miércoles, 21 de noviembre de 2007
Algunos miércoles son lunes
La ventana de la oficina está sucia, pero aún así puedo ver que llueve. El agua le pega a la brea como si ésta le debiera dinero. La música parece estar lejos. Heché de menos a mi amigo deambulante y sigo sin cobrar. El reloj tiene poca prisa y los minutos pasan parsimoniosamente, dilatados en su procesión infinita hacia la nada. El olvido espera en el carro, que a su vez espera en el estacionamiento, mientras a mí me espera el tapón y el silencio hasta casa. Presiento la coagulación de una anhedonia incipiente con instintos asesinos. Escribo para estrangular un ratito, aunque sólo sean un par de segundos. Al final, supongo que de toda esta nada, queda algo.
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