Santino es un chimpancé de 31 años que vive encerrado en el Furuvik Zoo, en Suecia. Recientemente, Santino se convirtió en el foco de un estudio publicado por Mathias Osvath, estudiante doctoral de sabe Dios qué porque la noticia del Daily Texan no lo decía. En cualquier caso, el punto es que Osvath publicó un estudio que revolucionó a la comunidad científica. Osvath estuvo observando a Santino durante varios meses y entrevistó a tres encargados del zoológico. La parte jugosa e importante del estudio dice que los chimpacés son capaces de planear sus acciones con varias horas de antelación.
Cierto día, mientras Osvath observaba a Santino, el chimpancé comenzó a recolectar piedras y a buscar pedazos débiles de concreto dentro de los confínes de su cárcel para romperlos y sumarlos a su pequeña montaña de piedras. Varias horas más tarde, después de aguantar la risa tonta de cientos de imbéciles con camisetas coloridas y mapitas del zológico en la mano, después de tener que buscar en vano algún rincón pacífico para dormir la siesta, después de escuchar el click de cientos de cámaras colgadas del pescuezo de turistas, después de verse obligado a cagar en público otra vez, después de darse cuenta de que ser un macho alfa dentro de un universo reducido y de que tener nombre de mafioso italiano no sirve de nada cuando alguien te trae tu comida a diario, Santino se encabronó y se lió a pedradas con los imbéciles que lo señalaban desde el lado seguro de la reja.
El hecho de que Santino acumulara piedras con marcada premeditación y alevosía demuestra que los chimpancés, como vengo defendiendo desde mucho antes de que publicaran el tonto estudio, son más inteligentes que muchos humanos. Fantástico. Ahora bien, saben lo que hicieron los geniales científicos para premiar a Santino por ser un chimpancé genial? Los cabrones lo castraron.
La noticia la leí en el autobús y me bajé con ganas de comprar un billete a Suecia y un machete oxidado para capar a los machos alfa de bata blanca que decidieron que Santino era genial, pero demasiado agresivo para tenerlo ahí como un juguete de muestra para que los niños le tiren comida y los adultos le saquen fotos para enseñarle a sus amigos.
Los humanos son las bestias más despreciables de la tierra y castrar a Santino no es más que una prueba más de que los que pagan por nuestro complejo de superioridad siempre son los animales. Al igual que otros cientos de miles de "mascotas" que mueren o viven muriendo bajo el peso de la soledad de sus "amos", Santino ya no es un macho alfa porque obedeció a sus instintos.
Pido la cabeza de los "sabios científicos" y un minuto de silencio por los huevos de Santino.