En una loable demostración de fortaleza testicular, El Nuevo Día publicó hoy, jueves 17 de Septiembre, una columna que les envié en relación a las atrocidades mentales del Departameto de (Des)Educación de Puerto Rico. El diario ha tenido las agallas de dedicarle no sólo la editorial de ayer sino que también han dado espacio ha varios ciudadanos y escritores para que se expresen al respecto. Poco les importó que me burlara de una de sus periodistas. Los aplaudo.
GABINO IGLESIAS
Mentes burdas y soeces
Resulta que el deplorable estado de la juventud en Puerto Rico no se debe a la fragmentación de la familia, al lamentable estado de las instituciones educativas, al interminable problema de las drogas, al ejemplo fallido de líderes políticos, celebridades y religiosos o a la falta de oportunidades. El culpable de que nuestro futuro se tambalee es el lenguaje burdo y soez que contienen los libros que leen nuestros jóvenes.
Aparentemente, lejos de pensar que los niños cada día leen menos, que el lenguaje sufre atroces transformaciones que la academia no puede detener ni remendar, que las generaciones van degenerándose mentalmente y que nuestros jóvenes cada vez salen peor en las pruebas de aprovechamiento académico, lo que necesitamos es recortar el número de influencias literarias a las que exponemos a nuestros niños.
Mientras todos los fines de semana los medios realizan un conteo de los asesinatos y los políticos y empresarios hacen alarde de su déficit neuronal, corto vocabulario y atrofiadas ideas, el Departamento de Educación ha llegado a la conclusión de que eliminar o guardar para más tarde ciertas obras literarias, cuyo contenido consideran burdo y soez, es la mejor manera de salvaguardar la inocencia léxica de los estudiantes.
Ahora me tomo la libertad de utilizar un vocabulario basto para expresarme: la decisión de eliminar o posponer la lectura de cualquier libro no es más que una bufonada más por parte de un alicaído sistema educativo que tiene más problemas de los que puede arreglar.
Insinuar que leer un libro puede tan siquiera compararse con las barbaries del lenguaje a la que se exponen a diario los jóvenes es una memez. Por último, dar un “reversazo” en pos de que termine la “zaga” de eventos (palabras que saco de este diario) es la única opción inteligente: tómenla ya.
jueves, 17 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
New Orleans
Este fin de semana atravesé cerca de 1,100 millas metido en un carro. El propósito principal del viaje que me llevó desde Jacksonville, FL, hasta Austin importa poco: lo que importa es el hecho de que aproveché para pasar dos días en New Orleans.
La ciudad, que dista mucho de la imagen que muchos puedan tener de una ciudad devastada por Katrina, es la mezcla perfecta de atributos: vieja, húmeda, gris, histórica, misteriosa, vibrante, alcohólica, maldita, festiva, multicultural, embrujada, industrial y maravillosa. A las 11:00 a.m. se puede encontrar un bar en plena fiesta alcohólica y una banda de jazz tocando en vivo como si sus vidas dependieran del resultado de su sonido. Tuve la oportunidad de hablar con un loco a la orilla del Mississippi, caminé por el bacanal colorido de Bourbon street, conocí un artista cuya ex-esposa era puertorriqueña en el French Market (de ella, por lo que me contó, sólo extrañaba el arroz con pollo), vi la ciudad bajo la lluvia, escuché la trompeta de un hombre que tocaba para reconstruir su iglesia, me comí unos beignets con café en el histórico Café du Monde, perseguí ciudadanos asustados en busca de que alguien me cambiara una peseta y, con los pies sumergidos en el enorme charco en que se convierte el cementerio de la ciudad cuando llueve, presenté mis respetos frente a la tumba de Marie Laveau.
Con sólo dos días de visita, sumo a N´awlins a mi lista de ciudades-mundo.
Regresé a Austin por la I-10, con un mar marrón y picado a la derecha y unos maltratados árboles a la izquierda que no cesan de ser lamidos por el mar. Ahora sé que la magia aún existe y que me dejé un pedazo en una ciudad que, por suerte, sólo queda a un poco más de 500 millas de la puerta de mi casa.
"I wish I was in New Orleans, I can see it in my dreams..." - Tom Waits
La ciudad, que dista mucho de la imagen que muchos puedan tener de una ciudad devastada por Katrina, es la mezcla perfecta de atributos: vieja, húmeda, gris, histórica, misteriosa, vibrante, alcohólica, maldita, festiva, multicultural, embrujada, industrial y maravillosa. A las 11:00 a.m. se puede encontrar un bar en plena fiesta alcohólica y una banda de jazz tocando en vivo como si sus vidas dependieran del resultado de su sonido. Tuve la oportunidad de hablar con un loco a la orilla del Mississippi, caminé por el bacanal colorido de Bourbon street, conocí un artista cuya ex-esposa era puertorriqueña en el French Market (de ella, por lo que me contó, sólo extrañaba el arroz con pollo), vi la ciudad bajo la lluvia, escuché la trompeta de un hombre que tocaba para reconstruir su iglesia, me comí unos beignets con café en el histórico Café du Monde, perseguí ciudadanos asustados en busca de que alguien me cambiara una peseta y, con los pies sumergidos en el enorme charco en que se convierte el cementerio de la ciudad cuando llueve, presenté mis respetos frente a la tumba de Marie Laveau.
Con sólo dos días de visita, sumo a N´awlins a mi lista de ciudades-mundo.
Regresé a Austin por la I-10, con un mar marrón y picado a la derecha y unos maltratados árboles a la izquierda que no cesan de ser lamidos por el mar. Ahora sé que la magia aún existe y que me dejé un pedazo en una ciudad que, por suerte, sólo queda a un poco más de 500 millas de la puerta de mi casa.
"I wish I was in New Orleans, I can see it in my dreams..." - Tom Waits
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Coney Island
El mentiroso adivino de turno prometió en las noticias que mañana la temperatura sobrepasará los 100 grados otra vez. La piscina de abajo cada día está más verde y las ardillas beben de ella sin efectos secundarios. El espacio vacío sólo puede llenarse con buena música. Van Morrison lleva de la mano unos violines que intentan sacarme lágrimas de los ojos. Escribo porque es lo único que queda cuando la certeza de que afuera hay un mundo entero emepieza a flaquear.
Hace demasiados años que no piso Coney Island. Aquella tarde gris tuve cerca a alguien que me tomaba de la mano y me dejaba cantar las palabras de Tom Waits: "She´s my Coney Island baby... she´s my Coney Island girl." Ahora todo lo que ha pasado desde ese día hasta hoy parece un suspiro ante el puente mágico que una canción puede tirar entre dos puntos lejanos en el espacio.
"I look at the side of your face as the sunlight comes
streaming through the window in the autumn sunshine
and all the time going to Coney Island I´m thinking,
Wouldn´t it be great if it was like this all the time?"
- Van Morrison
Hace demasiados años que no piso Coney Island. Aquella tarde gris tuve cerca a alguien que me tomaba de la mano y me dejaba cantar las palabras de Tom Waits: "She´s my Coney Island baby... she´s my Coney Island girl." Ahora todo lo que ha pasado desde ese día hasta hoy parece un suspiro ante el puente mágico que una canción puede tirar entre dos puntos lejanos en el espacio.
"I look at the side of your face as the sunlight comes
streaming through the window in the autumn sunshine
and all the time going to Coney Island I´m thinking,
Wouldn´t it be great if it was like this all the time?"
- Van Morrison
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