El este de Austin es la parte negra de la ciudad. Para los que no sepan lo que es eso, eso no es más que la parte que los blancos decidieron que le tocaría a los negros y a los marrones cuando construyeron una autopista para dividir la ciudad y poner los edificios altos, los bancos, las escuelas y los hospitales de un lado y la mierda del otro.
En cualquier caso, esta tarde llegué al este de Austin (a unos ocho minutos de casa) con un poco de Michel Camilo sonando y un saco de dudas en cuanto a la experiencia que me esperaba. Por razones que prefiero dejar en el tintero, permití que me convencieran de asistir a una galería para ver la exposición de una argentina en exilio temporero.
Con el carro estacionado en un callejón de mala muerte y el cinismo a cuestas como un mono con obesidad mórbida, emprendí la caminata hasta la galería. Cuando estaba cerca, un hombre diminuto atoró su enorme negocio rodante de piragüas (estúpidamente llamdas snow cones en este país) en la espesa grama que cubría la entrada de una casa. Al ver la absoluta inmovilidad de los imbéciles que miraban la escena desde la galería, me acerqué al hombre y lo ayudé a mover el enorme aparato hasta su destino final: la entrada de la galería.
Una vez dentro, el calor me apretó el cuerpo como una anaconda con ganas de venganza y mi mano derecha tuvo que sacudir las manos sudadas de varios extraños. Además, mi mejilla derecha recibió el beso de la artista cuarentona. No puse la otra mejilla.
Los adefesios que colgaban de las paredes de la galería (que más que galería era una pequeña casa de tres cuartos pequeños con temperatura de horno y ni una puta ventana) daban asco. La falta de talento era crasa. Ni uno de los intentos resultaba comendable. El arte brillaba por su ausencia. Estoy seguro de que algunos de los presentes diferían... sobre todo los "artistas," pero este es mi blog, mi opinión y mi violenta subjetividad en plena apogéo comunicativo. En fin, un desastre.
No obstante, la "escena" fue una experiencia memorable: era la misma mierda que en Puerto Rico! Una panda de tipos con barba, tatuajes poco originales y gafas de pasta se paseaban por allí con pantalones apretados y camisas "vintage". Las mujeres vestían el último modelo mecagoenlamoda y llevaban más pintura en la cara de la que había en las paredes. Escapé en busca de algún paliativo y terminé con un vaso de cerveza caliente que más que cerveza parecía agua (por lo menos fue gratis).
La única persona que vale la pena mencionar es un tipo con el que hablé más o menos una hora. Delgado, con barba de chivo y sandalias de cuero, el tipo pasó diez años viajando por América del Sur y Asia del Sur (tiene algo con los sures) y habla español, inglés, japonés (su novia es japonesa) y dos o tres idiomas más. Cuando le pregunté sobre el trabajo que hacía en Asia me esquivó la pregunta... tres veces. Ja!
Salí de la galería y me subí en mi carro con la seguridad de que, sin importar el país, la "escena" artística es la misma mierda en todas partes: pseudointelectuales de poca monta hablando de arte malo y pontificando sobre cosas de las que entienden poco. Una galería en el este de Austin es lo mismo que una en el viejo San Juan.
Veredicto final: el arte no ha muerto... pero agoniza como un pez fuera del agua.
Regresé a casa, me inyecté dos ensayos de Kosinski, escuché un poco de Andre Williams y estoy terminando la purga emocional con un poco de blog y Otis Rush. Mañana será otro día.
PD. Saludos a mis hermanos de Colombia. La rata de Jorge Gutiérrez me informó que las pobres almas que tienen que soportarlo como profesor se ven obligados a leer este blog. Un abrazo para ellos y para el profesor Gutiérrez, un tipo con sarna en el alma... que es mi hermano.
Aunque se vea de todo en galerias, seria curioso saber quien es esa artista.
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