Escribo una columna contra los troles, y los animalitos iracundos salen de las grietas cibernéticas para intentar morderme. Hay que reírse. Resulta que sin trabajo y jodiéndome para pagar mis cuentas, soy un elitista de burbuja. En fin, espero que comenten todo el día. Por lo menos parece que alguno entendió por dónde iban los tiros. Feliz Día de las Madres!
13 de mayo de 2012
Puertroliqueño
Gabino Iglesias
Son el ejército de la rabia mal enfocada. Son los implacables jueces
de la moral. Son apasionadamente religiosos o premeditadamente
rebeldes. Son dicharacheros, peleones, racistas e iracundos. Por lo general carecen de sentido común y están preñados de agendas equívocas y atiborrados de datos ficticios. Suelen ser fanáticos de la política y generalmente viven en estado de agitada y colérica “estagnación”. Hacen alarde de lo mal informados que están y constantemente dejan claro que poseen la gramática de un niño de tercer grado que odia su clase de español. Me refiero a los “puertroliqueños”.
El “trol puertorricensis” habita delante de la pantalla de una computadora y se alimenta de odio, comida rápida o lo que cocine mami. Su actividad predilecta es otorgar al mundo su genialidad en pequeñas dosis vía comentarios dejados en los diarios del país.
En dichos diarios se les conoce como un cáncer autoimpuesto. Por otro lado, la academia los reconoce como el proyecto fallido de la participación digital, el daño colateral de aquello que llamaron Web 2.0 o la prueba fehaciente de que, a falta de soluciones para la brecha digital, al menos habría que arrojar al precipicio a la mitad de lado con suerte.
Una de las especialidades del “puertroliqueño” es leer una nota de prensa, emitir un juicio valorativo sobre el tema o individuo que en dicha nota se discute y escribir un comentario (que muchas veces poco tiene que ver con la nota) en poco menos de diez segundos.
Bendicen bebés, critican carreras, cuestionan a los periodistas, se declaran eruditos en cualquier cosa, celebran/maldicen al Gobierno y se insultan entre ellos. Calumniar es su oxígeno, todas las notas que han leído son una pérdida de tiempo y sus violentas inexactitudes, furiosos arrebatos e incoherentes palabras son más merecedoras de espacio que las diarreas incomprensibles de los “intelectualoides que escriben en Buscapié”.
Si alguien se topa con una de estas criaturas en sus exploraciones cibernéticas, simplemente ignórelo. Para el “puertroliqueño”, no causar una reacción es el equivalente de echarle sal a una babosa.
n El autor es estudiante doctoral.
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