miércoles, 30 de julio de 2008

Garrapatas

Los recuerdos son garrapatas en el corazón. Nos preocupamos tontamente por un futuro que no es más que un tren imprevisible que, a la vez que constantemente se va haciendo presente, corta con sus ruedas metálicas nuestros intentos de un buen pasado.
Nada hay más triste que pensar en futuros que no serán por culpa de algún pasado tonto. Puede que los archivos se vean tergiversados por el anhelo de algo o que el olvido llegue tras recordar que se le olvidó llegar a tiempo. Las lágrimas son recuerdos líquidos en la mayoría de los casos. Las tertulias existencialistas de los intelectuales de alto vuelo no son mejores que los mocos que fluyen de la nariz del que recuerda sus culpas.
Imaginar el futuo es sólo justo si aceptamos que la única forma de hacerlo es vistiéndolo de recuerdo: pasado, viejo, usado, gastado, acabado, roto y clavado en el archivo para siempre.
Tal vez el de la boina tenga razón y no valga la pena escribir tan lejos de la poesía.
A veces recuerdo que muchas veces estuve a punto de acordar una cita con alguien importante para la memoria, pero recuerdo inmediatamente que es imposible encontrarnos en el mar porque no tiene esquinas.

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