David es ciego. Es una de las primeras cosas que le informa a quien lo conoce por primera vez. Supongo que con ello pretende evitar malos entendidos y equivocaciones. Además de ser ciego, y de Amarillo, es profesor de la clase de radio, lo que lo convierte en algo así como mi jefe. El punto es que David es mi amigo y el pasado domingo por la tarde decidimos ingerir unas “refrescantes bebidas para adultos”, como las llama él, para celebrar el fin de un semestre extenuante.
A eso de las cinco de la tarde llegamos a un sitio de esos cuyo nombre totaliza 18 y compramos una caja de cerveza Shiner Bock. Caminamos hasta casa de David y empezamos a vaciar botellas, escuchar música y discutir las pequeñas aventuras y batallas campales que suelen darle vida a un semestre académico. Las horas se le fueron cayendo a la tarde con las hojas en otoño, por aquello de utilizar un cliché apropiado, y pasamos de rock a samba y de ahí a ridiculeces de alto vuelo. En algún momento me contó la historia de los ángeles que decoraban su árbol de navidad y la muerte de su madre.
De más está decir que resolvimos el universo, acabamos con la guerra, pasamos juicio sobre muchos de nuestros estudiantes (así soy, paso juicio, al que no le guste… que se joda), planeamos un viaje a Amarillo en mayo para devorar un famoso pedazo de carne de 72 onzas, evocamos genios muertos, desarrollamos teorías geniales para los nuevos medios, compartimos historias sobre el origen de ciertos libros mágicos y… se acabó la cerveza.
A las tres de la mañana me subí en un taxi con un loco que hablaba solo, bailaba y se ponía y se quitaba un gorro cada treinta segundos. Tuve que bajarme del taxi cuando el taxímetro marcaba $23.95 porque sólo tenía $24 en el bolsillo y caminé bajo la lluvia helada el resto del camino hasta mi casa. Me acosté con la seguridad de que un fragmento del universo había sido bueno por un par de horas mientras un ciego bailaba entre las carcajadas de un cínico que pocas veces se ríe tan abiertamente de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario