque tengo amigos que, lejos de no hablar inglés, a duras penas pueden hablar español correctamente y no tienen un ápice de estudios... y sin embargo me gano la vida escribiendo en dos idiomas, soy más que perfectamente bilingüe y tengo amigos brillantes: escritores, académicos, artistas, etc.
5- Soy cafre porque me crié viendo Club Sunshine (soy cafre y qué!) y No Te Duermas... y sin embargo no conozco a nadie (salvo mi viejo) que lea más que yo.
6- Soy cafre porque me visto con mahones sucios y camisetas viejas y jamás me ha importado un carajo la moda... y sin embargo no tengo ningún problema en señalar que las convicciones y los ideales de muchos, por no mencionar el corto intelecto, no hacen pie en el momento en que se quitan el caballito del pecho o el cocodrilito de encima de la tetilla.
7- Soy cafre porque me río de la gente tonta en voz alta, juego con los cubiertos en la mesa (algunas cosas de la niñez nunca se pierden), me cago en la gente que hace burradas en la carretera y me peleo con los religiosos... y sin embargo puedo recitar en latín e insultar a la gente sin que se entere.
En resumidas cuentas: soy cafre y eso no es malo porque no es lo único que soy. Disfruto la vida y puedo hablar con la gente sin importar el círculo en el que se muevan. Por lo tanto, si eres cafre, se cafre con orgullo, se un cafre completo, algo así como si praticaras una cafritud holística y genial.
Generalmente hablando, se le llama cafre al que es bestia, rudo, maleducado, grosero o brusco en su trato con el prójimo. Como eso no es suficiente, el término también se usa indiscriminadamente para referirse a personas que hacen cosas como escuchar Frankie Ruiz a todo volúmen con la ventana del carro abajo y un brazo por fuera o que abren la puerta de su casa en calzoncillos.
Como he hecho ambas cosas más de una vez, me obligué a deconstruir el término de manera tal que quedaran expuestas sus debilidades como epíteto calificativo. El resultado de mi deconstrucción es un binomio innegable que puede resumirse así: 1-el término se queda corto al intentar abarcar demasiado y 2- lo cafre no quita lo demás.
En mi caso, acepto que soy cafre. No obstante, me parece justo hacer una defensa tanto de mi cafritud como del término per se. Espero que lo que sigue sirva de prueba absoluta de que ser cafre no es tan malo como suena y de que se puede ser cafre sin dejar de ser un sinnúmero de otras cosas que podrían ir, por su naturaleza, en contra de lo que la palabra intenta proponer.
1- Soy cafre porque mis paredes retumban a menudo con la salsa gorda de Frankie Ruiz, El Gran Combo, Johnny Pacheco y Roberto Roena y su Apollo Sound (por mencionar algunos)... y sin embargo sé más de blues, jazz, flamenco, rock (pesado, clásico, instrumental, etc.) y trova que la mayoría de la población.
2- Soy cafre porque juego dominó mientras bebo Medalla y le llamo "cabrón" a todos los que me rodean...y sin embargo curso el tercer año de mis estudios doctorales en una institución Research 1 y mi trabajo se ha publicado en el New York Times (por poner un ejemplo con fuerza).
3- Soy cafre porque, cada vez que puedo, bebo güisqui barato en barritas de mala muerte sin aire acondicionado y con sillas de plástico... y sin embargo me niego a beber vino en vaso plástico como la mayoría de los comemierdas de San Juan y Río Piedras y he bebido con pintores, cineastas y escritores de alto vuelo.
4- Soy cafre porque tengo amigos que, lejos de no hablar inglés, a duras penas pueden hablar español correctamente y no tienen un ápice de estudios... y sin embargo me gano la vida escribiendo en dos idiomas, soy más que perfectamente bilingüe y tengo amigos brillantes: escritores, académicos, artistas, etc.
5- Soy cafre porque me crié viendo Club Sunshine (soy cafre y qué!) y No Te Duermas... y sin embargo no conozco a nadie (salvo mi viejo) que lea más que yo.
6- Soy cafre porque me visto con mahones sucios y camisetas viejas y jamás me ha importado un carajo la moda... y sin embargo no tengo ningún problema en señalar que las convicciones y los ideales de muchos, por no mencionar el corto intelecto, no hacen pie en el momento en que se quitan el caballito del pecho o el cocodrilito de encima de la tetilla.
7- Soy cafre porque me río de la gente tonta en voz alta, juego con los cubiertos en la mesa (algunas cosas de la niñez nunca se pierden), me cago en la gente que hace burradas en la carretera y me peleo con los religiosos... y sin embargo puedo recitar en latín e insultar a la gente sin que se entere.
En resumidas cuentas: soy cafre y eso no es malo porque no es lo único que soy. Disfruto la vida y puedo hablar con la gente sin importar el círculo en el que se muevan. Por lo tanto, si eres cafre, se cafre con orgullo, se un cafre completo, algo así como si praticaras una cafritud holística y genial.
domingo, 11 de julio de 2010
Cuarto buscapié
11 Julio 2010
Machito
En un futuro cercano. Machito se cuadra de hombros y golpea la palma de su mano con la macana. Siente la testosterona corriéndole por la sangre y metiéndose en el microscópico espacio entre sus escasas neuronas. Se interrumpe la sinapsis.
Él no lo sabe, pero ese es el mismo proceso que causa las guerras y los crímenes pasionales. Es lo mismo que ya le ha causado problemas antes a la Uniformada.
Machito siente el miedo escalándole las piernas y oprimiéndole el corazón. Tensa su bíceps para que la camisa le apriete un poco más y el apretón le recuerde su condición indiscutible de macho alfa. Su crasa falta de educación es triste: desconoce el significado de las palabras diálogo, tolerancia o control. En su vacante cavidad craneal dan vueltas zumbando como avispas las palabras de mami: “Los machos no lloran”. También escucha a papi: “El que da primero, da dos veces”.
Como animal de manada, Machito espera en tensión a que alguien haga algo. Él sabe que el que no nace para líder, nace para monigote. El sudor cabalga por sus mejillas y muere silenciosamente en el cuello de su apretado uniforme. Lo muerden los nervios. Se concentra en la rigidez de su cuerpo, en la inflexibilidad de su propósito, en evitar a toda costa quedar como un cobarde, como una “nena”.
Aunque no puede mirar hacia atrás, Machito sabe que a sus anchas espaldas se eleva un importante edificio en el que trabajan los líderes del país. Eso le lleva a pensar en sus propios héroes, esos cabecillas masculinos que, aunque usan corbata, no temen llamarle “pato” al que se lo merezca y no dudan en darle contratos a ex-modelos de exuberantes asimetrías carnales.
Un movimiento súbito asusta a Machito. Sin saber cómo empezó todo, su macana vuela y rebota contra el cráneo de alguna mujer buscabullas. O transeúnte inocente: poco importa. Machito agrede con felicidad: la violencia reafirma su machismo. Machito nunca piensa en las consecuencias: en su infinita macharranería grupal se cobija de su ignorancia. Otra vez.
Machito
En un futuro cercano. Machito se cuadra de hombros y golpea la palma de su mano con la macana. Siente la testosterona corriéndole por la sangre y metiéndose en el microscópico espacio entre sus escasas neuronas. Se interrumpe la sinapsis.
Él no lo sabe, pero ese es el mismo proceso que causa las guerras y los crímenes pasionales. Es lo mismo que ya le ha causado problemas antes a la Uniformada.
Machito siente el miedo escalándole las piernas y oprimiéndole el corazón. Tensa su bíceps para que la camisa le apriete un poco más y el apretón le recuerde su condición indiscutible de macho alfa. Su crasa falta de educación es triste: desconoce el significado de las palabras diálogo, tolerancia o control. En su vacante cavidad craneal dan vueltas zumbando como avispas las palabras de mami: “Los machos no lloran”. También escucha a papi: “El que da primero, da dos veces”.
Como animal de manada, Machito espera en tensión a que alguien haga algo. Él sabe que el que no nace para líder, nace para monigote. El sudor cabalga por sus mejillas y muere silenciosamente en el cuello de su apretado uniforme. Lo muerden los nervios. Se concentra en la rigidez de su cuerpo, en la inflexibilidad de su propósito, en evitar a toda costa quedar como un cobarde, como una “nena”.
Aunque no puede mirar hacia atrás, Machito sabe que a sus anchas espaldas se eleva un importante edificio en el que trabajan los líderes del país. Eso le lleva a pensar en sus propios héroes, esos cabecillas masculinos que, aunque usan corbata, no temen llamarle “pato” al que se lo merezca y no dudan en darle contratos a ex-modelos de exuberantes asimetrías carnales.
Un movimiento súbito asusta a Machito. Sin saber cómo empezó todo, su macana vuela y rebota contra el cráneo de alguna mujer buscabullas. O transeúnte inocente: poco importa. Machito agrede con felicidad: la violencia reafirma su machismo. Machito nunca piensa en las consecuencias: en su infinita macharranería grupal se cobija de su ignorancia. Otra vez.
domingo, 4 de julio de 2010
Policía
Resulta que Luis Fortuño, gobernador de Puero Rico y ejemplo quintaesencial de lo que debe ser un varonil, avispado y brillante líder político, pidió al estado de Nueva York que le tirara la toalla en lo que respecta a "los patrones de reclutamiento, adiestramiento, funcionamiento, supervisión y el equipo en tecnología a utilizar dentro de los grupos de la Policía" que intervienen en los debacles, desastres nacionales y otros diversos arroces con culo que se montan en el país.
La petición es tan ridícula como el peinado del susodicho gobernante. De hecho, lo que se pretende es tan risible que amerita una deconstrucción. Empecemos.
Lo del reclutamiento es fácil: a la policía y la fuerza de choque (minúsculas premeditadas) sólo aspiran aquellos enanos mentales que no dan para más. Si en Puerto Rico fuese mayor la presencia de otros primates de tamaño o fuerza equiparable (por ejemplo los gorilas, chimpances u orangutanes), no me cabe duda de que, con un poco de entrenamiento, podrían llevar a cabo el trabajo de la policía sin mucho esfuerzo.
Pasemos al adiestramiento. Para empezar, los agentes de la autoridad incompetente y los expertos en macanazos de la fuerza de choque se entrenan, no se adiestran. Si no entienden, busquen las definiciones de las palabras...
Funcionamiento. ¿Quién carajo le dijo a este señor que la policía funciona en este país? ¿Cuántos sujetos con problemas emocionales y coeficientes intelectuales equiparables al de George W. Bush tenemos entre los uniformados? Refraseo la pregunta:¿Hay algún uniformado que no padezca de craso déficit neuronal? En Puerto Rico la policía es como todo lo demás: no funciona y no va a funcionar nunca.
Sigamos con eso de la supervisión. Si un tonto supervisa a un imbécil y pasa algo malo, ¿de quién es la culpa? No contesten: es una pregunta retórica.
Eso de "el equipo en tecnología" es algo que reside tan lejos de mi alcance neuronal que opto por ni siquiera intentar comentarlo. Supongo que lo dice en referencia a macanas con WiFi, gas pimienta de alta definición y cascos con visión nocturna.
La petición es tan ridícula como el peinado del susodicho gobernante. De hecho, lo que se pretende es tan risible que amerita una deconstrucción. Empecemos.
Lo del reclutamiento es fácil: a la policía y la fuerza de choque (minúsculas premeditadas) sólo aspiran aquellos enanos mentales que no dan para más. Si en Puerto Rico fuese mayor la presencia de otros primates de tamaño o fuerza equiparable (por ejemplo los gorilas, chimpances u orangutanes), no me cabe duda de que, con un poco de entrenamiento, podrían llevar a cabo el trabajo de la policía sin mucho esfuerzo.
Pasemos al adiestramiento. Para empezar, los agentes de la autoridad incompetente y los expertos en macanazos de la fuerza de choque se entrenan, no se adiestran. Si no entienden, busquen las definiciones de las palabras...
Funcionamiento. ¿Quién carajo le dijo a este señor que la policía funciona en este país? ¿Cuántos sujetos con problemas emocionales y coeficientes intelectuales equiparables al de George W. Bush tenemos entre los uniformados? Refraseo la pregunta:¿Hay algún uniformado que no padezca de craso déficit neuronal? En Puerto Rico la policía es como todo lo demás: no funciona y no va a funcionar nunca.
Sigamos con eso de la supervisión. Si un tonto supervisa a un imbécil y pasa algo malo, ¿de quién es la culpa? No contesten: es una pregunta retórica.
Eso de "el equipo en tecnología" es algo que reside tan lejos de mi alcance neuronal que opto por ni siquiera intentar comentarlo. Supongo que lo dice en referencia a macanas con WiFi, gas pimienta de alta definición y cascos con visión nocturna.
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