Andaba en Portland, así que perdonen la tardanza. Aquí está la columna nueva que escribí para reemplazar la que no salió el fin de semana pasado. Es una pequeña celebración a las palabras de Bukowski, quien ya ha sido parte de este blog antes.
18 de noviembre de 2012
Bukowski
Gabino Iglesias
Las profecías fallaron y el mundo sigue dando vueltas sobre un eje
que, más que inclinado, parece deprimido. Los textos sagrados son
mediocres obras de ficción que prometen aterradores finales que nunca
llegan. Los astrólogos aciertan menos que los meteorólogos. En fin,
parece que no hay nada en qué creer. Sin embargo, el que de verdad
quiera un profeta, no tiene más que leer a Charles Bukowski.
“Peces envueltos en petróleo”, dice el poema “Nosotros los dinosaurios”, y un barco vomita combustible sobre el mar. Otra línea habla de bares en donde la gente ya no habla, y a mi alrededor tres generaciones se sumergen en la pantalla de su teléfono mientras se les calienta la cerveza. Luego aparece las armas, y el periódico me moja de sangre los zapatos. Más tarde aparecen los “hospitales tan caros que es más barato morirse,” los “abogados que te cobran tanto, que es más barato declararse culpable”, y las cárceles llenas. Con eso, llega la risa paranoica y se levantan los pelos de la nuca como pequeñas antenas que sintonizan el peligro.
Leo sobre un lugar donde las masas elevan a los ineptos a la categoría de héroes, y recuerdo con alegría el día que me deshice de la caja tonta (aunque la prensa suplanta eso y le pregunta a Maripily su opinión sobre las elecciones). Bukowski sigue en la suya y dice que hemos nacido en medio de un gobierno endeudado, y de eso es mejor no hablar. Más palabras cargadas y que dictan su propio doloroso contexto: abusados, desheredados, enloquecidos, enfermos.
El poema, más acertado que ningún otro texto, promete un final más apocalíptico que el que vivimos hoy, un final donde sólo se escucha “el silencio más hermoso jamás oído”. Ahora que ya sabemos lo que viene y nos han explicado que el Sol seguirá ahí, esperando el próximo capítulo, me parece que debemos agarrar lápices y bolígrafos, tanto literales como ideológicos, y ponernos a escribir un final nuevo que, más que final, sea progreso.
El autor es estudiante doctoral.“Peces envueltos en petróleo”, dice el poema “Nosotros los dinosaurios”, y un barco vomita combustible sobre el mar. Otra línea habla de bares en donde la gente ya no habla, y a mi alrededor tres generaciones se sumergen en la pantalla de su teléfono mientras se les calienta la cerveza. Luego aparece las armas, y el periódico me moja de sangre los zapatos. Más tarde aparecen los “hospitales tan caros que es más barato morirse,” los “abogados que te cobran tanto, que es más barato declararse culpable”, y las cárceles llenas. Con eso, llega la risa paranoica y se levantan los pelos de la nuca como pequeñas antenas que sintonizan el peligro.
Leo sobre un lugar donde las masas elevan a los ineptos a la categoría de héroes, y recuerdo con alegría el día que me deshice de la caja tonta (aunque la prensa suplanta eso y le pregunta a Maripily su opinión sobre las elecciones). Bukowski sigue en la suya y dice que hemos nacido en medio de un gobierno endeudado, y de eso es mejor no hablar. Más palabras cargadas y que dictan su propio doloroso contexto: abusados, desheredados, enloquecidos, enfermos.
El poema, más acertado que ningún otro texto, promete un final más apocalíptico que el que vivimos hoy, un final donde sólo se escucha “el silencio más hermoso jamás oído”. Ahora que ya sabemos lo que viene y nos han explicado que el Sol seguirá ahí, esperando el próximo capítulo, me parece que debemos agarrar lápices y bolígrafos, tanto literales como ideológicos, y ponernos a escribir un final nuevo que, más que final, sea progreso.
Pueden ver la original aquí.
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