Aquí les dejo la última columna que me publicó El Nuevo Día. Confieso que el periódico esta semana ha estado en otro nivel de ridiculez y la humanidad ha alcanzado nurevas fronteras en muchos aspectos, como bien se ve en la entrada anterior y en ésta.
29-Enero-2008
GABINO IGLESIAS
ESCRITOR Y PERIODISTA
Macharranes
La encubierta patrulla repleta de testosterona se desliza a velocidad poco recomendable por la estrecha calle de un barrio del país. El grito de las llantas avisa que un ciudadano se tomó la libertad de intentar cruzar la calle sin el debido documento legal que lo autoriza. La innegable valentía de los "tres mosqueteros" sale disparada por las ventanas del vehículo. El cuasiatropellado contesta a las provocaciones verbales en claro desafío a la autoridad competente. “Malditos revolucionarios” piensan al unísono los hinchados de mediocridad. “En este país todos son contestatarios de vocación”, dice uno de ellos (obviamente el de mayor escolaridad). Entonces proceden a apearse del vehículo los tres macharranes en pos de la aplicación correcta de su entrenamiento profesional y la consecución de la paz pública.
Nada de esas ridiculeces de conversar o perseguir la tontería utópica de la no-confrontación, vamos a lo que vinimos. Entiéndase: a falta de neuronas; macanas. Ante la perfecta ausencia de sentido común; violencia a punta pala. Enfrentados a una carencia absoluta de provocación y peligro inminente; agresión inmediata y contundente. Empiezan a aporrear justicia mientras danza en sus cabezas un collage de imágenes de películas americanas e imaginarios romantizados de la SWAT.
Entre ellos y la aplicación de la justicia se interponen viejos con marcapasos y mujeres histéricas que necesitan ser sometidos a la obediencia. Todos analizan la situación inmediatamente y sacan del baúl de la conveniencia el término peliculero aplicable: daños colaterales. Prosigue la lluvia de golpes que, con decisión y razón indiscutible, aplica el tonto brazo de la ley. La victoria la representan el atrevido cruzacalles contestón y el agresivo septuagenario, ambos arrestados por los poderosos justicieros que, ocupados en la resolución de la situación que ahora tienen entre manos, han olvidado por completo a dónde se dirigían con tanta prisa.
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