jueves, 19 de abril de 2007

Asesinos caníbales vs. pendejos con pistola


Ed Gein, mejor conocido como "El Diablo de Plainfield", fue un asesino en serie cuyo total de víctimas nunca se conocerá. Entre hacer ropa con la piel de los muertos y mantener el cadáver de su madre después de muerta, Ed se convirtió en la inspiración de algunos clásicos del cine de terror: "The Texas Chainsaw Massacre", "Psycho" (que primero fué novela de Robert Bloch) y "Silence of the lambs" (novela de Robert Harris). De todas se hicieron secuelas, buenas y malas.
Jeffrey Dahmer también inspiró una película y varios libros. Dejó en ridículo a la policía y se comió a sus víctimas el tiempo que le dió la gana. Mató a 17 hombres, fue sentenciado a 15 cadenas perpétuas y lo mataron en prisión.
Henry Lee Lucas y Ottis Toole fueron amantes, compañeros y asesinos. Henry cometió su primer asesinato a los 15 años. Viola, la madre de Henry, era prostituta y lo hacia mirar mientras trabajaba: la mató a puñaladas. En una de sus escapatorias conoció a Toole, que además de asesino y caníbal era travesti. Se calcula que entre ambos asesinaron a más de 500 personas.
Issei Sagawa mató en Japón a una compañera de clase y se alimentó de su cadáver durante tres días. Fue a prisión y hoy en día tiene un programa de radio y un libro escrito.
La familia Gambino y el resto de los mafiosos, desde Al Capone hasta John Gotti, han hecho cientos de cosas peores y no salen en los medios.
¿En qué se parecen todos ellos? Primero en que fueron originales, segundo en que tenían pasión por lo que hacían y, por último, son algunos de los que no menciono en la columna que me publicó El Nuevo Día hoy, miércoles 18 abril de 2007. La masacre de Virginia Tech está en todos lados, como ya predije, y me empieza a apestar. La columna la escribí hace tres días y ya se puede apreciar que lo que digo se ha cumplido. Que quede claro, Cho Seung-Hui era un pendejo más con pistola. Además, la nación americana es fanática de la violencia y fomenta la creación de individuos tan enfermos y débiles como Cho. Es obvio que 300 palabras no me fueron suficientes para decir todo lo que tengo que decir acerca de la "peor masacre" de lo Estados Unidos. En lo que respecta a asesinos en serie y matones, no jodan conmigo.

Apocalipsis mediático
Gabino Iglesias
Estudiante de Maestría en Periodismo

Cho Seung-Hui mató a 32 personas y después se quitó la vida, pero tuvo la delicadeza de guardar el recibo de compra del arma con la que perpetró la masacre. ¿Qué otra prueba hace falta de que vamos encaminados inexorablemente hacia un Apocalipsis fragmentado y mediático-comercial? Las noticias me informaron a medias y hubo telerreporteras que preguntaron 100 veces si había algún boricua entre los ultimados. Dado que la cercanía geográfica no se prestaba para alarmar lo suficiente a los puertorriqueños se recurrió a la proximidad emocional. Nunca había visto un elemento de la noticia trabajarse tan arduamente y de manera tan asquerosa.
Por otro lado los medios se aseguraron de aclarar rápida y reiteradamente que el sujeto no era americano, sino surcoreano. Claro, todos sabemos que los americanos no son amigos de los conflictos bélicos (son el primer país exportador de armas a nivel mundial) y que no tienen tendencia a producir asesinos (sirvan de ejemplo Ted Bundy, John Wayne Gacy, Charles Manson y Timothy McVeigh).
Además, ¿cuántos civiles iraquíes han muerto en la guerra? ¿Cuántos soldados? ¿Qué cantidad ridícula e inaceptable de muertos llevamos en lo que va de año en Puerto Rico?
El punto es que ahora seremos víctimas de incontables páginas sobre el suceso. Nos contarán que era un enfermo mental solitario y que esto se podía haber evitado con ayuda psicológica. Esta misma sección del periódico se atiborrará de comentarios que irán desde meter a Dios en el asunto hasta culpar al sistema político, a la academia o a Marilyn Manson.
Supongo que sólo falta esperar el genial documental que hará Michael Moore acerca de la masacre, alegrarnos de que no murieron más personas, aguantar que me llamen insensible y entender que finalmente hay algo más importante que la muerte de Anna Nicole Smith.

martes, 17 de abril de 2007

Paranoia


Miedo. Paranoia. Terror. Un sentimiento visceral que te hace aguantar la respiración. Hablo de ese maravilloso espacio imaginario donde viven las sombras que se mueven solas, las manos que nos tocan en la noche, las pesadillas que nos dejan petrificados en la cama, los demonios de nuestro subconsciente, las creaciones del maestro Lovecraft, las ramas que pegan en la ventana, los gritos nocturnos, los susurros que oimos cuando estamos solos, los ojos que nos miran desde el otro lado del espejo, las novelas de Richard Laymon, Bentley Little, Stephen King, Douglas Clegg, Graham Masterton, August Derleth, Peter Straub, Edgar Allan Poe y Robert Bloch. Hablo de esos saltos repentinos que detienen el corazón, de esas veces en que olemos la muerte. Me refiero a lo persiguen las películas de George A. Romero, William Friedkin, Stanley Kubrick o Richard Donner, de los momentos en que nos sentimos solos, perseguidos y escuchamos pasos detrás de nosotros, hablo de callejones oscuros y malolientes, de carne podrida escondida en algún rincón del mundo, de cadáveres con los ojos abiertos.
Paranoia es el nombre que le puse al cortometraje que acabamos de terminar. Lo peor de todo es que me parece más fácil habitar la oscuridad de esos lugares reales e imaginarios que la rutina de la realidad. Espero que en la edición no perdamos el miedo...

martes, 10 de abril de 2007

A comer mierda un rato

Ahí estaba yo. El profesor despotricaba contra la pésima labor de la clase. Los exámenes lo tenían molesto. Parecía que nadie le había entendido nada de la clase. Algunas personas ni siquiera tenían nota y tenían que reunirse con el profesor. Yo tenía flashbacks de un fin de semana de mierda, lleno de estrés, tratando de comprender a cabalidad a Nietzsche, Kant, Lacan, Foucault, Hegel, Descartes, el pensamiento moderno, su crisis, procesos epistémicos, estupideces filosóficas indecibles y otras pendejadas más que no se han hecho para cerebros cortos e hiperactivos como el mío. Esperaba con los dientes apretados a que repartiera las comidas de culo. ¿Qué oportunidad tenía yo de haber salido bien si la clase de genios en la que estoy había salido mal? ¿Cómo iba a salir yo que siempre estoy callado, hundido en mi pupitre, si las que siempre hablan y comentan en clase habían salido mal? ¿Cómo iba a salir yo si había salido mal toda una clase de genios, artistas, poetas autodenominados, directores de cine, graduados de literatura comparada y traductores posmodernos? Me sudaban las manos. Mi suerte en la maestría llegaba a su final. El profesor empezó a repartir los tiznazos. Escuché mi nombre. Me levanté nervioso y cogí el papel que tendía hacia mi. "Muy buen exámen" me dijo. No entendí nada. Me senté y miré la portada: 95 A. Coño. La única A de la clase. Ahora me toca comer mierda. ¿De qué ostias sirve llenarse la boca de bazofia en clase si después no puedes escribirla? ¿Para qué comentan tanto en clase si resulta que en realidad no saben nada y no están entendiendo? ¿Por qué no se callan y prestan atención para intentar aprender y aprehender lo que se dice? Yo tranquilo con mi sandwich de mojones y mi ventiúnica A. Mi silencio habla por si solo. La razón no grita.