viernes, 12 de marzo de 2010

Blues del exiliado

Llevo dos días pensando en volver a casa. Con el frío haciendo un esfuerzo por meterse en el armario hasta finales de año y las vacaciones de Spring Break empezando hoy, tengo una necesidad irreductible de largarme de Austin. No me malinterpreten, Austin es una ciudad maravillosa... pero sin playa.
Llevo dos días queriendo regresar a mis sitios y a mi gente. Tengo unos cuantos paliativos: toda la poesía de Ginsberg en la mesita de la sala, un par de películas, dormir hasta tarde, mi guitarra, mucho trabajo, un libro de Sandlin en el baño, la promesa de volver a Pedernales pronto y canciones de Sabina y Tom Waits. Sin embargo, nada de eso es una cena con mis viejos, una borrachera en Guánica, una noche larga en San Juan, el olor del mangle (si, hasta eso se extraña), la maravilla de una salida no planeada, una visita al cine con gente que sabe lo que me gusta, una combinación del chino de la Campo Rico, una mañana tragando cerveza en Ocean Park, un paseíto por el Yunque, un vueltón por Loíza o cualquier otra cosa de esas que, como todo cliché, damos por sentadas hasta que no podemos accesarlas.
Dejo esta mierda de post y vulevo a mi guitarra. Vuelvo al blues del exiliado.

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