jueves, 29 de noviembre de 2012

Houston, we're going bilingual!

Some of you have been reading this blog since I started it in 2007. It's been a place for ramblings, critiques, stories, poems, books, celebrations, jokes, tears, more stories, music, and some of my journalistic work. Now we turn a new page and add something entirely new: posts in my second language. Why? Here's the wonderful reason:

My book is out! (Well, it's temporarily out of stock, like the rest of the NABS books, because it's great, but you can still order it here). I'm very proud to be part of the Eraserhead Press family, the Bizarro Family, and the best group of writers you've ever met: the Bionic Six. Sure, my monthly columns for El Nuevo Día and the rest of the stuff that's usually posted here will still be the core of Nomelodímelo, but I'll also share news about the New Bizarro Author Series and the very talented folks that constitute this small army of weirdness: Tamara Romero, J.W. Wargo, Gary Arthur Brown, Shane Cartledge, Andrew Wayne Adams and yours truly.

The year ahead will be great, and hopefully this space will be your window to it. Stay tuned. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Buscapié: Bukowski

Andaba en Portland, así que perdonen la tardanza. Aquí está la columna nueva que escribí para reemplazar la que no salió el fin de semana pasado. Es una pequeña celebración a las palabras de Bukowski, quien ya ha sido parte de este blog antes.
 
18 de noviembre de 2012

Bukowski

Gabino Iglesias
Las profecías fallaron y el mundo sigue dando vueltas sobre un eje que, más que inclinado, parece deprimido. Los textos sagrados son mediocres obras de ficción que prometen aterradores finales que nunca llegan. Los astrólogos aciertan menos que los meteorólogos. En fin, parece que no hay nada en qué creer. Sin embargo, el que de verdad quiera un profeta, no tiene más que leer a Charles Bukowski.

“Peces envueltos en petróleo”, dice el poema “Nosotros los dinosaurios”, y un barco vomita combustible sobre el mar. Otra línea habla de bares en donde la gente ya no habla, y a mi alrededor tres generaciones se sumergen en la pantalla de su teléfono mientras se les calienta la cerveza. Luego aparece las armas, y el periódico me moja de sangre los zapatos. Más tarde aparecen los “hospitales tan caros que es más barato morirse,” los “abogados que te cobran tanto, que es más barato declararse culpable”, y las cárceles llenas. Con eso, llega la risa paranoica y se levantan los pelos de la nuca como pequeñas antenas que sintonizan el peligro.

Leo sobre un lugar donde las masas elevan a los ineptos a la categoría de héroes, y recuerdo con alegría el día que me deshice de la caja tonta (aunque la prensa suplanta eso y le pregunta a Maripily su opinión sobre las elecciones). Bukowski sigue en la suya y dice que hemos nacido en medio de un gobierno endeudado, y de eso es mejor no hablar. Más palabras cargadas y que dictan su propio doloroso contexto: abusados, desheredados, enloquecidos, enfermos.

El poema, más acertado que ningún otro texto, promete un final más apocalíptico que el que vivimos hoy, un final donde sólo se escucha “el silencio más hermoso jamás oído”. Ahora que ya sabemos lo que viene y nos han explicado que el Sol seguirá ahí, esperando el próximo capítulo, me parece que debemos agarrar lápices y bolígrafos, tanto literales como ideológicos, y ponernos a escribir un final nuevo que, más que final, sea progreso.
El autor es estudiante doctoral.

Pueden ver la original aquí.

martes, 13 de noviembre de 2012

Nieve: columna prohibida, part deux


Hacía mucho tiempo que no se quedaba una columna en el tintero. Esta la envié antes de que Santini hiciera el ridículo a moco tendido delante de las cámaras. Yo sabía que el lagrimón venía. Aunque la columna no contiene nombres, las alusiones al uso de la caspa del diablo son algo que no se ha probado en corte, y por lo tanto El Nuevo Día no puede publicarla. Como de costumbre, mi editor me explicó las razones y saldrá otra columna el domingo que viene. Mientras tanto, aquí les dejo "Nieve." 

Nieve
Gabino Iglesias

            Las dos líneas de polvo blanco hoy están torcidas. El derrotado gladiador político clava los ojos en las diminutas cordilleras de nieve y, aunque hace calor, un escalofrío le pasa por las costillas como si una mano invisible las confundiera con un xilófono. Frente a él bosteza un abismo oscuro y lleno de incertidumbre. Si no fuera un tipo tan duro, seguramente saldrían lágrimas de sus ojos. Como no hay chivo expiatorio a mano, se dobla sobre el escritorio y esnifa una tortuosa raya con la pasión desmedida de un cerdo salvaje.

            Desde las páginas grises de un diario, la cara sonriente de la impía bruja que le arrancó el mundo de debajo de los pies le aprieta el corazón. Un híbrido extraño, mezcla de ira e incredulidad dolida, hace que le tiemblen las manos. En su cabeza revolotean palabras extravagantes como consenso y apertura. Son términos que jamás contempló. Ahora una diabla roja le ha usurpado lo que le pertenecía para siempre, o hasta que se cansara de ello. La seguridad de que su mundo continuaría igual hoy no es más que una quimera rota.

            En la vida hay cosas que no tienen sentido, y ésta definitivamente se lleva el premio a la más absurda. Que un tipo duro, autoritario y macharrán empedernido sufra una derrota a manos de una debilucha que usa falda y que, tanto literal como figurativamente, le faltan huevos, es una ridiculez incomprensible. Lo han llamado gángster y guapetón de barrio (cosas que le hacen sonreír cuando nadie lo ve), y lo derribó una enana que se lleva con los dominicanos y la comunidad LGBTT. Si tan sólo pudiera darle un par de bofetones...
    
            El sudoroso y alicaído líder decora el interior de su nariz con la segunda raya de nieve y suspira. Antes nunca hizo caso, pero ahora el mandato es claro e ineludible. Por la ventana entra el ruido de la ciudad que le pertenece. No, que le pertenecía. Finalmente, una lágrima rueda por su mejilla.