miércoles, 21 de enero de 2009

Tránsfuga

Tránsfuga absoluta: del vacío colectivo a la nada. Siento que en algún lugar entre el mar y un avión dejé tirados los últimos pedazos que quedaban de mi escritura con alas. Detestar los bloqueos es tan inútil como escupirle al universo. Creo que un programa sobre lo inevitable que son los finales me arrancó de cuajo la inspiración. También puede ser que las palabras descansan silentes en algún rincón ahogado en sombra y esperan que nos despistemos para saltarnos encima otra vez.
Existe también la posibilidad de que mi sistema aún se encuentre en recuperación después del impacto de sentirse tan de vuelta como si nunca me hubiese ido. A lo peor es por eso que cada nuevo papel revolotea por esta diminuta habitación con cara de amenaza.
Todos son excusas: es una noche perfecta para escribir. Si tan sólo hiciera silencio el televisor e hiciera menos frío afuera y la cama no se viera tan cansada y los zapatos dejaran de mirarme y la nevera no tuviera un motor de avión enfermo y a las mesa se le quitara esa tonta inclinación casi imperceptible y las teclas no requirieran tanto esfuerzo para trabajar y la playa estuviese más cerca y la montaña de ropa sucia no me acusara de delitos innombrables y el diccionario cobrase por hora y se me destapara la nariz e hiciera mutis la guitarra que suena en mi cabeza y el vacío saliera de los cajones... creo que entonces escribiría algo esta noche.

1 comentario:

  1. Se exactamente a que te refieres. Pensamientos perfectos que me cruzan el melon, junto con diminutas, pero cuantitativas circunstancias que me impiden llevarlos a texto. Mierda!

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