Aquí les dejo una columna inspirida por algunas imágenes que otros compañeros blogueros han sido tan amables de compartir.
En otras noticias, ya estoy completamente mudado, conectado al ciberespacio y listo para volver a escribir en este espacio más a menudo.
14 Agosto 2011
Playa
Gabino Iglesias
El periódico da indicios de que se acaban las vacaciones. Ante la dolorosa realidad de que el verano es una veleidad literaria creada por aquellos que no viven de cheque en cheque, a Pepe se le antoja súbitamente un día de playa. Con la economía por el piso y los gatilleros del patio en acelerada carrera por romper todos los récords de asesinatos, Pepe confía en que Puerto Rico aún tiene mucho que ofrecer. Si bien la calle da asco, nadie despinta la hermosura de los recursos naturales de la Isla del Encanto.
Mientras coloca las cervezas en simétricas líneas en el fondo de la neverita, Pepe piensa en esa húmeda orgía de verdes que es el Yunque, en la delicia que es nadar entre manglares en la Isla de Guilligan y en el placer que siente al hundir los pies en la arena de la orilla. Pepe sonríe, apretuja a su familia en el carro y parte con rumbo fijo, los cristales abajo y Roberto Roena en sus bocinas.
En la playa no hay sitio. Donde no se levanta un montículo de basura hay una carpa y donde no hay carpa hay grupos de tollas alrededor de una nevera. Finalmente Pepe consigue ubicar a los suyos en seis pies cuadrados de arena. En cuanto desenfunda el pie de sus chanclas metedeo estalla el machacón bajo de un reggaetón cercano. Alaridos salvajes detonan un segundo después. Entre una muchedumbre alborotada se mueve una chica. Sus torpes movimientos dejan clara su embriaguez y sus eléctricos movimientos pélvicos asustan a cualquiera. Un turista, atrapado entre el miedo y la curiosidad mórbida, saca fotos con su teléfono.
Pepe se mueve cuando a la bailarina se le sale un seno de su diminuto bikini y los que la rodean emiten sonidos equivalentes a los de una manada de orangutanes al oír un disparo. La movida es inútil y la escena se repite más adelante.
De camino a casa, Pepe comienza a entender por qué los que tienen vacaciones siempre se suben en un avión.
El autor es estudiante doctoral.
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