Aquí les dejo el Buscapié del domingo pasado. No salió en la versión digital de END, así que no hay enlace al original.
Escape
Gabino
Iglesias
La jeringuilla se desliza por un cráter oscuro. La sangre que entra a mezclarse con la heroína es la misma que corre por las venas de unos padres, tíos, hermanos e hijos que hace años lo arrojaron al olvido. El calorcito que trae la cura viene preñado de espejismos, mata el hambre, deshace el calor, elimina los nervios, ahoga la tristeza.
El primer parpadeo dura una eternidad. Todo lo que lo habita pierde las puntas, los ángulos incómodos. El mundo se cubre de algodón y el tiempo deja de tener prisa. Una oleada de recuerdos llega cargada de risas de niños, piel ajena, amigos. Aún sumergido en ese otro mundo, una diminuta voz clama por el regreso al pasado, por el cierre de las llagas, por el fin de la vida en la calle.
Lo peor de despertar no es el picor
en el pecho o la preocupación acerca del dinero para la próxima cura: lo peor
es la gente en la calle. Tecato. Pillo. Indecente. La sinfonía de epítetos
cargados de odio le cae encime como lluvia ácida. Vienen de individuos dispuestos
a emitir juicio en menos de un segundo mientras hacen caso omiso de sus propios
pecados. Para los que no han conocido la adicción, los usuarios están donde
están por su culpa. Si bien eso es cierto, las ganas de salir no se las quita
nadie. Las malas decisiones fueron suyas, pero su vida ya no le pertenece. Como
dijo el escritor y ex-usuario Jerry Stahl, ser adicto no es un estilo de vida
que se escoge, es un imperativo de la química molecular.
Bah. Tanto pensar no sirve de nada.
El país tiene tantos problemas como el y sus actos, aunque se arrepiente de
ellos, lo han convertido en enemigo público. A lo mejor si llama a su hija...
No, ya empieza el picor. El cuerpo demanda su sustento. La conciencia reclama
la vuelta al paraíso, a la suavidad, al fin de la realidad y la gravedad, a los
brazos del olvido.
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