jueves, 4 de septiembre de 2008

No hemos aprendido nada

El genial H.P. Lovecraft pintó mi amor por la lectura de horrores innombrables. No obstante, la genialidad del nativo de Providence, Rhode Island, residía en su conocimiento intrínseco de la naturaleza humana. Uno de esos párrafos llenos de luz y sombra lee así: "Lo más misericordioso del mundo, creo yo, es la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas".
Hoy no sé si las tinieblas vendrán de la mano de un hlocausto nuclear, un robot con instintos asesinos, la adicción a Internet, la ignorancia como plataforma de vida o la economía de cuneta que atravesamos. Lo que si sé es que la academia sigue complicando la historia para que cada uno tenga un nicho más reducido, un conocimiento más especializado y plagado de terminología rimbombante en pos de la perpetuación de la nada. Nada sabemos y negamos los absolutos.
Tengo que saltar del Cthulhu de Lovecraft a El Nombre de la Rosa de Eco: "A veces es bueno que los secretos sigan protegidos por discursos oscuros". ¿Tan malo sería enterarnos de lo que realmente somos? Supongo que si.

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