martes, 13 de noviembre de 2012

Nieve: columna prohibida, part deux


Hacía mucho tiempo que no se quedaba una columna en el tintero. Esta la envié antes de que Santini hiciera el ridículo a moco tendido delante de las cámaras. Yo sabía que el lagrimón venía. Aunque la columna no contiene nombres, las alusiones al uso de la caspa del diablo son algo que no se ha probado en corte, y por lo tanto El Nuevo Día no puede publicarla. Como de costumbre, mi editor me explicó las razones y saldrá otra columna el domingo que viene. Mientras tanto, aquí les dejo "Nieve." 

Nieve
Gabino Iglesias

            Las dos líneas de polvo blanco hoy están torcidas. El derrotado gladiador político clava los ojos en las diminutas cordilleras de nieve y, aunque hace calor, un escalofrío le pasa por las costillas como si una mano invisible las confundiera con un xilófono. Frente a él bosteza un abismo oscuro y lleno de incertidumbre. Si no fuera un tipo tan duro, seguramente saldrían lágrimas de sus ojos. Como no hay chivo expiatorio a mano, se dobla sobre el escritorio y esnifa una tortuosa raya con la pasión desmedida de un cerdo salvaje.

            Desde las páginas grises de un diario, la cara sonriente de la impía bruja que le arrancó el mundo de debajo de los pies le aprieta el corazón. Un híbrido extraño, mezcla de ira e incredulidad dolida, hace que le tiemblen las manos. En su cabeza revolotean palabras extravagantes como consenso y apertura. Son términos que jamás contempló. Ahora una diabla roja le ha usurpado lo que le pertenecía para siempre, o hasta que se cansara de ello. La seguridad de que su mundo continuaría igual hoy no es más que una quimera rota.

            En la vida hay cosas que no tienen sentido, y ésta definitivamente se lleva el premio a la más absurda. Que un tipo duro, autoritario y macharrán empedernido sufra una derrota a manos de una debilucha que usa falda y que, tanto literal como figurativamente, le faltan huevos, es una ridiculez incomprensible. Lo han llamado gángster y guapetón de barrio (cosas que le hacen sonreír cuando nadie lo ve), y lo derribó una enana que se lleva con los dominicanos y la comunidad LGBTT. Si tan sólo pudiera darle un par de bofetones...
    
            El sudoroso y alicaído líder decora el interior de su nariz con la segunda raya de nieve y suspira. Antes nunca hizo caso, pero ahora el mandato es claro e ineludible. Por la ventana entra el ruido de la ciudad que le pertenece. No, que le pertenecía. Finalmente, una lágrima rueda por su mejilla.

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