La violencia me fascina. La capacidad humana para hacer daño sólo compara con la relativa fragilidad de nuestros cuerpos. Esa fascinación, que más de uno ha declarado aberrante y malsana, me ha llevado por extraños caminos literarios y fílmicos. Conozco como la palma de mi mano las historias de Albert Fish, Ed Guein, John Wayne Gacy, Andrei Chikatilo, Jack el Destripador, Ted Bundy, Jeffrey Dahmer y algunos otros asesinos de renombre. ¿Qué es lo peor de tener ese conocimiento? Vivir sabiendo que ninguno de esos individuos distaban demasiado del resto de nosotros.
Durante mucho tiempo pensé que había que estar mal de la cabeza para hacer cosas como esas. Luego aprendí que muchas personas matan o lastiman a un número mucho menor que los asesinos en serie pero con el mismo resultado fatal. Ahora he aprendido algo mucho peor.
Esta semana terminé de leer un libro titulado The Murderer Next Door: Why the Mind is Designed to Kill, de un psicólogo y profesor de UT llamado David M. Buss. El señor Buss es experto en psicología evolutiva y ha tenido a su cargo algunas de las investigaciones sobre violencia más importantes de las últimas dos décadas. En pocas palabras, el instinto de matar es una semilla flamable que todos llevamos en algún rincón del cerebro y que puede estallar en cualquier momento y por una diversidad infinita de razones.
El ser humano no puede pretender esconder miles de años de instinto asesino: somos unas bestias violentas y la manera en que nos tratamos lo demuestra. Según la psicología evolutiva, la forma más primal de evitar que nos quiten la pareja, demostrar nuestra superioridad y cuidar de nuestros hijos, por mecionar algunas cosas, es el asesinato.
¿Cuántas veces te ha pasado por la cabeza matar a alguien? No te preocupes: es natural. Esas veces en que decimos "Si alguien toca a mi hija/hijo..." o "El que le haga daño a mi familia..." son prueba de lo que propone Buss. El hecho de que nuestra propia evolución nos ha forzado a desarrollar mecanismo de defensa que van en contra de nuestras propias leyes me parece jocoso. Una de las partes más interesantes del libro es cuando se discuten los escenarios necesarios para que las personas acepten el asesinato como una opción viable que ha de pasar impune.
En resúmen: matar es parte de la naturaleza humana. La dicotomía entre nuestra naturaleza y la moral es el espacio desde el cual debemos tener todas las conversaciones en cuanto al asesinato. ¿Quién se atreve a empezar?
Hoy les dejo dos deliciosas posdatas literarias de primer orden:
"Soy el brujo que arde en tus entrañas y tus amantes tan sólo un instrumento gastado, roto, desafinado. Soy el brujo nena, el animal sagrado, la verga herida y tus amantes tan sólo el opaco y lejano sonido de un insecto ciego. Soy el infierno que devora tu cielito de promesas y sinsabores, soy el ansia y la sed que no apaga el agua y tus amantes tan sólo súplicas y mentiras en tu buzón de voz."
- Efraim Medina
"Me niego a cohabitar con la estupidez."
- Pedro Juan Gutiérrez
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